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“Tenemos la posibilidad de que la Constitución sea un proyecto de la derecha. Y eso es muy grave”

La reciente publicación de “El viento conoce mi nombre” muestra a Isabel Allende con la pasión de siempre por la escritura. “Mi idea es contar la historia de las personas que han sido silenciadas, de las mujeres, de los niños, pobres, de los derrotados”, enfatiza (Mario Rodríguez Órdenes y fotografía de Lori Barra)

“Ya no viajo por trabajo a ninguna parte. No hago ni la mitad de las cosas que hacía antes”, reconoce Isabel Allende.

Nuevamente Isabel Allende ha escrito una novela conmovedora, donde el desarraigo y la vulnerabilidad es el hilo central. Se trata de “El viento conoce mi nombre” (Penguin Random House, 2023). El relato entrelaza el pasado con el presente para contar una historia sobre el sacrificio que hay tras la decisión de los padres para poner a salvo a sus hijos, sobre la sorprendente capacidad de algunos niños para sobrevivir a la violencia, sin dejar de soñar y sobre la tenacidad de la esperanza, que puede sobrevivir incluso en los momentos más oscuros.

Diario Talca tuvo acceso el pasado 13 junio al lanzamiento mundial de la novela que se realizó mediante una rueda prensa, vía zoom. La novela comienza con la historia de Samuel Adler, un niño judío austriaco que, tras la “Noche de los cristales rotos”, ocurrida durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, es enviado por su madre a Inglaterra, a través del programa Kindertransport, que salvó a miles de niños durante el Holocausto. Nunca más volverá a ver a su familia.

Ocho décadas más tarde, Anita Díaz, de siete años, sube con su madre a bordo de un tren para escapar de un inminente peligro en El Salvador y exiliarse en Estados Unidos, como antes hicieron otros que lograron escapar de una de las matanzas más crueles que aún hoy se recuerda: La masacre de El Mozote, en 1991.

La llegada de Anita y su madre a la frontera mexicana coincide con una nueva política gubernamental de Estados Unidos, que las separa, y Anita queda sola en un mundo lejano que no comprende. Asustada, desorientada y obligada a la orfandad, Anita se refugia en Azabahar, un mundo mágico en su imaginación. Mientras confía en la asistente social Selena Durán y el abogado Frank Angileri, dos luchadores de una ONG, que logren reunirla con su madre y ofrecerle un futuro mejor.

Isabel, señala que el tema de la migración “está flotando en el aire…”

“Efectivamente. Y no solamente en Chile y en los Estados Unidos, sino que en todas partes. Ahora hay millones de refugiados en Ucrania. Es un problema global. Lo que sucede es que, como ahora afecta a Europa, llama más la atención”.

¿El personaje de Samuel Adler es gravitante?

“Había visto en la televisión entrevistas a algunos sobrevivientes del Kindertransport, esos diez mil niños que salieron para Inglaterra. Hace algunos años vi una obra de teatro en Nueva York que se llamaba Kindertransport y era sobre este tema. Esta historia ha estado en mi memoria por años. En la novela, Samuel Adler es un nonagenario músico que se cruza en el camino de Anita y decide recibirla en su casa, porque su historia le recuerda su propia historia”.

¿Cómo trabajó la escritura de la novela?

“Primero, mucha investigación. Después de tener una sólida información fue cuestión de ir armando la novela, escribirla. Y eso es lo que a mí me apasiona”.

¿Es una novela muy cercana a su propia biografía?

“Mi condición de ser una persona desarraigada me permite tener más empatía y comprensión por lo que le sucede a la gente. Nadie deja su casa, su idioma, su familia, sus hijos, para irse a otra parte, si no es por absoluta necesidad. Y es muy distinto ser una persona que pide asilo o un refugiado que un inmigrante, porque el inmigrante generalmente es una persona joven que decide irse para mejorar su vida y que no mira para atrás, no está pendiente del pasado, está pendiente del futuro. En cambio, un refugiado es una persona que tiene que salir por necesidad y lo único que quiere es volver”.

El racismo cruza la novela…

“La amenaza del racismo en el mundo es real, pero en la actualidad tenemos más herramientas para progresarlo y enfrentarlo”.

