Los agentes inmobiliarios, que antes se llamaban corredores de propiedades, saben que la única manera de convencer a potenciales clientes es ponderando las ventajas de la casa que nos quieren vender o arrendar. Entonces, elogian la ubicación, el diseño, la comodidad y, en especial, la satisfacción y el bienestar que tendríamos, si compramos/arrendamos la casa que ellos nos ofrecen. Publicitan la vivienda mediante fotos de sus mejores ángulos, mapas con los cercanos espacios públicos, gráficos con la eficiencia energética de los materiales con que está construida y, sobre todo, celebran la amplitud de sus habitaciones, donde cabría toda la familia. Como quieren que compremos la casa, intentan convencernos que podría ser una casa para todos.
¿Le suena parecido a algo? Eso de “la casa de todos”, ¿no lo hemos escuchado antes? ¿No era esa la forma en que la ex presidenta Bachelet definió una Constitución ideal?
Mañana, cuando, tras un atrabiliario proceso, la Convención Constitucional finalice su labor entregando el Proyecto que la ciudadanía le encargó, vendrá el tiempo de los “corredores constitucionales”, como podríamos llamar a quienes pretenderán convencernos de que el producto de tanto debate, sahumerios, rogativas, disfraces, duchas y otras “performances”, puede ser, genuinamente, una casa para todos. O sea, a partir de mañana se inicia la “propaganda inmobiliaria”, con la cual muchos tratarán de convencernos de los méritos que, dicen, tendría el mentado proyecto de 388 artículos definitivos, más unas cuantas docenas de transitorios.
Si el Lector me lo permite, le comparto algunos consejos, prácticos, para enfrentar el embate publicitario. Que se iniciará mañana, no obstante que los plazos para la propaganda legal sean otros. Pero, eso a casi nadie importará. La trascendencia de lo que está en juego es tal, que se justifica salirse de cualquier margen. Primero, evalúe de manera crítica todo el material que llegue a sus manos, ojos u oídos. Sepa que quienes lo redactaron quieren convencerlo de que “la casa” que le ofrecen es la mejor a que Ud. y su familia podrían aspirar. Luego, haga preguntas, intente averiguar si el inmueble es lo suficientemente sólido como para resistir el paso del tiempo. Observe las terminaciones y sepa que, siempre, los detalles pequeños pueden convertirse en problemas enormes. Por último, no acepte aquello de “después lo arreglaremos”, porque Ud. sabe que eso nunca pasará.
¿Es, verdaderamente, una Constitución para todos, una “casa de todos”, la propuesta que se entregará mañana? La (buena) idea de la ex Mandataria, cuando definió así la Carta Fundamental de un país, era que en ella tuvieran cabida todos. Que la Constitución fuera pluralista, tolerante y comprensiva de todas las variadas visiones, necesidades y propuestas de la comunidad que formamos. La idea que subyace a la metáfora es la de un documento que contribuyera a la unidad y no a la división. Que los chilenos nos sintiéramos integrados bajo un amplio cobijo común que fuera la Nación chilena y no, como hace el proyecto, disgregados en múltiples naciones “preexistentes”. El proyecto pareciera traspasado por una óptica de reivindicación vengativa, más que de unidad. Parece un desquite, más que un llamado a la unidad.
La demolición de una arquitectura institucional que costó un par de siglos construir, deja atrás la experiencia y el buen juicio de tantos “constructores” (Montt, Balmaceda, Alessandri Palma, Frei Montalva), a quienes se desprecia con una soberbia que descansa nada más que en la ignorancia, como si el pasado no fuera más que oscuridad, alumbrado hoy por las luces de la repentina sabiduría de estos “maestros”, que poco o nada saben de algo. No les haga caso. No se deje embaucar por la propaganda inmobiliaria que ya viene. Sepa Ud. que lo que se pretende es dejarle encerrado en una casa estrecha, mal diseñada, llena de imperfecciones y desajustes, que nunca será propia, digna, ni adecuada.
Rechace la oferta. Esta no es la casa que Ud. quería.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho