Primero que cualquier otra tarea: acostumbrarnos a poner correctamente la fecha y no seguir escribiendo 2021 en correos, compromisos, discursos o columnas. Luego, una vez acostumbrados a la idea de que el infausto año anterior por fin pasó, abocarnos a definir tareas y priorizar quehaceres. Eso lo hará cada quién en su propia agenda, sea de papel, como las de antes, sea digital, como las de ahora, sea en la simple cabeza que fielmente portamos desde chicos. Y, como seguramente cada uno de los cometidos y objetivos serán íntimos y personales, más vale dejar esa dimensión privada hasta ahí. No hagamos público algo que más tarde podríamos lamentar. Pero, como el tiempo y el pedacito de eternidad que llamamos año no sólo es propiedad privada de cada uno, sino que lo compartimos con millones de prójimos, conocidos o no, cabe la posibilidad de compartir una agenda pública con ellos.
¿Qué labores ocuparán nuestros días, en este año nuevecito y casi sin recorrido?
En política, acostumbrarnos a un nuevo gobierno que, al igual que todos los anteriores, dedicará una parte de su tiempo a decir que todo está mal hecho y, a partir de ahora, la nueva administración lo hará bien. Aprendernos las flamantes nóminas de autoridades, llenas de nombres distintos, pero apellidos bastante parecidos. Habituarnos a rituales nuevos, a fechas conmemorativas diferentes, a siglas de organismos desconocidos y una geografía política en continuo cambio y acomodo. También, entre las tareas políticas de este año, habrá que seguir con entereza encomiable y templanza ejemplar, los debates ardientes y las polémicas inflamadas en la Convención Constitucional. Esta labor, a medida que transcurre el año que iniciamos recién, se irá haciendo cada vez más exigente con nuestra paciencia y nuestra capacidad de asombro, hasta que llegue el momento de votar, obligatoriamente esta vez, y aprobar o rechazar lo que los convencionistas nos presenten como proyecto de nueva Constitución.
En economía, también habrá que acostumbrarse a un fenómeno nuevo para muchos y conocido para pocos: la inflación. Millones de chilenos nunca han vivido con inflación. Los nefastos y sombríos 30 años anteriores nos habituaron a vivir sin inflación, estabilidad monetaria y equilibrio fiscal. ¡Una lata! Que, (des)afortunadamente pasará y nos traerá, para abril o para mayo, unas cifras de incremento inflacionario desacostumbradas. Habrá que familiarizarse con las alzas de precios, las peticiones de reajuste de sueldos y las vitrinas sin precios. La tarea, este año, es prepararnos para ser como los argentinos, pero sin tangos ni buen fútbol. Habrá que habituarse a observar el valor del dólar, de la Unidad de Fomento y de cuánto nos subirá, este mes, el dividendo de la casa, la cuota del auto y la colegiatura de los niños. Este 2022 se empeñará en enseñarnos lo que es vivir si Ingreso Familiar de Emergencia, sin retiros de 10%, ni bonos, ni subsidios, que disfrutamos tanto y nos hicieron tanto mal.
En cultura también habrá tareas para este año. Partiendo por el lenguaje, que habrá de ser inclusivo hasta que duela. O aburra, lo que pase primero. Eso de todas, todos y todes, será una norma de severa sanción y entrevero interminable. Habrá que practicarlo. Igual cosa con las nuevas expresiones de arte, del clásico y aburguesado como el teatro, la música o la pintura y los otros, más ciudadanos, populares o callejeros, que tendremos que aprender a apreciar, valorar y financiar. Nunca criticar, que la crítica es una expresión del pasado autoritario y patriarcal. Lo que corresponde a este 2022 es justificar, excusar y hasta exculpar, pero jamás juzgar ni calificar. Este nuevo año tendremos que amoldarnos a presenciar ocurrencias televisivas tan geniales como ignotas. Sin farándula ni realities, y sin foros políticos que mezclaban con singular agudeza ambos géneros en la televisión matinal del año que terminó, vendrá el tiempo de creaciones singulares, proezas del arte de birlibirloque que mezclarán la economía con el malabarismo, la política con la pantomima y la cultura con la prestidigitación. En un mismo programa, la astronomía con la astrología, el médico y el curandero, el político y el charlatán. Habrá que verlo, que en este año que se inicia, dicen, todo podrá ser posible. Incluso lo imposible.