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REPORTAJE: Talca y su lugar protagónico en la Independencia de Chile

Inéditas investigaciones realizadas recientemente por expertos en el tema, han sacado a luz algunos mitos y yerros que distorsionaron su comprensión, y que permanecieron ocultos durante casi dos siglos, gracias a la acción y complicidad de historiadores que dieron por ciertas afirmaciones sin fundamento, en lo que constituye una preclara falsificación histórica (por Jorge Valderrama Gutiérrez)

Cuadro Jura de la Independencia de Chile. Óleo sobre tela pintado por Cosme San Martín a fines del siglo XIX y ambientado en Talca.

Si bien actualmente no hay dudas que el viernes 12 de febrero de 1818 el Director Supremo proclamó, declaró y juró la Independencia Nacional en Talca -en tanto el general San Martín, Luis de la Cruz y el obispo Cienfuegos encabezaban símil ceremonia en Santiago, y un Cabildo Abierto hacía lo mismo en Valparaíso-, tan solo unos años atrás todo mundo estaba convencido que aquel acto supremo había acontecido en Concepción y/o Talcahuano.

¿Cómo se originó un error de proporciones, que involucró tergiversar la fecha del nacimiento de la República, de su soberanía e independencia, hasta poner “en pie de guerra” a las dos ciudades precedentemente nombradas contra Talca?

Como el lector podrá corroborar a través de este modesto escrito, con el paso del tiempo una sumatoria de “equivocaciones historiográficas” de parte de algunos investigadores se enquistaron en la memoria nacional, deformando dicho acontecimiento fundacional de la República, y eliminando mañosamente el protagonismo de Talca. Entre aquellos que “fijaron históricamente” el mito que en Concepción se declaró la Independencia por primera y única vez… están quienes fueron considerados insignes historiadores. Por razones de espacio, se analizarán sucintamente los argumentos de dos de ellos.

NATURALISTA URUGUAYO

Primero, los de don Carlos Oliver Schneider, naturalista de origen uruguayo que se trasladó a Chile en 1910 (su padre era diplomático y se fue a residir en Concepción), considerado el gran promotor de la tesis penquista. El 3 de diciembre de 1939 publicó un artículo en el diario de Concepción El Sur titulado “¿Dónde se firmó el Acta de Independencia?”, con el objetivo de dar a conocer que el hecho había ocurrido en Concepción.

Sin decir de dónde obtuvo esa información, expresó que hubo tres actas: una, la redactada en Concepción el 1° de enero de 1818; la segunda, manuscrita por el coronel Santiago Fernández y firmada por O’Higgins en Talca después del 22 de enero, pero que lleva data de la firmada en Concepción; y la tercerea, una reproducción autorizada de la segunda mandada a sacar en 1832 por el Presidente Joaquín Prieto, firmada muy posteriormente por O’Higgins y sus ministros (hasta 1973 se conservó en el Palacio de La Moneda).

Para Oliver, que el Acta de Declaración de la Independencia del 12 de febrero estuviese fechada al 1° del mes, se debería a la existencia de un Acta anterior (la primera, según él), “dada a conocer y jurada aquí [Concepción] en esa fecha”. Afirmaciones que no refieren fuente documental, histórica ni legal alguna, ni opiniones de historiadores o eruditos.

Continuando con su relato, afirma que esa Acta se mandó arrojar sobre la empalizada de la fortaleza de Talcahuano, sin mencionar que en esa época existían protocolos para dar a conocer una declaración de Estado tan relevante y formal como la Declaración de Independencia, pero no a través de una “lluvia panfletaria”. Asevera que posteriormente se habría efectuado una ceremonia en la plaza de Concepción, y en la noche una fiesta en la casa del coronel Patiño. ¡He ahí la esencia de su tesis! Como señala certeramente don Cristián Guerrero, Doctor en Historia, “aquí está el origen y el relato de ella en su expresión primigenia, libre de los adornos con que los posteriores comentaristas la han decorado”.

Pero hay más. Curiosamente anexa que “fue firmada sobre un tambor, dice la tradición oral”, para a renglón seguido contradecirse al expresar: “Es posible y algún fundamento habrá para ello. Sin embargo sabemos que siempre la avanzada estuvo cubierta por tropas de caballería, y en ese caso un tambor estaba de más”.

