3.8 C
Talca
InicioOpiniónSER O NO SER por: Juan Carlos Pérez de La Maza

SER O NO SER por: Juan Carlos Pérez de La Maza

Por algo será que Shakespeare y su inmortal Hamlet tienen la merecida fama, tras siglos de lecturas. Es que, en aquel famoso monólogo, el escritor inglés resume una de las dudas existenciales más poderosas y recurrentes en el alma humana. ¿Es que, acaso, es posible elegir el ser o negarse a serlo, a voluntad? ¿Nuestra esencia está entregada a los caprichos del querer y, por ende, es posible su mudanza a discreción?

Estas reflexiones, y otras de menor precio, las hago a propósito de una pequeña cuestión que revoloteó nuestra política hace unas semanas. Se dijo, entonces, que Jeannette Jara, ungida como la candidata presidencial del oficialismo actual, habría tenido la intención de “congelar” su conocida militancia. No abjurar de su partido, nunca se dijo tamaña herejía, sino más bien atenuar el rigor doctrinario que esa tienda política le exige, pausando dicha militancia.  La intención de tal congelamiento, especulan los analistas, había sido enfrentar la reticencia de muchos a votar por una militante comunista “en servicio activo” y, se sigue especulando, dichas reservas serían menores si la candidata hubiera pausado tal militancia política.

Lejos de adherir o refutar tales especulaciones, el caso me lleva a buscar cuán fuertes o endebles son los cerrojos doctrinarios que los partidos ponen a sus miembros. Y ocurre que, en el caso en cuestión, es posible clasificar los partidos políticos en dos grupos.

Primero, están aquellos que exigen a sus militantes el apego estricto a un haz de principios doctrinarios fundamentales más bien pequeño. Se debe mantener fidelidad sólo a ciertas piedras angulares que conforman la esencia misma del partido y, en el resto de las cuestiones, impera la autonomía intelectual, moral y filosófica del militante, no siéndole exigible adscripción más allá de aquellos fundamentos esenciales. En esos partidos la tolerancia de la diversidad y el respeto por la disidencia son una genuina expresión de democracia interna. Así, en ellos es posible que, ante una determinada circunstancia, dos o más de sus miembros tengan una mirada diferente y, no por ello sean condenados al destierro. Son partidos que entienden que, en materias humanas, y nada hay más humano que la política, es difícil encontrar dos pensamientos completamente iguales. Parecidos, tal vez. Pero nunca absolutamente coincidentes. Y así como la democracia se enriquece con el diálogo entre posturas disímiles, el partido también se enriquecerá con esa pluralidad. Todo lo dicho, eso sí, con la mesura del sentido común. La exageración de la tolerancia puede llevar al partido a ser, nada más, un mero grupo de intereses individuales, cobijados bajo un paraguas vacío de doctrina o de principios comunes. Pensemos, con respeto, en el Partido Justicialista argentino, en el que es bastante difícil encontrar coincidencias sustantivas entre la diversidad de grupos que integran hoy el “peronismo”.

Por otra parte, están aquellos partidos monolíticos, doctrinalmente pétreos y exigentes de un apego estricto a todos y cada uno de los principios que conforman su ideología. Ellos requieren fidelidad absoluta y no toleran miradas diferentes. La discrepancia, por mínima que sea, no se admite en dichos partidos. La disidencia es el peor de los pecados que un militante puede cometer en estas tiendas políticas. El que piensa diferente a la doctrina oficial será rápidamente acusado de perjuro, defenestrado, condenado al ostracismo y, por cierto, expulsado. La apostasía en los partidos doctrinalmente monolíticos, hace muy difícil la aparición de facciones, tendencias o líneas desavenidas. En estos partidos los militantes, desde sus primeros años, aprenden que se está dentro o fuera del partido. Pero nunca, jamás, un pie dentro y otro al margen. El Partido Comunista, sin duda alguna, pertenece a estos últimos. La fidelidad doctrinal de sus integrantes ha sido uno de los factores que, en la adversidad, le ha permitido sobrevivir. Así, ¿podría un militante de un partido caracterizado como el descrito, “suspender” su militancia? ¿Podría decir que, a contar de esta fecha, no adhiero a los principios de los que me he empapado por años, que han sido parte de mi pensamiento político y de mi ser, por mucho tiempo? En fin ¿podría alguien decidir no ser, después de haberlo sido por tanto tiempo?

Pero, finalmente, pareciera que tal aguda decisión no se tomó y la candidata en cuestión seguirá siendo lo que siempre ha sido, sin poner pausa a su ser esencial.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

Mantente Informado
18,801FansMe gusta
9,268SeguidoresSeguir
2,501SeguidoresSeguir
1,130SuscriptoresSuscribirte
Noticias Relacionadas