- Y no iba a los que jugaba en Santiago. Decía que la gracia era ir al fiscal, juntarse con los amigos, comprar maravilla en el entretiempo y después, ganara, empatara o perdiera, ir a comerse una pichanga al río. La única vez que vio a Rangers en Santiago fue cuando jugó con la Unión Española en el Santa Laura. Y fue porque le dije que iría la Violeta, de quien estaba estúpidamente enamorado. Ese día la Unión jugó como nunca y goleó 3 a 1. López siempre se queja cuando cuento la anécdota que un 3 a 1 solo es goleada en mi estrecha cabeza capitalina. Un 4 a 0, un 5 a 1, hasta un 3 a 0 es goleada en cualquier portada sensacionalista. Pero un 3 a 1 es un resultado, aseguraba, «estrechamente emotivo». Nunca una goleada. Ni siquiera el coqueteo de Violeta salvó a López esa tarde sabatina.
Nunca más volvió a ir al estadio en Santiago. Rangers bajo a segunda, visitó al Chago, a Magallanes. Volvió a primera, jugó con Audax, con Palestino, con la U y el Colo. Pero López irremediablemente arrancaba a Talca y escuchaba los partidos por la radio.
Hasta que un día dejó de ir a Talca los fines de semana para estudiar en la casa de Violeta. Era el último año en la universidad y le eché la culpa a los nervios de los exámenes finales y, claro, a Violeta. Pero al año siguiente, cuando volvió a Talca, egresado y lejos de Violeta, López no volvió al fiscal. Me contó que no tenía tiempo. Que la práctica en el banco, que la tesis, que la polola para olvidar a la Violeta…en fin. No le creí nada. Tampoco le daba mucha importancia.
Años después viajé a Talca un fin de semana con la excusa de ir a ver a la Unión que jugaba con Rangers. Llegué de sorpresa. Llamé a López para decirle que nos juntáramos en la Alameda antes del partido. Llegó a la cita, pero no quiso entrar al estadio. Me dijo que esa noche le iba a pedir matrimonio a Paola. No tenía idea quién era Paola, ni mucho menos que López estuviera pensando en casarse. No recuerdo el marcador de ese partido. Creo que ganó Rangers.
Perdimos contacto, hasta que me aburrí de las peleas y de los turnos de fin de semana y acepté el trabajo burocrático en un servicio público en Talca. López me alentó a que diera el salto. Me habló maravillas de la ciudad. Bromeó con hacerme hincha del Rangers. Me decía que iríamos juntos al fiscal y luego a comer pichangas. Pero nunca nos poníamos de acuerdo.
Hasta que conocí a Paola y a Lorenzo. Hasta que un día López llegó a mi departamento con cara de funeral y me preguntó si podía quedarse un par de días. Hasta que López me juro que lo primero que haría tras la pandemia sería volver al fiscal.