Cuando se pide que los estudiantes trabajen en equipo, se espera que haya una buena organización, sin embargo, eso no siempre pasa y en ocasiones termina siendo un trabajo angustiante.
Existen dos tipos de grupos de trabajo: los formados por los mismos estudiantes, generalmente reunidos por afinidad, donde la comunicación tiende a ser más fluida y los grupos asignados por los académicos, para que trabajen con compañeros(as) que tal vez no han compartido ni un saludo.
A menudo estudiantes reportan sentirse cansados, agotados, sin energía; especialmente en semanas de evaluaciones. Pese a ello, el mayor agotamiento no se produce en la evaluación individual, sino más bien, en la grupal, donde se pretende que trabajen de manera equitativa y eso no sucede. Hay casos en los que uno o dos integrantes asumen la labor de todo el equipo, lo que sin duda es un problema, ya que muchas veces deben resolver a contra reloj.
Durante el último tiempo escuché varias veces la frase “es tan injusto”, “siento que descansan en mí”, estudiantes mencionando que tienen ansiedad, colon irritable, trastornos del sueño y/o alimenticios, lo que no está vinculado solo al encierro de la pandemia, sino más bien a la suma de factores estresores, entre ellos, querer cumplir con un trabajo que se pone cuesta arriba, lidiar con el pensamiento que esto no lo debería estar haciendo solo(a), atormentarse con la idea que finalmente van a regalar una nota y no ven esfuerzo ni preocupación por parte de los demás integrantes de este mal llamado equipo.
He ahí la importancia de enseñar a los niños y jóvenes a comunicarse de manera efectiva, a idear un objetivo en común donde todos aporten desde sus habilidades, ya que esto ayudará a trabajar en equipo de manera positiva.