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SE ENSEÑA Y SE EDUCA por Alexis Lizana

Por mucho tiempo hemos escuchado una frase que ha sido amplificada en contextos educativos: “En la escuela se enseña, y en casa se educa”. La idea detrás de este enunciado es liberar de responsabilidades a quienes tenemos la oportunidad de impactar la vida de niños y niñas e involucrar, al mismo tiempo, a las familias como eje de la formación valórica de los estudiantes.

Cuando analizamos las distintas noticias sobre conflictos dentro de las aulas, peleas entre estudiantes, agresiones a docentes, amenazas en redes sociales y videos que muestran la crueldad de las agresiones, reflexionamos sobre la frase antes mencionada y la pregunta que surge es: ¿Realmente la tarea de educar debe ser sólo responsabilidad de la familia?

La Superintendencia de Educación publicó el 9 de junio de 2023, el documento de Cuenta Pública de la gestión realizada en el año 2022. En este encontramos que durante dicho período se ingresaron 16.160 denuncias de las cuales 9.241 se resolvieron al 31 de diciembre de 2022.  De éstas, el 74,5%, correspondiente a 12.052 denuncias, está relacionada con el ámbito de la convivencia escolar, siendo el maltrato a párvulos y/o estudiantes la temática más recurrente, lo que representó un 47% del total de casos.

Es en este punto donde podemos responder a la pregunta anterior, con un “no”. Como seres humanos no podemos dejar de participar en la formación valórica de los estudiantes, no podemos estar ajenos a los problemas de violencia y acoso escolar, no podemos minimizar la influencia de nuestro actuar en los demás, no podemos estar ciegos ante nuestra responsabilidad intrínseca.

Organismos internacionales dan cuenta de esta realidad. Por un lado, reconocen la violencia escolar como una problemática en aumento en todos los contextos escolares, y por otro, se realian esfuerzos para la promoción de entornos seguros para todos los agentes educativos.

Un número importante de niños y niñas se enfrenta día a día situaciones que atentan contra sus derechos fundamentales, situación que se ve catalizada por los problemas de salud mental que una parte de la población chilena presenta postpandemia. Por lo anterior, ¿podemos afirmar, con la certeza de hacer lo correcto que en la escuela se enseña, y en casa se educa?

En la literatura centífica actual, se señala al respecto que la violencia y el acoso escolar son un complejo fenómeno psicosocial en el que se ven involucrados todos los agentes educativos (estudiantes, padres y docentes), cuyas consecuencias no sólo afectan los centros escolares, sino que también a la propia comunidad.

En esencia, la violencia y el acoso escolar encuentran su asidero en la intencionalidad, la reiteración de hacer daño, un desequilibrio de poder y también en la presencia de una comunidad que puede, por un lado, ser testigo silencioso y validador de la violencia, o romper el silencio y decir que “esto no va más”.

¿Qué podemos hacer? Una de las claves más relevantes se encuentra en la propia comunidad, en los agentes que con su papel se tornan determinantes para frenar las estadísticas tan desalentadoras. La mala noticia es que siempre habrá violentos que busquen imperar sobre otros, pero la buena noticia es que hay muchos que aún no dimensionan la capacidad que tienen para cambiar las cosas, para cambiar las realidades e impactar profundamente en la vida de otros.

Alexis Lizana Verdugo

Director carrera Pedagogía en Educación Básica

Universidad Autónoma de Chile

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