Atrás quedaron esos tiempos en que, junto a Rafael Agustín Gumucio y Bosco Parra, entre otros, fundó la Izquierda Cristiana de Chile. Entre 1989 y 1992 fue el máximo timonel de esa colectividad y militó allí hasta 1996. Desde entonces, su trabajo y participación en política las ha llevado desde la independencia partidaria.
Lejos esos años en que después del Golpe de Estado y con una gran valentía, Roberto Celedón Fernández se enfocó en ayudar a los perseguidos. Mismo coraje con el que debió afrontar -meses después- su detención, junto a su señora, Mercedes Bulnes. Ambos privados de libertad por más de un año, tras lo cual, debieron partir exiliados a Holanda.
Una década después, en agosto 1983, retorna al país, donde compatibilizó -desde distintas áreas- el ejercicio profesional con la lucha por la recuperación de la democracia.
Hoy sus esfuerzos estarán centrados en el naciente órgano constituyente; donde muchos ya proyectan que asumirá un rol protagónico. Su formación en el ámbito constitucionalista, sin duda, les dan un plus; pero también esa trayectoria laboral en la que ha tenido una especial atención a las causas ligadas a los Derechos Humanos y de apoyo a los más vulnerables; quienes por no contar con los recursos económicos, no tenían acceso a la justicia. Con ello, se ganó el respeto de organizaciones y movimientos sociales. La agenda está copada y los tiempos son escasos. Pareciera que faltan horas al día y es que, entre entrevistas, reuniones y la instalación de la Convención Constitucional, las últimas semanas de Roberto Celedón Fernández han sido bastante agitadas.
Así y todo, el abogado y electo constituyente por el distrito 17 con la primera mayoría, sigue fiel a su estilo parsimonioso y se lo toma con calma. Pese al apremio del reloj y los compromisos por cumplir, abre una “ventanita” en su quehacer diario y se entregó al diálogo con Diario Talca.
Más allá de los resultados obtenidos, en su calidad de ciudadano ¿cuál es su sensación ante la instalación de esta convención constitucional?
“Tengo una sensación muy positiva, mucha confianza y esperanza que esto va a ir muy bien. A medida que he ido conociendo a los constituyentes en las sesiones preliminares de trabajo y de intercambio de opinión sobre distintos temas que se refieren a la instalación y al funcionamiento inicial de la Convención, me he formado una alta opinión de las personas que se eligieron. Me parece que es un tremendo acierto la paridad de género, porque la mujer va a ser una contribución muy sustancial y extraordinaria en todo este proceso. Esto es un hecho nuevo para todos, porque pasamos de un concepto -a principios de la transición- como fue la discriminación positiva a la paridad de género, que es infinitamente más rico en contenido y calidad”.
Y eso habla de mujeres con trabajo de bases, empoderadas y con una experiencia que las hace dignas representantes ciudadanas…
“Efectivamente y pudiera dar muchos ejemplos. Me han tocado conversaciones con mujeres de altísima calidad, como Elisa Loncón, del pueblo Mapuche; Isabel Godoy, de los Collas; e Isabela Mamani, representante de los Aymaras, quienes serán un real aporte. Lo propio, creo de las constituyentes del distrito 17, quienes con sus distintas características también son muy competentes. Hay mucha conciencia de ellas, respecto de lo que tenemos que construir y de la importancia histórica de esta convención, entendida como una conquista extraordinaria”.
¿Coincide usted en que estamos frente a un momento histórico para el país y la institucionalidad?
“Absolutamente. Es lo mejor que pudiéramos haber imaginado. Es sin duda una experiencia única, porque nunca antes el pueblo de Chile había podido redactar su Constitución y, esta vez, es con delegados elegidos popularmente (…) El hecho mismo es histórico. Lo mismo es la forma de elección de los convencionales, la participación con plenos derechos de los pueblos originarios y la paridad de género. En su conjunto, es un hecho histórico”.
¿En lo personal, ser primera mayoría regional y segunda a nivel país es para usted una responsabilidad, una carga o el premio a años de trabajo en materia jurídica?