Al respecto, el citado doctor Cristián Guerrero se pregunta: “¿Puede entonces darse plena credibilidad a un relato como este, basado en una tradición que su mismo compilador dice que presenta errores? ¿Puede creerse en un relato que, como su expositor exige a otros de igual clase, no cuenta con soporte documental ni historiográfico? ¿Puede creerse en la seriedad de una exposición en que el autor no está seguro de sus dichos?”.

En 1950, habiendo ya fallecido Oliver -había nacido en 1899-, se publicó su Libro de Oro de la Historia de Concepción, en el que compartía autoría con Francisco Zapata Silva. Si su autor falleció el año anterior y siempre se le ha sindicado como quien fijó el relato en comento, ¿cómo pudo recopilar la información antes de llegar a Chile en 1910?, u otra persona lo hizo, ‘quién…? Una verdadera danza de quimeras.

Acta de la Independencia de Chile expuesta en el Museo O´Higginiano y de Bellas Artes de Talca.

SECRETARIO EN EL SENADO DE LA REPÚBLICA

Y segundo, los de don Luis Valencia Avaria, considerado el mayor exponente de la “tesis penquista”, es decir, de esa corriente de historiadores y de profesiones afines que sostiene que O’Higgins declaró la Independencia de Chile en Concepción el 1° de enero de 1818.  Fue miembro de la Academia Chilena de la Historia y trabajó en el Senado de la República, donde hizo carrera administrativa hasta convertirse en Secretario Jefe de Comisiones, cargo con el que jubiló en 1968. Allí conoció a dos senadores miembros de la Academia que facilitaron su incorporación a ella. A juicio de los doctores en Historia, Lucrecia Enríquez, Cristián Guerrero y Ulises Cárcamo, carecía, por tanto, del rigor metodológico de la disciplina que cultivó sin formación profesional, aun cuando fue considerado un importante historiador nacional.

Sobre la falacia que construyó, contaminando, tergiversando y falseando acontecimientos y documentos, la doctora Lucrecia Enríquez es precisa, y mediante una acuciosa investigación financiada por Conicyt fue desenmascarando una ficción que duró casi 200 años. Las siguientes son algunas de sus trascendentes conclusiones.

En primer término, Avaria nunca mencionó, conociendo documentos sobre ello, que el 12 de febrero de 1818 el Acta de Independencia se declaró y juró en Talca, sino que dató dicho acontecimiento el 1° de enero en Concepción. Dicha Acta es una suposición suya sin ningún sustento historiográfico ni documental, dado que no demuestra su existencia. En tal contexto, puede ser considerado un coautor de la nota que escribió Oliver, transmitiendo una tradición que interpretó “en la medida que la expuso, incluyendo datos extraídos de documentos o textos publicados” (Dra. Lucrecia Enríquez). En segundo lugar, relacionó sus escritos en artículos y libros “con una de las tantas tradiciones orales provenientes de la época de la independencia” que se fijaron por escrito en décadas posteriores (Enríquez, 2018).

Acta de la Independencia que se puede leer en el Museo O’Higginiano yd e Bellas Artes de Talca.

TRES SUPÚESTAS AFIRMACIONES DE O’HIGGINS

Los doctores mencionados (Enríquez, Guerrero y Cárcamo) coinciden en señalar que don Luis Valencia sustentó su tesis basándose en tres afirmaciones explícitas de O´Higgins, encontrándose la primera de ella en el Acta fechada en Concepción, interpretando que la parte del texto que dice: “se jure y quede sellada para siempre la emancipación de Chile. Dada en el Palacio Directorial de Concepción a 1° de enero de 1818, firmada de nuestra mano”, es la primera y única Declaración de Independencia; añadiendo que el 12 de febrero la población de Chile juró el acta de una declaración ya hecha.

Tergiversa a favor de su argumentación la respuesta de O’Higgins a don Luis de la Cruz Goyeneche -Director Supremo Delegado- del 22 de enero de 1818, cuando ordena que se feche el acta retroactivamente y se la sitúe en Concepción: porque no existía aún, se estaba redactando.

