Cien años está cumpliendo la Diócesis de Talca -en rigor lo hará el próximo 18 de octubre– y parece oportuno conocer cómo ha sido esta trayectoria y los desafíos que tiene por delante la Iglesia Católica, encabezada en este caso por el obispo Galo Fernández. Familia, justicia y equidad aparecen como temas prioritarios.
En conversación con Diario Talca, el prelado valoró cómo se vive la fe en el mundo rural, existiendo una rica historia común.
También se refirió a la crisis vivida por la iglesia a raíz de los casos de abusos sexuales, indicando que “no tenemos alas, ni somos ángeles, y en las comunidades cristianas hay seres humanos que de repente tienen momentos en que florece una parte negativa de nuestro ser”.
La diócesis de Talca va a cumplir 100 años el 18 de octubre, y es una fecha importante, para hacer una suerte de repaso, de balance y conocer ¿en qué pie está hoy la diócesis de Talca?
“Ante todo, un saludo y agradezco la posibilidad de ocupar estas pantallas para compartir un poco lo que significa que nuestra diócesis cumpla 100 años. Es un acontecimiento. Tenemos muy claro que la Iglesia está presente todavía mucho antes, desde el comienzo del proceso de la conquista estuvo la presencia de la Iglesia de un modo muy significativo y en el origen de todos nuestros pueblos, ciudades, la presencia de la Iglesia fue significativa y en algunos casos determinante. Pueblos que se crearon en torno al templo, al convento, no en vano está el nombre San Agustín de Talca, que eran los Agustinos, los Franciscanos en Curicó, así que se cumplen 100 años desde el acto jurídico en que se establece la autonomía de la diócesis de Talca respecto de la arquidiócesis de Santiago, de cuyo territorio formamos parte, y es un buen momento para mirar lo que ha pasado en estos 100 años y de algún modo asumir el desafío de ser una Iglesia viva, servidora, también para este tiempo”.
Y con una conexión especial con la ruralidad, porque estamos en una región evidentemente rural, en donde la Iglesia siempre ha estado muy cerca del campesinado.
“Nuestra diócesis, que en rigor es de Talca y Curicó, abarca las dos provincias, casi en su plena extensión, tiene un territorio rural muy vivo. Nuestra región del Maule es de las regiones donde hay mayor ruralidad, es decir, vida rural, familia, poblados que habitan en ese marco, y por eso la historia de la diócesis ha estado muy marcada por el compromiso con el mundo rural. Lo fue durante la historia, obispos como don Manuel Larraín, don Carlos González en particular, incluso don Horacio Valenzuela, tenían una fuerte inclinación hacia el mundo rural y desplegaron muchas acciones que fueron muy significativas. La Iglesia se comprometió con la posibilidad de ofrecer estudios al mundo del campesinado, donde había un porcentaje de analfabetismo gigantesco, había quienes miraban con inquietud, porque no les parecía bien que el campesino aprendiera a leer, escribir, sumar y restar, y la Iglesia tuvo un compromiso muy fuerte, de algún modo lo que se llamó la redención del campesinado. Y hoy día también, como Dios existe, seguimos con una presencia muy viva de las comunidades en el mundo rural, las parroquias, la cantidad de capillas. Las capillas del mundo rural son al mismo tiempo sedes de juntas de vecinos, son lugares de todo tipo de cosas. Y lo otro que es muy precioso es la tradición religiosa campesina. Esta semana estamos celebrando a la Virgen de las Mercedes en el santuario de Limávida. Convoca una multitud gigantesca y es como silenciosa para el mundo de la ciudad, pero el campo vibra en torno a ella. Hemos tenido en estas semanas también la visita de la Virgen del Carmen, una imagen que es de la iglesia más antigua de nuestra región y uno de los templos más antiguos de Chile, de 1580 se dice, Huenchullamí. La imagen de la Virgen, que data de 1600 y tanto, esa imagen anda recorriendo y genera una acogida en todos los lugares. En el campo hay una sensibilidad religiosa, pero una sensibilidad que también los vuelca a la vida familia, al compromiso con el vecino, a una relación distinta con la tierra, con sus recursos. Yo creo que hay una riqueza muy grande que hemos heredado en eso”.
