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“Somos por ahora hijos de la incertidumbre más completa”

“Caminando por la cornisa”, de Ernesto Ottone, editado por Catalonia, explora la compleja transición entre el siglo XX y XXI, marcando los hitos, contradicciones y dilemas de un mundo en constante transformación. Es la lucida mirada de un observador que ha vivido entre ambos siglos (por Mario Rodríguez Órdenes)

“Solo la acumulación civilizatoria contiene a nuestros demonios”, advierte Ernesto Ottone.

Ernesto Ottone Fernández (Santiago, 1938) es sociólogo y ensayista, Doctor en Ciencias Políticas, Universidad La Sorbonne–Nouvelle de París; académico de la Universidad de Chile, profesor honorario de la Universidad Diego Portales, miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Entre sus libros destacamos: “La democracia en la neblina. Un extravío peligroso”, “El viejo puerto. Un ejercicio de memoria”.

Ernesto, caminar por la cornisa tiene incertidumbres y desafíos. Usted avanza por la cornisa, ¿qué mirada tiene?

“Que yo caminara por la cornisa sería lo de menos, lo grave es que el mundo entero camina por la cornisa, vivimos un desfase enorme entre nuestro desarrollo científico y tecnológico y nuestro avance civilizatorio, ético y democrático, con una geopolítica en disputa por nuevas y antiguas potencias. La situación se parece en algo a los años 30 del siglo pasado antes de la Segunda Guerra Mundial, sólo que la capacidad destructiva de hoy es mucho mayor”.

Su niñez transcurrió en una ciudad de provincia, Valparaíso. Y como usted dice: “La ciudad es un puerto con un pasado brillante y cosmopolita, hasta legendario, pero ello era sobre todo un recuerdo de mis padres: la ciudad ya había perdido su impulso propulsivo, sus luces habían perdido lustre; ya había iniciado una decadencia hace varias décadas”. ¿Qué queda de ese Valparaíso?

“Queda la bahía, una de las más bellas del mundo, el encanto de lo que no han podido destruir, una historia extraordinaria, universidades muy buenas. Queda la esperanza que en un momento se retome lo que había descubierto el presidente Lagos, que Valparaíso es un patrimonio universal y que después se olvidó”. 

¿Cómo surge su avidez por la lectura?

“No lo sé a ciencia cierta, me interesaba desde niño más la lectura que la escuela, era un niño normal en todo lo demás salvo que leía con gran felicidad todo el tiempo, eso me hizo viajar y vivir muchos mundos y muchas vidas”.

Al referirse a “Caminando por la cornisa” señala que es un esfuerzo por ver lo que pasa en el mundo contemporáneo desde una mirada laica…

“Efectivamente, creo que es el punto de cierre de más de 40 años por entender qué pasa en el mundo contemporáneo de una manera laica. Uso el término laico a la manera que lo hacen los italianos, no necesariamente en referencia a lo religioso sino más bien a una visión abierta, no doctrinaria, ajena a los prejuicios, donde la opinión del otro distinta a la tuya puede tener siempre algún valor”.

¿El exilio afianzó ese caminar?

“El exilio me abrió al mundo, descubrí que una sociedad más justa socialmente requiere libertad y democracia”.

¿Qué intelectuales lo marcaron por su caminar por el mundo?

De los que conocí, Morin, Touraine, Giddens, Castells, Sen, Savater, de los que sólo leí Bobbio y Sartori, también Aron, en fin, fueron muchos. Fueron decisivos para la construcción democrática de posguerra y su espíritu crítico hacia una revisión del liberalismo clásico o de una construcción del pensamiento socialdemócrata de posguerra, los economistas John Maynard Keynes y Joseph Alois Schumpeter”.

Ernesto, usted vivió años intensos en el siglo XX y ahora galopa en el XXI. ¿Cuál ha sido su fórmula para mantener el equilibrio?

