Presidente, le voy a pedir varias cosas.
Primero, gobierne para todos, no solo para los que votaron por usted. Tras el triunfo es una frase común. Sí, voy a gobernar para todos. Pero después la cosa se diluye y volvemos a lo de siempre. La oposición negando la sal y el agua. Y el gobierno haciendo lo que puede. Esto, que parece de perogrullo, es un reto mayor que va contra la naturaleza del político, acostumbrado a la pequeñez de la descalificación y a la falsa creencia de una verdad única.
Presidente, ¿usted quiere cambiar el sistema neoliberal, arrasarlo, sepultarlo y reemplazarlo por uno más justo? Usted entiende que eso es imposible, ¿verdad? A lo más le podrá meter cambios, como se ha hecho hasta ahora. Pero una revolución para empezar de cero es una utopía o una distopía, si le gusta la literatura.
Quizás usted lo tiene claro. Pero, ¿y sus amigos? Nada nuevo bajo el sol, Presidente. Haga memoria, lea, y se va a dar cuenta que los problemas son los mismos de siempre. Y quizás el más recurrente, la distribución de la riqueza.
Hay que hacer cambios, sin duda, el mercado no tiene todas las respuestas. Es cruel y tiende a confiar demasiado en las cifras. El Estado tiene que intervenir, tiene que poner humanidad a los números.
Presidente, en todo caso, le voy a pedir que no se le ocurra copiar a Chávez, a Maduro, a Morales, a Ortega. Todos se han creído lo de la verdad es mía y el enemigo capitalista. Y usted podrá reunir a una mayoría relativa que le va a seguir el juego y cantará canciones popularísimas y gobernará como si todo estuviera bien, como si el éxodo fuera solo una leyenda bíblica, como si la globalización se tratara de viajar a las estrellas.
Le pido, Presidente, que se siente a conversar con quienes ostentan el poder económico, el corazón del sistema capitalista, que logre entender su lógica y que ellos entiendan la suya, la del país, la del pueblo, la de que vivimos en un mismo territorio, y no sirve de nada quedarnos en las diferencias y no dialogar y llegar a acuerdos. Ningún progreso es duradero si no prima el consenso. Ceder no es debilidad, es una mirada necesaria para crecer con sentido, con responsabilidad, con empatía.
Recuerde que todos somos el pueblo. Todos.
Llámeme iluso, Presidente.