¿Y en las ciudades grandes como Talca, Curicó, por ejemplo, es muy distinta la conexión que hay con la persona en términos de fe, de su asistencia a la iglesia?
“Yo creo que hay una diferencia importante, aunque hay que decir que nuestras ciudades están todavía mucho más conectadas con el mundo rural. La mayor parte de la gente que vive en la ciudad tiene raíces en el campo, tiene familiares, hay muchas más posibilidades. Pero la ciudad genera una dinámica distinta, una dinámica que a veces es menos comunitaria, una dinámica que nos hace un poco más encerrados, enclaustrados hoy día también en los medios digitales, en las pantallas; y también por los temas de seguridad se ha generado un encierro forzoso debido al temor, lamentable, el temor que se ha ido instalando y que hace que lo comunitario, incluso lo religioso, de algún modo vaya quedando un poco más oculto”.
Ahora la iglesia también se ha tenido que ir modernizando, porque he visto que las misas también son transmitidas por Facebook. ¿Se ha ido adaptando a los cambios?
“Hay que decir que la pandemia fue un motor de cambio para todos, también para la iglesia, que aprendieron mucho más a hacer del culto, de reuniones, de catequesis, y eso existe. Uno lo agradece, pero no deja de ser distinto. Yo entiendo que para una persona que está enferma, postrada, es una enorme oportunidad que no tenía poder participar de la misa. De hecho la misa de la Catedral se sigue transmitiendo por Facebook y es un grupo importante, se transmite por radio también, y sabemos que para mucha gente es la misa diaria. Sin embargo, no es lo mismo estar detrás de una pantalla que estar aquí, como estamos, y además el vínculo que se genera de fraternidad, de compartir. Una de las cosas lindas que me toca hacer a mí como obispo, y me gustaría tener más tiempo para ello, es la visita pastoral, donde voy a una parroquia determinada a estar con todos los grupos y es una fiesta, porque cada encuentro termina con los pancitos amasados, una tortilla rescoldo y vamos comiendo cositas, el cafecito, el tecito, y eso le da, no en vano, la imagen más repetida del reino de los cielos es un banquete, es un compartir, es una mesa donde nos reunimos y nos alegramos”.
Son tiempos difíciles los que se viven actualmente, hay un descrédito de todas las instituciones, hay una desconfianza en general de todas las instituciones y de la iglesia también, por cierto, ¿cómo se logra recomponer esa confianza, esa cercanía, esa credibilidad que existía quizás no hace muchos años atrás, o usted ve que ya se pudo recomponer esa relación?
“Ciertamente, aquí hay vaivenes, hubo momentos de mayor crisis, pero eso también genera heridas, desconfianzas que a veces pueden estar más calladas, pero a lo mejor están presentes, desconfianzas que tienen un nivel siempre de realismo y de racionalidad correcto, también una sobre confianza, también está envuelta en una especie de ingenuidad también en todos los ámbitos y también con la iglesia. Yo agradezco el cariño que experimento como sacerdote, como obispo, pero no dejo de ver que hay una especie de sobrevalorar lo que significa que yo soy un hombre religioso, de Dios, y me dicen usted que está más cerca de Dios, yo le digo cuánto quisiera, me esfuerzo, y creen que uno es inmaculado, impecable, santo. Todos los seres humanos tenemos heridas, incluso también internamente con la Iglesia tenemos que ejercitarnos, estar un poco más alerta de descubrir signos de cosas que no son correctos en todos los ámbitos, que es lo que fueron los abusos sexuales, pero pueden ser otro tipo de conductas que son impropias, indebidas y que tenemos que corregirlas”.
¿Pero usted siente que se está volviendo a confiar en la iglesia o es un proceso permanente?
