Ahora que el parque del río Claro está pronto a entregarse a la comunidad, vale la pena discutir respecto al uso y cuidado de estos espacios públicos. Y para eso el parque Estero Piduco, ubicado en un sector tradicional de Talca, puede aportar, después de poco más de cuatro años desde su inauguración, valiosas enseñanzas (texto y fotos: Rodrigo Contreras Vergara)
Vivo a poco más de una cuadra del anfiteatro del parque Estero Piduco. Un espacio recuperado que -reconocen todos- ha generado un magnífico lugar de encuentro ciudadano. Un claro ejemplo de que la ciudad de los parques es posible. Sume usted, como referencia, la próxima entrega de la remodelación del balneario río Claro. Entonces, el potencial urbano de crecer armónicamente, mirando las ventajas naturales y geográficas de Talca, es enorme. Es cuestión de que las autoridades, municipales y de gobierno, escuchando a la ciudadanía, planifiquen y ejecuten ideas orientadas hacia esta sinergia entre territorio y obras de calidad.
He sido testigo directo de cómo ha cambiado el sector con la remodelación del parque. La obra es evidentemente de calidad: amplias áreas verdes, ciclovías, luminarias, espacios específicos para diferentes actividades recreativas y un gran anfiteatro. Un parque que inicia en la 1 Poniente y se extiende, por el borde norte del estero, hasta la 9 Oriente, cruzando incluso hacia el lado sur con la habilitación de un skatepark y multicanchas.
Pero más allá de la obra en sí misma, lo que evidencia el éxito de la remodelación del parque es ver a la ciudadanía apropiándose de los espacios, trotándolos, caminándolos, patinándolos, jugándolos. Ver a los jóvenes sentarse en el césped, a las familias recorrer los puestos de chucherías que se instalan casi todos los días, a los niños comer unos churros calentitos, a la multitud corear canciones y consignas en el anfiteatro.
Sin embargo, no todo lo que brilla…usted ya sabe…Hay detalles que el uso y disfrute de una obra de esta envergadura trae aparejado. Porque el parque no solo lo visitan los vecinos del sector. Acuden de diferentes zonas de la ciudad, especialmente los fines de semana y cuando se realizan actos masivos.
VECINOS
Clara Román Hernández, presidenta de la Junta de Vecinos Sector 1 Costanera-Nueva Abate Molina, vive hace más de 25 años en el lugar. Ex funcionaria de la Contraloría, ya jubilada, aceptó el desafío de representar a los vecinos de este tradicional territorio. El parque abarca, en lo inmediato, a las poblaciones Nueva Abate Molina, Costanera, Brilla El Sol, Daniel Rebolledo y Abate Molina, y de ahí expande su influencia a distintas zonas de Talca.
Junto a su esposo, William Trevor, periodista retirado, aunque un periodista no se retira nunca, tesorero del grupo de Adultos Mayores “Jóvenes del Abate”, hace una dupla inseparable. Clara invitó a una autoridad local a retirarse de una reunión porque le había faltado el respeto a una vecina. William recibió la amenaza de un hombre que quería un espacio para que sus hijas instalaran un puesto de venta en el parque.
Clara asegura que cuando se proyectó la remodelación no se consultó a los vecinos, cuestión que hoy resulta imprescindible. Si lo hubieran hecho, tal vez, se habrían evitado algunos problemas. Digamos que la obra fue ejecutada por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo y posteriormente, tras su entrega a la comunidad, hace cuatro años, su mantenimiento quedó en manos de la municipalidad de Talca. De hecho, cuadrillas contratadas por el municipio, se encargan, de lunes a viernes, de regar y mantener limpio el parque.
Incluso antes de la entrega oficial, recuerda la dirigenta, presentaron una queja ante la Contraloría por la habilitación de una calle de servicio que no contaba con un declive que impidiera la inundación del sector en días de lluvia.
Eran tiempos en que existía un entendible optimismo ante la remodelación. Se habilitaría un importante pulmón verde para la ciudad, un espacio de calidad para el esparcimiento ciudadano.
PROBLEMAS
Pero la realidad ha bajado las expectativas. Clara Hernández enumera algunos de los problemas.
Primero, la llegada de comerciantes que no están catastrados. Anticipándose a lo que pudiera ocurrir e intentando ordenar la situación, la junta de vecinos patrocinó la creación de una agrupación de comerciantes que, con autorización del municipio, podían funcionar en el parque. Así, alrededor de 40 pequeños emprendedores, de diferentes rubros, se coordinan con la junta de vecinos para solucionar problemas menores. Sin embargo, la llegada de otros comerciantes ha generado dificultades como discusiones por espacios para instalarse y por el manejo de desperdicios.