En 1996, Isabel creó la Fundación Isabel Allende, que empodera a mujeres y niñas internacionalmente, y a través de la cual da apoyo a organizaciones y personas que trabajan en la frontera de Estados Unidos con México, en las que se ha inspirado esta historia. Una fundación en memoria de su hija Paula quien, durante su corta vida, trabajó de voluntaria en comunidades marginales en Venezuela y España, ofreciendo su tiempo, su dedicación total y sus habilidades como educadora y psicóloga. “Creo que una mujer sola es vulnerable. Juntas somos invencibles”, señaló.

Isabel Allende Llona nació en Lima, Perú, en 1942. Pasó la primera infancia en Chile y vivió en varios lugares durante su adolescencia y juventud. Después del 11 de septiembre de 1973 se exilió en Venezuela, y, desde 1987, vive como inmigrante en California. Se define como “eterna extranjera”. En 1982 su primera novela La Casa de los Espíritus, la lanzó al estrellato mundial. Ha sido el comienzo de una vasta obra que ha sido traducida a cuarenta idiomas, siendo la escritora más leída en lengua española.

Entre sus premios ha recibido el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010; el Premio Hans Christian Andersen en Dinamarca, en 2012, por su trilogía Memorias del Águila y del Jaguar y la Medalla de la Libertad en los Estados Unidos, la más alta distinción civil, en 2014. En 2018 se convirtió en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en los Estados Unidos por su gran aporte al mundo de las letras.

Hasta hace algunos años los viajes a Chile de Isabel eran frecuentes. Era la oportunidad para estar con Francisca Llona, su madre y Ramón Huidobro, su padrastro, con los que tenía una estrecha y fecunda relación. Pero la muerte de ellos cambió ese ritmo. Miles de cartas quedaron como testimonio del intercambio casi diario de Isabel con su madre. Pero estas cartas no se publicarán, por pedido de su madre, ya que eran cartas personales y “mi mamá quiso que quedaran en ese ámbito. Cuando yo no esté mí hijo Nicolás será el responsable de destruirlas”.

Ya el año 2015, Isabel decidió cambiar radicalmente su vida: “Ya no viajo por trabajo a ninguna parte. No hago ni la mitad de las cosas que hacía antes, ni conferencia ni paneles. Ni seminarios ni clases. Todo eso se fue. Cuando me preguntan, ¿cuándo te vas a jubilar?, yo respondo que estoy jubilada de todo lo que no quiero hacer y sigo haciendo lo que me gusta”.

Sus libros suele comenzarlos el 8 de enero…

“Todos mis libros los lanzo el 8 de enero. Me lanzo en una historia donde los personajes en principio son borrosos, pero paulatinamente van contándome sus historias. No tengo mapa ni guion. Es pura intuición, cometer errores y encontrar callejos sin salida. Y, por cierto, trabajar mucho los textos. Hay escritores que tienen todo programado antes de empezar la primera frase. Quisiera ser uno de ello, pero no me resulta”.

Sus temas son recurrentes…

Siempre escribo los mismos temas: el amor, la muerte, la justicia… Siempre temas que tengan que ver con las mujeres. La historial oficial la escriben los vencedores, generalmente hombres blancos. Mi idea es contar la historia de las personas que han sido silenciadas, de las mujeres, niños, pobres, de los derrotados”.

Su reconocimiento literario en Chile no fue inmediato…

“Me costó el reconocimiento en Chile. Ocurrió cuando recibí el Premio Nacional de Literatura”.

¿Cómo aprecia el proceso constituyente que se vive en Chile?

“Lo veo con mucha preocupación. Cuando llegó a la presidencia el proyecto de Boric venía con un gran entusiasmo popular por cambiar el país. Una visión del país con paridad de género, con inclusión, con diversidad, con preocupación por el planeta y la naturaleza, por tantos temas que hacían que el proyecto anterior de constitución fuera la más progresista del mundo y que era un proyecto para Chile. Es un país el que se detiene y dice: ¿Qué país queremos? Y este crea un sistema, una constitución para ese país inventado, imaginado. Bueno, eso se fue al diablo y entonces tenemos ahora la posibilidad de que la Constitución sea realmente un proyecto de la derecha… Y eso es muy grave. Pero, bueno, las cosas van en zigzag. Es la ley del péndulo que va y viene. En los años de mi vida yo he visto que la humanidad progresa, evoluciona, pero con culatazos y retrocesos”.

Foto 1:

 

 

Foto 2: Ya es una tradición que Isabel Allende comience sus libros el 8 de enero.

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