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Un Kínder-sorpresa

Durante la semana que termina nuestra Cámara de Diputados volvió a sorprendernos. Y no ha sido una de esas ocasiones agradables y bienvenidas, como cuando Ud. obsequia un juguete o una golosina a un niño y observa su carita de felicidad y satisfacción. Por el contrario. Ha sido una de esas oportunidades tristes y lamentables, que en los últimos tiempos han abundado, que nos permiten apreciar con claridad que los criterios e intereses partidistas de algunos, priman sobre el provecho de todos. Mezquindad se llama a eso. Porque la Cámara ha rechazado el proyecto de ley que hacía del Kinder (el segundo nivel de transición) un año escolar obligatorio, tal como lo dispuso una reforma constitucional aprobada con alto apoyo en 2013 y que, ahora, se pretendía implementar para su efectiva concreción.  Lo sorprendente del rechazo parlamentario es que no se ha basado en consideraciones técnicas, económicas o jurídicas sino, más bien, en argumentos políticos y de la contingencia. Estrechez de miras se llama a esto.

¿Cómo puede rechazarse un proyecto de ley cuyo propósito es asegurar el acceso universal a ese nivel de educación pre-escolar? ¿Cuántas veces hemos escuchado decir a nuestros políticos, transversalmente, que la igualdad de oportunidades debe asegurarse a una edad temprana? ¿No está, acaso, suficientemente demostrado que en los primeros años de vida se ponen las bases del desarrollo cognitivo de los niños? Y que, por tanto, debe propenderse a garantizar que todos los niños, independientemente de cualquier consideración, accedan a la educación preescolar. ¿Será que los 61 diputados que votaron en contra (y los 5 que se abstuvieron) no entendieron que se trataba de una norma que buscaba, precisamente, “igualar la cancha” como tantas veces dicen, y garantizar que todos los niños tengan mayores posibilidades de desarrollo de habilidades sociales, cognitivas, emocionales y culturales?

Diputados que, suponemos, reflexionaron profundamente y pusieron sus intereses políticos y partidistas, por un lado, y los intereses superiores de los niños, por el otro, finalmente optaron por lo primero. En palabras del diputado presidente la Comisión de Educación de la Cámara “La idea de legislar sobre la obligatoriedad (del Kinder) no era oportuna por el momento político” Y yo digo: ¿cuándo será un momento oportuno? ¿Cuándo los niños tengan 10 ó 15 años? Agregó el diputado Venegas: “A seis meses de que termine el Gobierno y en medio del debate constitucional, donde podrían cambiar las bases del sistema educacional, no parecía oportuno avanzar en esta propuesta”. Insisto: ¿cuándo será oportuno? ¿Cuándo se termine de redactar el proyecto constitucional? ¿Cuándo se apruebe (o rechace) el proyecto? ¿Tanto podrían cambiar las bases del sistema educacional como para no hacer necesario el Kinder? Y, finalmente, el diputado que es nada menos que Profesor, concluyó declarando: “Comprendo que el Ministro (de Educación) esté frustrado… pero esas son las reglas del juego”. ¿A qué juego se referirá el Honorable diputado? ¿A jugar con el futuro de los niños? ¿A hacerles esperar 8 años, desde que se aprobó la reforma constitucional? ¿A celebrar el proyecto y luego a rechazarlo? Recordemos que este diputado, en sesión del 17 de julio de 2013 dijo: “… apoyamos entusiastamente el proyecto, porque creemos que va en la línea correcta. La evidencia, nacional e internacional, demuestra que la inversión de mayor rentabilidad social es la que se hace en educación preescolar o parvularia.” Sin duda no se puede haber descrito mejor los méritos del proyecto. Que ahora se rechaza. Pero no fue el único. Otra diputada señaló en el debate que lo votaba en contra porque el proyecto no garantizaba el acceso de niños de zonas rurales o alejadas a establecimientos preescolares. Es decir, como no todos pueden acceder, mejor que no acceda nadie.

La discusión política y la legítima discrepancia son esenciales en la democracia, pero también lo es el deber de quien detenta el poder político, de ejercerlo en favor de las personas. Y, en este caso, no se ve cómo podría favorecer a los preescolares chilenos rechazar un proyecto que, en palabras del presidente de la Comisión de Educación de la Cámara: “Si bien las desigualdades no se resuelven con esta medida, sí ayuda a emparejar la cancha para brindar oportunidades desde la primera infancia, clave, según lo demuestra la investigación educacional, en el desarrollo del aprendizaje escolar y emocional futuro y de la capacidad para desenvolverse con éxito en la vida.”   Y, dicho esto, los diputados votan en contra. O sea, un Kínder-sorpresa.

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