“Como primera cosa yo estoy muy agradecido de la gente. Ahora, para mi es una tremenda responsabilidad, ya que me interesa tener un vínculo permanente con la ciudadanía, porque la participación es también un componente muy relevante. El proceso constituyente no se agota con la elección de los 155 constituyentes, sino que tiene que ser participativo desde el primer y hasta el último instante. Sobre esta materia ha habido muchos diálogos que dan cuenta de una preocupación para que esto sea realmente un momento de encuentro de todos. Y de esa manera, construir una Constitución que perdure por muchas décadas en nuestra vida como Nación”.
¿El actual proceso constituyente tuvo que ver con el estallido social o era un camino que se debía tomar sí o sí, porque había un sistema político e institucional que ya no resistía más?
“Voy a decir una cosa, pero no quiero que suene ofensiva. La Constitución del ’80 fue un ejemplo de construcción para impedir que el pueblo sea Gobierno. Es una Constitución con tantas trabas que demostraba una profunda desconfianza con el pueblo de Chile y una manera de asegurar el poder (…) Se impusieron reglas que dañaron mucho a nuestro país, como es el concepto del enemigo interno, la constitución de órganos que no son plenamente democráticos, la instalación de quórums supra mayoritarios y todo un conjunto de obstáculos, lo cual hacía que muchos de quienes conocíamos esta situación, tuviéramos conciencia -desde hace mucho tiempo- de la necesidad de elaborar una nueva Constitución.
Pero, como procesos colectivos, creo que, en este raciocinio de darnos una nueva Carta Fundamental, tienen mucho que ver mucho las transformaciones sociales y políticos ocurridas después de la transición (…) Esto tiene que ver con los movimientos estudiantiles del 2005 y 2011, con las expresiones feministas y con las frustraciones que fue provocando, progresivamente, esta mala democracia que tuvimos que aceptar para poder iniciar el proceso de transición”.
¿La Constitución del ‘80 -desde su origen y su posterior aprobación- era una norma que venía “torcida”?
“Así es, exactamente. Y por eso, en palabras de un hombre de Talca de una estatura moral, intelectual y profética, como lo era el cardenal, Silva Henríquez, hoy tenemos la oportunidad histórica de recuperar el alma de Chile. Él lo escribió en 1974, cuando no era escuchado y cuando todos los que estaban en el poder lo denigraban (…) Hoy nos reconocemos en la necesidad de construir un país hermano, sin discriminación, sin pretensiones de supremacía de unos sobre otros y que sea un país justo. A los chilenos nos duele y no nos es indiferente la pobreza y la injusticia. Eso es algo que está en el alma nacional”.
El estallido social demostró que la gente no sólo estaba molesta, que hacía una crítica y que era necesario poner temas en la mesa, porque también la ciudadanía expresó sus ganas de participar y hacerlo de manera efectiva. ¿Eso ocurrirá en este proceso?
“Esa participación es fundamental y por eso digo que el pueblo decidió ser el soberano y no delegar la soberanía. Los partidos políticos se ganaron la pérdida de afecto de la gente, porque el pueblo no acepta la corrupción y eso también es un valor muy relevante. Toda esta experiencia de colusión entre el dinero y la política -como se denominó- para el pueblo resultó dolorosa y significó la pérdida de confianza en los actores políticos (…) Tenemos que ser capaces de hacer una regeneración moral del país y de lo que fue Chile antes. El país fue un ejemplo de democracia y de probidad en América Latina, pero eso se perdió. Ahora es tiempo de recuperarlo”.
¿Y esta Convención se puede transformar en la instancia para que la ciudadanía se reencante con lo político, lo cívico y vuelva a creer en sus instituciones?
“Ojalá que también sea un fruto de todo este proceso. Pero para eso, autoridades, partidos políticos e instituciones tiene que estar al nivel de lo que el pueblo exige (…) Al ciudadano no le interesa la pequeña disputa de poder ni la existencia de operadores políticos. Eso no motiva la participación ciudadana; como sí lo hace la buena política, aquella que es altruista y que esté siempre atenta al bien común del país y que busque construir una sociedad distinta, donde la justicia y la libertad estén de la mano”.
