Justo ahí, en la precordillera de San Clemente, limitando en parte con la Reserva Nacional Altos de Lircay, cerca del Descabezado Grande y del Quizapu, huyendo de proyectos hidroeléctricos que saturan las cuencas maulinas, Franz Schubert, austriaco de nacimiento, soñó un santuario de la naturaleza.
Desde hace un tiempo que le interesaba el tema del bosque nativo. Entonces, lo primero que preguntó cuando lo llamaron a Austria mientras andaba en bicicleta, para avisarle de la opción de un terreno que se vendía en la precordillera de San Clemente, fue si existía en sus márgenes este tipo de bosque. Sí, le respondieron, hay bosque nativo. Le dieron otros detalles, como que eran 2 mil 60 hectáreas -a un precio conveniente, que prefiere no detallar-, repartidas en 400 de bosque nativo, 600 de matorral y 1000 de terreno montañoso. Ya, dijo, voy a hablar con unos amigos que podrían financiar la adquisición.
Se trata de un lugar de difícil acceso que posee una naturaleza prácticamente intacta y a la que se llega por senderos cubiertos de maleza en 5 o 7 horas de caminata.
Digamos que Schubert no es músico. Es un empresario que hace unos 30 años se enamoró de la cordillera maulina y desarrolló un proyecto de turismo sustentable. Famosa es su Casa Chueca y famosas son sus excursiones. Vive la mitad del año en Austria y la otra en Chile. También recorre el mundo subiendo y bajando cerros. Una forma de entender la vida que guía sus decisiones, tanto las empresariales como las personales.
Con los datos básicos del terreno, junto a su interés por conservar el bosque nativo y otra idea que le rondaba, fue donde un amigo, Daniel Kraus, también empresario turístico, a ver si le interesaba. La respuesta fue que sí, que contara con él. En la práctica, a través de su fundación sin fines de lucro, a la que destina una quinta parte de sus utilidades, Kraus compró el terreno y lo traspasó, sin costo, a la Fundación TrekkingChile, de Schubert.
Daniel Kraus ha visitado varias veces Chile, subiendo el volcán Ojos del Salado y recorriendo la Región del Maule. Conoce entonces la belleza natural del país y valora su conservación. De ahí su interés por apoyar la idea de Schubert.
La compra del terreno fue el 2019. Este año, a comienzos de marzo, se realizó la tercera expedición al terreno, con el objetivo de verificar si sus características ameritan la idea de declararlo santuario de la naturaleza. Y en solo tres días, expertos invitados por la fundación observaron distintas especies de reptiles, aves y otros animales que permiten pensar en concretar un proyecto de este tipo.
El problema es que no es llegar y declarar un lugar como santuario de la naturaleza. Se requiere de un trámite ante la autoridad competente que necesita tiempo, estudios y dinero. Y con el cambio de gobierno, todo eso está por verse.
Mientras tanto, Schubert sigue adelante con la idea de habilitar en las 2 mil hectáreas una reserva natural a la que ya le tiene nombre: Parque Quizapu. Y como Schubert no deja de soñar, piensa utilizar la reserva como un lugar de protección del pudú, un pequeño ciervo, de hecho, el segundo más pequeño del mundo, que habita, justamente, entre el Maule y Aysén. Proyecto que requiere de estudios para definir la factibilidad de que el pudú pueda sobrevivir en condiciones acotadas, para después liberarlos en el Parque Quizapu.
Tanto la idea de convertir el parque en santuario de la naturaleza como la de introducir el pudú, requieren de financiamiento, el que siempre es esquivo.
En la precordillera maulina no hay espacio solo para proyectos hidroeléctricos, geotérmicos, o incluso mineros, todos extractivos. También hay lugar para gente que sueña conservar el medioambiente, cuidarlo, también aprovecharlo económicamente, pero desde una mirada sustentable.