“Ciertamente que hemos recuperado muchísimo, además yo creo que el momento más duro de la crisis fue un momento con una irrupción que generó un desconcierto hasta exagerado uno podría decir, que de algún modo todos los sacerdotes parecíamos sospechosos, de algún modo ha ido como madurando esta visión y creo que también como iglesia hemos hecho el mea culpa, muy sincero en temas de abuso y más importante todavía que eso, es un esfuerzo que creo que no hay otra institución que ha hecho todo un proceso de formación de los agentes pastorales para que todos seamos corresponsables en el cuidado de que la iglesia sea lo que corresponde que sea, un lugar donde haya confianza, donde se destaque por el buen trato, donde realmente se viva el espíritu del evangelio. No seremos el cielo, no tenemos alas, ni somos ángeles y en las comunidades cristianas hay seres humanos que de repente tienen momentos en que florece una parte negativa de nuestro ser”.
Al comienzo de esta conversación decíamos que el 18 de octubre va a cumplir 100 años la diócesis de Talca, por lo mismo quiero preguntarle ¿cuáles son los principales desafíos, los más inmediatos quizás, que tiene la diócesis?
“Yo creo que los desafíos son los que vamos teniendo juntos como sociedad también, y la iglesia como servidora de la sociedad. Hay un hecho que me gusta decir, la diócesis se fundó con la nueva Constitución del ‘25 donde se separó la Iglesia del Estado, entonces los obispos de Chile miraban con una mirada crítica a esta separación porque el Estado dejaba de declararse católico, pero al mismo tiempo entendían que era un acto de mayor libertad y lo sintetizan en una fórmula que yo creo que es muy valiosa: el Estado se separa de la Iglesia, pero la Iglesia jamás se va a separar del Estado, en la expresión de su compromiso, el servicio al bien común. Por eso a la pregunta, hay temas que son tal vez más silenciosos, pero son tremendamente importantes, como la situación de la familia y la iglesia tiene que colaborar. Y cuando digo la situación de la familia es la estabilidad de ese amor conyugal, pero también la fecundidad que ha descendido en nuestro país a niveles alarmantes, en menos de lo que significa el recambio, hemos llegado a cifras de los países europeos que han tenido un largo proceso que ha ido decreciendo y eso tiene consecuencias en muchos ámbitos y esto es paralelo a que los adultos mayores viven mucho más largo y entonces se genera una pirámide poblacional, se cambia totalmente, pero se empieza a hablar de temas de soledad muy profunda. La familia ha sido un pilar central y lo es. Cuando uno le pregunta a un joven hoy día ¿qué es lo que más valora? mi familia dice, pero cuando uno le pregunta si se proyecta construyendo una familia, ahí la cosa como cambia y la proyección teniendo familia e hijo es un tema que se dificulta. Yo creo que tenemos, como Iglesia, un gran desafío en valorar la familia, en cultivar, en educar para valorar la familia, en educar para abrirnos a la belleza del querer y cuidar a los menores.
Siempre el tema de la equidad es un tema que a la Iglesia le convoca en el corazón, Jesucristo se hizo hermano de los más pobres y por eso nuestras diferencias sociales son siempre complejas. En esa materia estamos en un proceso social yo digo curioso, porque por una parte hemos crecido en la posibilidad de bienes económicos que antes no teníamos, sin embargo la desigualdad es una herida que claro que en un momento se contiene en el país, pero que está presente y ahí la Iglesia tiene toda una doctrina social para hablar de justicia y equidad.
Otro tema que a mí me parece muy muy relevante es cómo colaborar para construir un diálogo social y de amistad social respetuoso. Estamos ahora en elecciones y hay personas que sienten que no tienen la visión para continuar en un diálogo que respete las tensiones, en fin son muchos los temas. Sin duda, para nosotros internamente, el anuncio del evangelio, la evangelización de los jóvenes, son temas que nos alientan y nos preocupan mucho”.
Nos queda poco tiempo, pero me gustaría que pudiera transmitirle un mensaje a la comunidad que va a ver esta transmisión.
“Expresarles un saludo afectuoso y manifestar que como Iglesia queremos estar siempre al servicio del bien común, ofreciendo lo mejor de nosotros, que la experiencia de que somos amados y de que todo ser humano es amado y amada, que queremos contribuir desde lo que somos y el convencimiento de que siempre la ayuda de Dios nos acompaña”.