Y esa participación ciudadana ¿debe quedar plasmada en la nueva Carta Fundamental, por ejemplo, con la instalación de plebiscitos o el referéndum revocatorio? ¿Es tema para la discusión convencional?
“Es tema absolutamente y es muy necesario. La iniciativa popular de ley, el referéndum revocatorio y los plebiscitos como manera de resolver conflictos entre poderes del Estado, son formas de democracia directa o participativa que tenemos que integrar en nuestra institucionalidad. Eso debe ser así, sin duda alguna”.
¿Los Derechos Humanos debieran ser primordiales y la columna vertebral en el debate convencional?
“Así es. Yo lo creo profundamente. Una de las cosas misteriosas y originales de la pandemia fue entender que. más allá de las diferencias geográficas, culturales, raciales o religiosas, la humanidad es una. Y ese sentido de unidad nos aproxima unos con otros. Y aquí nos une un hecho que es fundante de una nueva cultura, como fue la Declaración de Universal de Derechos Humanos (…) Más allá de todas las diferencias de identidades, todos nos podemos encontrar y eso nos ha llevado a avanzar en los derechos fundamentales, como la vida, la libertad, la integridad física y psíquica; luego, nos encontramos con los derechos económicos, sociales y culturales; y después con los derechos ambientales, de los niños, los adultos mayores e igualdad entre el hombre y la mujer. Estos son todos movimientos de dignidad y de unidad, y es ahí donde se radica la importancia de los Derechos Humanos, porque no son un tema romántico ni del pasado, es lo más importante. Es la construcción más importante que podemos hacer para unirnos como pueblos y así mirarnos con otros ojos”.
Derechos Humanos que forman parte de toda una filosofía…
“Exactamente, es una filosofía. Eso es muy relevante, porque eso nos mide, y es donde la especie humana por vez primera pone ‘un metro’ en las relaciones, es decir, factores que nos miden. Yo soy cristiano y católico y para mí, esto es la expresión del amor al prójimo, y eso implica un cambio muy profundo en todo”.
¿Y desde esa mirada cristiana, imagino que los derechos sociales también deben marcar pauta dentro de la nueva Constitución?
“Son completamente esenciales. Tenemos que terminar con toda una cultura que pone a unos por sobre otros, y eso -por ejemplo- es muy importante en materia de trabajo. En el actual sistema, los trabajadores son subalternos y están en una posición de evidente subordinación respecto del empleador. Entonces, cuando son millones los que están sometidos a unos pocos que tienen, se construyen situaciones de injusticia (…) Hay que fijarse que la primera frase de la actual Constitución señala que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y en derecho; el problema es que nacen, pero no viven libres e iguales en dignidad ni en derecho”.
Y esta crisis institucional que vive el país, con un Tribunal Constitucional (TC) cuestionado, al igual que el Poder Judicial y el Parlamento. ¿También será elemento a considerar en el debate constitucional?
“Más allá de la coyuntura propiamente tal, yo creo que hay que recoger la realidad para mejorarla. Respecto del Poder Judicial, es muy importante lo referido al origen de las autoridades (…) Cuando el actuar político nomina a los magistrados o funcionarios, se introduce una distorsión que daña la necesaria independencia y autonomía de este órgano, que es un Tercer Poder del Estado, el cual tiene que cuidar de la ciudadanía y a la sociedad en su conjunto, y no ser un instrumento al servicio de los que están en el poder. Por otro lado, la integración y cómo se eligen los miembros del TC también es una cosa que termina provocando poca confianza”.
¿El problema entonces es el cuoteo político?
“Absolutamente, porque hoy se hace por cuotas. Uno para ti y otro para mí, lo cual es inaceptable”.
Y en este recoger la realidad y mejorarla ¿es el sistema político otro aspecto a definir, considerando el hiperpresidencialismo existente?
