Una de las expectativas interesantes del proceso constituyente es que desde la futura Carta Magna emanarán las reglas que, dentro de un conjunto amplio y con diversos efectos, abrirán posibilidades para el desarrollo y modernización de las ciudades.
Me refiero a una plausible transición de un urbanismo neoliberal a un tipo de urbanismo que aún no podemos proyectar y definir a priori, pero del cual se espera la emergencia de un urbanismo más atento a las realidades que afectan a colectivos de adultos mayores.
Esta situación es motivo de discusión desde las esferas políticas y académicas, pero no está claro cuál podría ser el futuro de las ciudades de la Región del Maule en una hipotética sociedad postconstituyente en las que las regiones tendrán más poder y competencias para definir el desarrollo de sus ciudades.
Las búsquedas de hipótesis nos conducen a proyectar escenarios que desbordan las posibilidades de los instrumentos de medición o simulación. Podemos pensar el urbanismo de los cuidados, urbanismo inteligente, urbanismo sostenible, urbanismo digno o el urbanismo cyborg. De lo que sí estamos seguros es que hay una característica que tendrán las ciudades de la región: estarán habitadas principalmente por adultos mayores.
Dentro de un conjunto de procesos de renovación urbana, a través del nuevo marco institucional, será factible evolucionar efectivamente hacia un desarrollo urbano caracterizado por infraestructuras y tecnologías diseñadas para colectivos de adultos mayores: el urbanismo sénior. Esto apoyado en el índice de envejecimiento que nos da una idea del impacto socioterritorial del fenómeno demográfico.
Aquí puede hallarse una fuente de modernización de las ciudades de la Región del Maule y de Chile, llevándonos a pensar en un planeamiento urbano que haga posible el envejecimiento activo, a través de servicios de proximidad también para zonas urbanas dispersas.
En este sentido, la telemedicina, telecuidado, las experiencias de cohousing, diseño de zonas de descanso son medidas que ya se han aplicado en otros países, que en el caso de las ciudades de la región se tendrán que combinar con una red de servicios de protección sanitaria y socioeconómica de proximidad. Esto, con la implantación de la accesibilidad universal en la vía pública, la proximidad en los sistemas de transporte, el despliegue de una arquitectura para alojar cartera de servicios de cuidado en los que la salud, el ocio y la inclusión, entre otros, tienen especial relevancia.
Muchas de estas innovaciones han estado sucediendo desde hace tiempo, a través del desarrollo normativo de la accesibilidad universal con la Ley 22.422/2010 o el impulso de “Ciudades amigables con personas mayores”, una iniciativa que se enmarca dentro “Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las personas mayores” que ha creado la Organización Mundial de la Salud (OMS) atendiendo al progresivo envejecimiento de la población y que en Chile es dirigida por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), impulsando diferentes medidas que tienen como trasfondo el desarrollo urbano orientado al proceso de envejecimiento demográfico.
También se puede destacar el programa de Rutas Accesibles, impulsado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU), que consiste en realizar intervenciones en zonas de alta afluencia, en las que se aplican estándares de accesibilidad universal que benefician al conjunto de la población, no solo a los colectivos con discapacidad o movilidad reducida.
Son procesos que desde hace años vienen construyendo futuros urbanos, pero que con nuevo marco institucional será posible -quizá- acelerar y generalizar. El envejecimiento demográfico es una oportunidad para la innovación y el desarrollo económico: se pueden introducir algunas políticas o programas de intervención para atraer inversiones, proyectos y población joven para -anticiparnos- a posibles procesos de despoblamiento.
Dr. Marcos Cereceda Otárola
Instituto de Desarrollo Sostenible (IIDS)
Universidad Autónoma de Chile