La seguridad es otro tema que preocupa. Hace un par de semanas, unos sujetos intentaron, sierra en mano, robar unos juegos instalados en el sector. A lo que se suma el robo de luminarias ubicadas a orilla del estero, y el daño a infraestructura básica como letreros y basureros. Mención especial para el estado del anfiteatro que, acusan, es rayado habitualmente con grafitis, además de ser utilizado, especialmente en las noches, para beber alcohol, consumir droga y como baño. Clara dice que una solución en este caso sería cerrar el anfiteatro y disponer de entradas controladas. También, acota, se requiere de la habilitación de baños públicos.
Y con un 97 por ciento de su población compuesta por adultos mayores, los ruidos molestos es otro de los inconvenientes. El uso de generadores eléctricos, la realización de actividades masivas donde el volumen de los equipos de sonido supera lo recomendable, además de otras actividades, incluso durante la semana y de día, como grupos de jóvenes que practican batucadas, provocan molestia en los residentes.
La dirigenta no menciona el caso del joven fallecido luego que le cayera encima una parte de un árbol mientras descansaba en el parque. Pero admite que el tema del cuidado de la arborización también debe debatirse.
Otro asunto es el de la sede del Club Deportivo Belgrano, un espacio de mil 500 metros cuadrados, con vivienda y cancha techada, que quedó fuera de la remodelación. Es una “isla” que nada tiene que ver con el parque. William Trevor asegura que en algún momento funcionó allí un taller mecánico. Hoy el lugar parece abandonado. Consultada una de las personas que hace mantenimiento en el parque, comentó que un hombre habita el recinto, pero que durante el día sale a trabajar. Trevor acota que la municipalidad le entregó el espacio al club deportivo bajo un comodato “precario”. Y si bien a los vecinos no les genera un problema evidente, consideran que ese lugar podría servir para otros propósitos, como la construcción de un Centro Comunitario de Salud Familiar (CECOSF), que beneficiaría a una población estimada de 40 mil personas, correspondientes a territorios cercanos al parque.
William Trevor reconoce que han existido conversaciones -más bien informales- con autoridades al respecto. Pero no se han logrado avances.
¿SOLUCIONES?
La presidenta de la junta de vecinos precisa que el 2020 se iba a realizar una reunión con distintas entidades (municipio, gobierno, carabineros…) con el propósito de plantearles las problemáticas en torno al parque. La pandemia dejó la cita en nada. La idea es retomar esa iniciativa y buscar en conjunto soluciones.
En todo caso, anticipan que sería ideal que el municipio asumiera un rol más activo, ya que es evidente que no basta con regar y mantener limpio el sector. Se requiere, por una parte, de un reglamento o protocolo, y de alguien que se responsabilice presencialmente. Guardias o una fiscalización más activa, que garanticen el correcto uso de las instalaciones, además de la mencionada necesidad de habilitar baños públicos.
“El parque es útil para la ciudad, queremos que sea usado por toda la comunidad…pero así como está…el parque va a terminar mal, no basta con regar…”, sentencia Clara.
Y no, no basta con regar y sacar la basura. Es el momento, con la próxima entrega del parque en el río Claro, respecto al cual ya se han planteado dudas sobre su cuidado, de discutir sobre la necesidad de velar por su buen uso y mantención. Sin desconocer que mucha responsabilidad le cabe a la ciudadanía que debe cuidar estos espacios.
Es una tarde nublada, medio abochornada, de un martes de marzo. Algunos comerciantes ofrecen sus productos. Niños juegan despreocupados. El parque respira tranquilo, contento. No cierra los ojos, ni se emborracha ni se tapa los oídos.
VISITANTES Y VECINOS
Tomás Iturra (22) y Émili Fuster (21) vienen habitualmente al parque. A veces a recorrer los puestos que se instalan en la calle principal, o a alguna actividad artística. Un martes a mediodía se les ve equilibrándose en una cinta que amarraron entre dos árboles, disciplina conocida como “slackline”.
Émili viene del sector de La Florida y Tomás vive en unos departamentos cercanos al parque. Ambos coinciden en que el lugar ofrece una bonita opción de esparcimiento. Y empatizan con algunas de las problemáticas planteadas por los vecinos del sector. Sería bueno que existiera una normativa, aunque -admiten- sería difícil de implementar ya que se trata de un espacio al aire libre.
“Me parece genial el parque, pero hay que respetar, tanto el lugar mismo como a los vecinos”, concluye Tomás.
La casa de Luis Berríos se ubica justo en frente del anfiteatro, a unos pocos metros. Y si bien admite que tenía algunas aprehensiones, especialmente debido al uso del lugar, hoy cuenta que la situación se ha calmado. Su teoría es que durante el “estallido social” las cosas se complicaron un poco. Actualmente, aunque en las noches se siguen reuniendo a tomar alcohol y los eventos masivos provocan ruidos molestos, asegura que se ha terminado por acostumbrar. No ha sido necesario, como sí lo hizo su vecino, de cambiar su habitación a un sector posterior de la casa.
A lo que no se va a habituar nunca, asegura, es a que quienes visitan el parque estacionen sus vehículos en la puerta de su hogar. Pero en fin, insiste, las cosas se han calmado últimamente.
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