“Procurar pensar con serenidad sin atarantamientos, actuar en consecuencia, escuchar, dialogar, siempre con la historia presente, sabiendo que nada perdura para siempre”.

¿Qué desafíos presenta la inteligencia artificial?

“Los de siempre, toda la creación humana es ambivalente, puede abrir horizontes muy positivos para la humanidad y generar peligros, solo que en el buen desarrollo de la I.A. Está en juego la autonomía de lo humano”.

Habla de las decaídas democracias. ¿Cómo afianzarlas?

El declive de la democracia es muy grave, es imperfecta, pero es el único sistema que protege libertad e igualdad, sin democracia somos ganado humano, no hay sujeto político, para preservarla debe ser capaz de ser además eficiente, los humanos si nos asalta el miedo solemos traicionarla. Es indispensable que las democracias no se sigan desvalorizando, que se extiendan, que no se vuelvan la parte débil del planeta, que ojalá otros países puedan abrazarla. Si los países autoritarios, dictatoriales -sobre todo cuando son grandes y poderosos– resultan ser la mayoría, la guerra se vuelve más cercana. Será imposible mantener un equilibrio pacífico”.

¿Le preocupa la capacidad destructiva del ser humano?

Mucho, pero el instinto es animalesco y rudo en nuestra especie, solo la acumulación civilizatoria contiene a nuestros demonios”.

¿Teme el uso de armamento nuclear como han amenazado algunos dementes?

Claro que sí, cuando hace muchos años en Cuba vi un cartel que decía ‘no le tememos a la bomba atómica’, me pareció más absurdo que temerario. Hay que temerles a los dementes”.

Ya se usó alguna vez. Hacerlo nuevamente. ¿sería el fin de la humanidad?

“Hiroshima y Nagasaki fueron dos bombas pequeñas en relación a lo que existe ahora, se habla de un uso nuclear acotado, ahí entramos en el ámbito de lo desconocido, donde no hay garantías que no se termine en un suicidio colectivo, ninguna. Más aún cuando hay muchos países con armas nucleares y con cuitas pendientes. La humanidad tendrá un fin, tratemos que no sea provocado por los humanos”. 

Escribe: «Dependerá de nosotros, de nuestra sabiduría y de nuestra sensatez si logramos sobrevivir a las pulsaciones bárbaras y a la competencia despiadada, y también el que podamos combinar una competencia civilizada y una colaboración humanista». ¿Tiene confianza?

Tengo el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad como dijo Gramsci”.

¿En qué momento de la vida se encuentra?

 “En un crepúsculo que es inevitable, pero más desagradable cuando se vive, con la suerte de estar en buenas condiciones leyendo, escribiendo y pensando, con mucho afecto en mi entorno que como dijo Bobbio es lo más importante en la vejez”.

¿Vienen nueas publicaciones?

Seguramente”.

Escribe: “El futuro que enfrentamos será un mundo riesgoso, más allá del enorme crecimiento de la ciencia y la tecnología, si no se logra acortar la brecha entre su desarrollo y la ética política. No existe, a mi juicio, otra posibilidad de sobrevivencia deseable”. ¿La podremos alcanzar?

“No estoy seguro si ello se puede lograr, pero creo que hay que intentarlo, aun sin saber sus resultados en aquel limitado largo plazo que nuestra imaginación puede abarcar. No estoy seguro para nada del sentido de la vida y ni siquiera si lo tiene. ¿Quién conoce a ciencia cierta el tremendo misterio de nuestra conciencia, que dura apenas un relumbrón antes de apagarse en el misterio?”.

¿Qué somos ahora?

“Somos por ahora hijos de la incertidumbre más completa. Además, sabemos que nuestro planeta es provisorio, de todas maneras, llegará a su fin. No se trata de perseguir el mejor de los mundos, lo que no es posible para nuestra condición humana; podemos apenas aspirar a un mundo algo mejor, ojalá por algún tiempo”.

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