Gerhard Wolfang Mücke Koschitzke viajó desde el Alemania a Chile en el primer grupo de colonos que se instaló en la actual Villa Baviera, en la precordillera de Parral, en los años ’60. Lo hizo siguiendo a Paul Schäfer y a otros líderes religiosos, con el supuesto compromiso de vivir alejados de las crisis bélicas en Europa.
El propio Mücke decía que era pintor de oficio y cumplió esa labor durante los primeros años de instalación a orillas del río Perquilauquén. Pero, tras la construcción de las primeras casas y los cierres perimetrales, comenzó a gestarse un modo de vida que llevó a la esclavitud a casi todos los que dejaron sus familias en Alemania.
Mücke cumplió el rol de guardaespaldas de Schäfer, obsesionado por la seguridad y porque nadie viera lo que realmente pasaba al interior del predio. Eran los años ’70 y Chile vivía momentos convulsionados, donde los alemanes de Parral tomaron partido por la oposición a la Unidad Popular, supuestamente, bajo amenazas de que el fundo sería expropiado y ellos lanzados a los caminos de tierra.
Así llegó el 11 de septiembre de 1973 con la irrupción de un régimen cívico-militar que vio un aliado en esta verdadera secta, donde el poder de Paul Schäfer era total, rodeado por un grupo de jerarcas alemanes y chilenos ayudistas que vivían en torno a la Villa Baviera. En ese contexto llegó el Ejército con sus tropas y aparatos de seguridad.
FOSAS CLANDESTINAS
Según relatos de testigos, en particular, de otros alemanes que vivieron en el predio durante esos años, Mücke era el más entusiasta tras el final abrupto del Gobierno de la Unidad Popular. Schäfer percibía lo mismo y, por ello, no dudó un segundo en pedirle a su guardaespaldas personal que se transformara en el contacto con la DINA y su oficina zonal instalada en Parral a cargo de un alto oficial militar.
Con la excusa de recoger cartas de familias que pedían ayuda para que sus enfermos fueran atendidos en el hospital de la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, Mücke viajaba regularmente a Parral, para dialogar con Fernando Gómez Segovia, enlace de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) que le respondía directamente a Manuel Contreras.
Así surgió la siniestra idea de que la Villa Baviera sería un nuevo recinto de detención clandestina de la DINA, donde su personal y los propios alemanes interrogarían a los presos políticos. Pero este tenebroso plan fue mucho más allá, cuando en la cabeza de Schäfer y sus jerarcas se gestó la idea de hacer desaparecer a los detenidos.
Los testigos dicen que fue el propio Mücke quien eligió un lugar muy aislado, al costado de un camino, ladera de cerro y cubierto por densas zarzamoras, para hacer allí cinco o más fosas de siete metros de profundidad por todo el lardo del terreno, utilizando maquinaria agrícola, para inhumar allí los cadáveres. Con el paso de los años, la operación militar “Retiro de Televisores” llevó a los mismos alemanes a exhumar los cuerpos, quemarlos y lanzar las cenizas al río.
CÓMPLICE DE SCHÄFER
Gerhard Mücke fue investigado judicialmente en cuatro procesos penales. El primero fue por su complicidad en los abusos sexuales y violaciones sodomíticas perpetrados por Paul Schäfer en contra de niños chilenos al interior del predio alemán, cuyas familias habían creído la historia de que allí serían educados y formados por el buen camino.
Pero todo eso era una mentira, según aclararan las víctimas. La verdad es que nunca recibieron educación formal y eran esclavizados para trabajar de sol a sol. Además, regularmente Schäfer elegía a uno de ellos como su ayudante, para acompañarlo en su auto Mercedes Benz por todo el predio y, en la noche, quedarse a dormir en su pieza, con la puerta de acero y un acceso a una compleja red de túneles.
En esta investigación penal que llevó a cabo el ministro en visita, Hernán González, de la Corte de Apelaciones de Talca, Mücke recibió una condena de cinco años y un día de cárcel. Luego, comenzaron las indagaciones por casos de derechos humanos, donde este jerarca alemán fue indagado por tres episodios: secuestro y desaparición de Álvaro Vallejos Villagrán y Juan Maino, entre otras víctimas, así como en una investigación por el delito de asociación ilícita.
ASOCIACIÓN ILÍCITA
Mücke fue condenado en estos tres juicios a cargo del ministro de fuero, Jorge Zepeda, de la Corte de Apelaciones de Santiago, con penas que sumaron 12 años de cárcel. En ese contexto, Schäfer ya había abandonado la Villa Baviera con destino a Argentina, dejando atrás a la cúpula de jerarcas alemanes y chilenos, encabezados por Hartmut Hopp, quien vive actualmente en Alemania.
En los casos por violaciones a los derechos humanos, Mücke negó toda participación en los secuestros y desapariciones de Vallejos Villagrán y Juan Maino, aunque existían evidencias y testimonios que lo apuntaban directamente. En el primer caso, como quien recibió al “Loro Matías” junto a Paul Schäfer, cuando fue trasladado por la DINA; y en el segundo caso, sindicado por testigos como quien pintó los automóviles de los presos políticos y ordenó excavas las fosas donde sus restos fueron enterrados y, luego, exhumados, sin paradero conocido a la fecha.
Finalmente, solo aceptó colaborar en la investigación por asociación ilícita, tal como lo consigna la sentencia del ministro Zepeda. Allí reconoció tener conocimiento del traslado de detenidos hasta la Villa Baviera, agregando que se habría tratado de 20 personas, aunque las estimaciones son de 150 detenidos que pasaron por el predio alemán.
También reconoció que en la ex Colonia funcionó un centro de detención clandestino custodiado por la DINA. Luego, confesó que guiaba a personal militar hasta el sector de las fosas, precisando que se retiraba a distancia y escuchaba posteriores disparos, en la modalidad de fusilamientos. A la vez, precisó que eran detenidos externos a la Colonia, es decir, no eran los mismos que estaban en el subterráneo del galpón donde se guardaban las papas, actual sitio de memoria.
“RETIRO DE TELEVISORES”
En su confesión, detalló que los militares que llegaban a la ex Colonia era del tipo comando, en patrullas, que ingresaban con los detenidos hacia el lugar donde estaban las fosas, para luego dispararles. A su vez, relató que por orden de Schäfer se tenía que limpiar el terreno, para lo cual, fueron asignadas tres personas y que estaban bajo su supervisión porque sabían manejar maquinaria agrícola.
Precisó que le correspondió personalmente depositar los restos humanos en sacos tras ser exhumados, aunque estaban en proceso de descomposición. Ello, indica, lo detectó porque todavía presentaban partes blandas al manipular los sacos con las manos, aunque casi toda esta operación la llevaron a cabo con maquinaria.
Según su apreciación, los cuerpos estaban a dos o tres metros de profundidad, en cuatro o cinco fosas, por lo que calcula haber retirado 10 ó 21 cuerpos de detenidos. Luego de poner los cuerpos en los sacos, confesó que utilizaron fósforo para quemar y disolver los cuerpos, lo cal repitieron con todos los restos, sin excepción. Añade que no tuvo participación al momento en que lanzaron esas cenizas al río.