El segundo documento atribuido a O’Higgins, es uno fechado en Lima en octubre de 1842, con el título de “Consejos, recomendaciones y advertencias que hace Bernardo O’Higgins, a la vista de su muerte, al Gobierno, Legislatura y a todos los verdaderos amantes de su patria”, al que llamó Testamento Político de O’Higgins. Es uno de dos, ya que otra versión del mismo documento se encuentra en el Archivo Nacional.

Sin embargo, Avaria no transcribió textualmente dicho documento, sino que le cambió el título y lo alteró al publicar una frase al margen dentro de uno de los puntos que se enumeraban (el 12). Tampoco lleva fecha, no tiene firma, no es de puño y letra de Bernardo O’Higgins y no contiene la frase relativa a la fundación de una ciudad en el sitio del campamento en Talcahuano.

En ese contexto, no hay elementos que permitan sostener -señala la doctora Lucrecia Enríquez- que el contenido fue dictado por O’Higgins en el lecho de muerte ni que exprese su voluntad ni nadie lo firma. Es simplemente una toma de notas (apuntes) llena de tachaduras que no puede ser considerado como un testamento político.

¿Pero quién y por qué las estaba escribiendo? Los autores citados deducen que dichos textos, en los que se aprecia un idioma español deficiente, sin concordancia entre género y número, inadecuado usos verbales, pleno de errores y alteraciones, sugiere que fueron escritas o dictadas por un extranjero. Es decir, serían parte de un libro que Mr. John Thomas -secretario de O’Higgins- aspiraba a escribir y nunca terminó, traídos a Chile después de la muerte del prócer.

Y el tercer documento que don Luis Valencia Avaria le atribuye al prócer, es un manuscrito de letra desconocida (documento del que hay tres versiones: dos en el Archivo Nacional y otra en un legajo que la Cámara de Diputados subió a Internet en su Bicentenario), que no es de O’Higgins. Se trataría de una carta dirigida al Presidente Manuel Bulnes fechada el 17 de octubre de 1842, sin rúbrica final, que -para sintetizar- curiosamente una de sus versiones habría sido certificada por un escribano en 1842, documento notarial inexistente y sin origen conocido, como comprobaron los expertos.

Obviamente, existen más evidencias que no podrían ser reproducidas en tan breve espacio, pero que según la doctora Enríquez patentizan que don Luis Valencia Avaria fue un preclaro autor de un caso de abuso de la historia, al atribuirles a los documentos contenidos que no tienen, y haciéndoles querer decir lo que no dicen. Además, tropieza con sus propias palabras, al no quedar claro “si cree que el 1° de enero O’Higgins ‘declaró’ la independencia en Concepción o en Talcahuano, o la firmó en Concepción o en Talcahuano, y si el texto que se arrojó a los muros de Talcahuano fue sin firma o, incluso, no pasó nada en Talcahuano ni tampoco en Concepción” (página 202 Lucrecia Enríquez); pese a afirmar que la declaración de Independencia la había hecho O’Higgins en Concepción el 1° de enero, y que había un Acta de ello, en otro texto afirma que fue por medio de una comunicación que “declaró” la independencia en su campamento en Talcahuano y que en Concepción sólo ocurrió un juramento de defenderla por parte del ejército el 1° de enero quedando sin fecha entonces la declaración como tal y sin Acta, etc. Como se puede colegir: distorsionó un acontecimiento histórico trascendente de la historia de Chile que permaneció “velado” por casi dos siglos, generando confusión en su comprensión, y contribuyendo a su “ocultamiento”. Finalmente, ante un tema tan trascendental, se espera el pronunciamiento de historiadores penquistas y de cualquier otra latitud.

(El autor de este artículo, Jorge Valderrama Gutiérrez, durante más de 15 años, ha escrito numerosos artículos sobre el tema, publicándolos en diarios, revistas y libros; organizado y dictado conferencias, así como yendo en dos ocasiones al Congreso Nacional a defender la tesis que en Talca el Director Supremo declaró, proclamó y juró la Independencia de Chile) 

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