“Efectivamente, aunque no creo que hoy día existan condiciones para establecer un sistema parlamentario, producto del desprestigio de los partidos políticos; pero tampoco es compatible con la democracia ese hiperpresidencialismo. Tiene que existir un equilibrio de poderes entre el legislativo y el ejecutivo que es necesario reponer y establecer”.
¿Apuesta por el semipresidencialismo?
“Hay un correctivo que es muy importante y es que el pueblo sea soberano; por lo tanto, incluir formas de democracia participativa y directa es muy importante (…). Los conflictos de poderes que se producen entre el ejecutivo y el legislativo, tienen un soberano que decide y ese es el pueblo (…). Por otra parte, hay formas de liderazgos que son experiencias nuevas que está viviendo nuestra sociedad; y el papel que ayer jugaban los partidos políticos como canal de expresión y de interés de grupos, actualmente han sido sustituidos por liderazgos colectivos que están validados por la ciudadanía.”
Y si vamos a la realidad comunal, también encontramos un alcalde con supra poderes y a concejales muy mermados en sus funciones. ¿Es también un aspecto que la Convención debiera abordar?
“A mí me parece fundamental y así lo he planteado. Es un tema poco discutido, sobre todo, que lo que hoy día existe como norma constitucional, que regula el primer gobierno local, es muy pobre y se hace necesario enriquecerla (…). Siempre recuerdo que mi primera experiencia política fue en una elección municipal en el año 1963, y ahí la consigna de la Democracia Cristiana (DC) era que el gobierno del pueblo comienza en el municipio; pero hoy no hemos sido capaces de plasmar eso (…). Tenemos que repensar la municipalidad, porque hoy existe un alcalde que como autoridad unipersonal tiene el supra poder, y concejales que, siendo fiscalizadores, no son mandatarios populares reales.
Por otra parte, creo que debemos repensar los gobiernos regionales, porque en la ciudadanía hay cierta aprensión en este proceso de regionalización que se puso en práctica en las últimas elecciones de gobernadores. La gente no tiene confianza en esta figura bicéfala, con un gobernador regional elegido popularmente y el delegado presidencial que viene a reemplazar al Intendente”.
¿Y en este avanzar en dignidad y en derechos el reconocimiento de un Estado plurinacional es también clave?
“Es fundamental y no sólo porque hay una representación de los pueblos originarios en la Convención, sino porque Chile lo tiene pendiente desde hace mucho tiempo. Lo importante es que tenemos el deber y la capacidad de hacerlo ahora (…). Acá no hay una voluntad separatista, pero tenemos que pensar cuáles serán los espacios que les permitan a ellos bregar también por su propio desarrollo, de acuerdo a sus costumbres y tradiciones. Todo eso forma parte de lo que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos denomina el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el cual, no es más que el derecho de un pueblo a decidir sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural, así como estructurarse libremente”.
¿El desafío es construir un Estado unitario en un marco plurinacional?
“En el cómo hacerlo está la pregunta y el desafío. Qué espacio le damos al pluralismo jurídico versus la norma única para todos y a lo largo de todo el país”.
¿Qué mensaje le entregaría a esa gente que espera con ansias o que está atenta a la puesta en marcha de la Convención y que también se sienten parte de este capítulo histórico?
“Hay razones para estar esperanzados y optimistas. Yo les diría que no dejen de participar. En ese sentido, he planteado que todas las municipalidades sin distinción, tienen que ser un punto de encuentro, de diálogo y convocatoria, para participar en este proceso constituyente. Es una enorme posibilidad de crecimiento espiritual, político y moral de nuestro país; y en esto vuelvo a citar al cardenal Silva Henríquez, quien nos habló del alma de Chile. Esa alma de Chile es libertaria y le gusta el orden, pero -por sobre todo- le gusta la justicia. Vamos a sentar las bases para que nuestro país sea una nación justa, respetuosa de la naturaleza y donde la dignidad sea una realidad que se viva».