Confieso que debió ser mi extrema y juvenil candidez la que me llevaba, cada tanto, a creer en los mensajes que me transmitían los “call center”. Por eso, en nuestras largas charlas, a menudo me explayaba en descripciones y argumentos, porque la voz al otro lado del teléfono me había dicho que mi opinión era importante para ellos. Y yo lo creía. Pero como hasta la inocencia tiene un límite, desde ahora nunca más confiaré cuando me digan algo así. Lo único que me conforma es que decenas de miles de chilenos me acompañan en esta repentina pérdida de inocencia. Mal de muchos, debe ser.
La cosa comenzó cuando la Convención Constitucional, aludiendo a sus convicciones democráticas “hasta que duelan”, estableció un sistema de iniciativa popular de normas, como le llamaron. La idea, que dijeron que se les ocurrió solitos, aunque existe desde siglos, era que el pueblo, más bien “los pueblos y naciones”, como gustan decir, podría presentar propuestas en determinados temas de interés constitucional. Por cierto, para no dar lugar a un arrebato normativo incontenible, las propuestas deberían tener un respaldo popular sustancial. La Convención no usaría su valioso tiempo para estudiar propuestas anónimas. Así, cada propuesta debía presentarse acompañada de firmas, suscritas ante Notario. Los convencionistas saben de eso.
Con el sistema antes descrito, se presentaron cientos de propuestas. 2.496, para ser más exactos. Tuvieron el respaldo de casi un millón de ciudadanos, lo que habla muy bien de este ejercicio democrático directo. Nunca habíamos tenido algo así, por lo cual, “los pueblos” se dedicaron a vaciar en estas iniciativas populares todas sus esperanzas y anhelos más sentidos. Por supuesto que la Convención debió poner un filtro cuantitativo. Para ser estudiada, la propuesta debía contar con un respaldo, al menos, de 15.000 firmas, lo que es entendible considerando el poco tiempo disponible. Por esto, fueron 78 las iniciativas populares que lograron superar esa cantidad de patrocinios. Muy variadas en su contenido, la mayoría correspondió a Derechos Fundamentales (46), 15 a Medio Ambiente y 5 a Principios Constitucionales, repartiéndose el resto en temáticas distintas. El mecanismo logró representar la amplia y diversa gama de intereses y valores que tiene la ciudadanía. Resulta interesante, le sugiero que lo haga, observar la temática de las iniciativas. Hay de todo. Defensa del derecho preferente de los padres a elegir la educación de sus hijos; Derecho a la vida; Defensa de la libertad religiosa; Por el agua, los derechos de la naturaleza y los glaciares; Incorporación de los animales a la Constitución; Por una minería sustentable; Nacionalización de la Gran Minería; salud mental gratuita; Cárcel para Piñera; Una educación feminista para Chile; Derecho a la muerte digna; Derecho a la educación musical. Hay un largo etcétera que incluye propuestas “de nicho”, vale decir proyectos de un grupo específico y militante, otras más bien de sentido común y muy transversales, y algunas de muy difícil clasificación.
Las propuestas que concitaron más respaldo fueron: la denominada “Con mi plata no”, que logró nada menos que 60.850 firmas. Le siguió “Libre derecho sobre la propiedad privada”, con 47.892 patrocinios; “Cannabis a la Constitución”, con 44.330; “Iniciativa popular de apoyo al aborto”, con 38.200 firmas y “Banco Central autónomo”, con 37.603 respaldos. Estimo que en estas cinco propuestas se concentra, muy nítida, la esencia del momento social que vive nuestro país. Su diversidad valórica se ve reflejada en que, mientras una propuesta defiende la familia y su derecho a educar, otra apoya el aborto libre, sin causales ni plazos. Pero, a la vez, se aprecia en ellas la solidez en la defensa de la propiedad privada, sea de los ahorros previsionales u otras expresiones de aquel derecho. Por último, la propuesta de consagrar constitucionalmente el acceso a la marihuana como un derecho, muestra una sociedad extremadamente distinta a la que, con similar fuerza, aboga por la prudencia macroeconómica asegurada en la autonomía del Banco Central.
Pero, los aires democráticos llegaron hasta ahí. La Convención rechazó, sin más, la propuesta más respaldada. Luego, rechazó también la segunda con más apoyo popular. “A veces, hay que escuchar al pueblo” dijo el Puma Rodríguez entre aplausos hace muchos años. “Su opinión es importante para nosotros” dicen en los call center. Pero ya no les creo. Y a la Convención, menos.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho