¿Qué tiene América que la hace tan víctima de la delincuencia y la violencia? Pareciera que en el resto del mundo no existen niveles tan altos como los de nuestro continente, al que podríamos reducir a Latinoamérica sino fuera por la ola Trumpista que deja la estela indeseada e involutiva de racismo y xenofobia. Ya sabemos que Trump juega con las emociones primitivas de la gente, pero de ahí a que a pocos días de haber ganado las elecciones comiencen a llegarles mensajes de textos a estudiantes afrodescendientes diciendo “has sido seleccionado para volver a cosechar algodón” y que los van a ir a buscar tal día a tal hora en una camioneta morada (Democracy Now!), es alarmante; instala un pánico.
Es curioso que en este continente donde la democracia es la más longeva sea el más inseguro para vivir. Como si democracia, que es todo lo que es América en cuanto a nación, fuese sinónimo de inseguridad, delitos, corrupción y violencia.
Es cierto, acá no sabemos tanto de guerras, exceptuando EEUU, que mejor ya vayamos dejándolo fuera para hacer el zoom hacia Talca. El papel lo dice, Latinoamérica es la región más violenta del mundo (Naciones Unidas. Al 2019 reunía el 37% de los homicidios del planeta). De inmediato, se advierte que no es un tema de inversión, pues la región gasta más del doble de lo que invierte “la media del mundo desarrollado” en estas materias. Y es que, si bien las guerras no nos distinguen, hay un factor que iguala las estadísticas de muertes de los conflictos bélicos: el crimen organizado. Otro “facto” como dicen los estudiantes, es que Latinoamérica es la única región del mundo donde se producen las drogas “ilícitas”, lo que nos invita al instante a pensar en el problema de las legalidades y en cómo Europa, el primer occidentalismo, ha trabajado en ese tema. Por otra parte, y esto es más familiar a nuestro cono sur, Latinoamérica es el continente más desigual del planeta.
¿Tan lejos queda Europa que en algunos de sus países ya no quedan ni cárceles?
Chile es un caso importante, y ha sido protagonista en los fenómenos migratorios de este nuevo siglo, lo que ha llevado a pensar en la calidad del sistema aduanero para controlar a quienes libran los registros y acechan la paz. Sin duda es un aporte cualquier hermano latinoamericano que nutra nuestra cultura, y me alegra que podamos ser un país hospitalario para ellos, pero la delincuencia es otro tema. Los delincuentes son otra clase social, son como la clase política, externos a la sociedad. Eso nos lleva al mapa donde la democracia la maneja la clase política, la clase delictual le da movimiento a esa democracia y el campo de batalla somos nosotros, al medio de ellos dos padeciendo la persecución entre el gato y el ratón.
Chile tiene que estar alerta, Talca debe estar alerta. Es que, si bien no somos ciudad Gótica, ya que no estamos sumidos en la crisis delictual, en vez de dormirnos sin preocuparse del bandolero, debemos enarbolar la atención para potenciarnos como una ciudad segura, hacer de Talca un referente de seguridad en el país. Ideas que han mencionado las candidaturas políticas como la de instalar una escuela de carabineros sería un paso importante para llevar a la capital maulina a dicho pedestal. Sería la primera región en tenerla, para que no solo Providencia posea dicho privilegio.
Me permito fluir: Talca iluminada, a resguardo, con guardias en cada esquina como en Tucumán, o con cámaras en todas las calles como en China. Talca alegre con la gente depositada en las calles, en los cafés, en las librerías, en los comedores, en los teatros y centros culturales. Qué mejor seguridad que los vecinos tomando once juntos en la calle. O haciendo un asado vecinal en la placita pequeña, espontáneo y divertido. Hasta el momento vamos bien, la plaza de armas es nuestro mejor baluarte, siempre habitada, siempre activa, falta contagiar a las concentradas (plaza Cienfuegos), colmarla de energía social, fomentando comercio o cultura, eso depende de la mirada municipal.
Franco Caballero Vásquez