“Volver a reír”, de Cecilia Prats Cuthbert, es un testimonio conmovedor de la muerte de sus padres ese aciago 30 de septiembre de 1974. Junto a sus hermanas Sofia y María Angélica buscaron la verdad y lograron hacer justicia (por Mario Rodríguez Órdenes)
“He escrito este libro para compartir lo que he vivido por ser hija de un personaje público que fue víctima de la envidia y de la traición de un dictador chileno que estuvo en el poder en Chile durante 17 años. Cuando logramos –como hijas de un general de Ejército asesinado– la justicia por su muerte y la de nuestra madre, Augusto Pinochet ya había muerto. Me refiero a mi padre, el general Carlos Prats González, a mi madre Sofía Cuthbert Chiarleoni, ambos muertos en Buenos Aires en septiembre de 1974 a causa de una bomba puesta en su vehículo, detonada por Michael Vernon Townley, un ciudadano estadounidense, agente de la DINA, quien junto a su esposa Mariana Callejas estuvieron esa noche en el lugar de los hechos para lograr su cometido. Detrás de ellos la sombra del dictador”, precisa Cecilia Prats Cuthbert. “Volver a reír” (LOM Ediciones 2024), viene con un prólogo de la periodista Mónica González, que conoce en profundidad el caso.
Hilda Cecilia Prats Cuthbert nació en Santiago en 1953. Es la hija menor del matrimonio Prats Cuthbert. Actualmente vive en Coquimbo y tiene cuatro hijos. Es educadora de párvulos formada en la Universidad Católica de Chile. En la IV Región ha tenido una participación pública destacada.
Cecilia ¿cómo surge la escritura de “Volver a reír”?
“Escribí el libro debido a que necesitaba que las personas conocieran la verdad de lo ocurrido con el atentado terrorista que sufrieron mis padres el 30 de septiembre de 1974, hace 50 años. Que se conociera cómo realizamos la publicación de sus Memorias, y los 36 años que nos tomó de nuestras vidas como familia por conocer la verdad y luchar por lograr hacer justicia”.
¿El asesinato del general Schneider dejaba ver la tragedia que se nos venía encima?
“Es un hecho relevante tanto para nuestra familia como para el país. El tío René como le llamaba era muy amigo de mi padre, nuestras familias muy unidas. El general Schneider y el general Prats compartían la misma doctrina del respeto a la Constitución. Mi padre siguió con la convicción de que el respeto a la Constitución era el camino de las Fuerzas Armadas al sucederlo en el cargo de comandante en jefe del Ejército en un periodo muy difícil de la historia de Chile”.
¿Cómo fue la vida de sus padres en el último tiempo del gobierno de la Unidad Popular?
“Luego de asumir la Comandancia en jefe en el gobierno de Eduardo Frei, el general Prats es ratificado cuando asume el presidente Salvador Allende. Un periodo de mucha preocupación para la familia, mi padre era blanco de críticas y de mucha presión al Ejército. Ante la división política que había no se entendía su posición de respeto a la Constitución”.
¿Qué explica la renuncia de su padre a la comandancia en jefe del Ejército, en agosto de 1973?
“Mi padre durante esos años hizo todo lo posible para que los partidos políticos llegaran a un acuerdo, para que no se produjera un golpe de estado. No fue posible, por tanto, en un gesto de grandeza dejó su cargo pensando que él podía ser un obstáculo para un entendimiento. No fue así, se produjo el golpe militar con los resultados de años de dictadura y muchas muertes de compatriotas”.
Su padre era un general constitucionalista, ¿qué significaba ello?
“Como lo expresaba anteriormente, mi padre consideraba que las Fuerzas Armadas debían respetar la Constitución. Que la misión es resguardar al país de fuerzas externas, por tanto, las armas no pueden usarse contra sus conciudadanos. Además, sabia, y lo manifiesta en sus Memorias que una dictadura sería un largo periodo de dolor para Chile”.
¿Cómo fue la relación de su padre con Allende?
“Allende confiaba en mi padre y en su postura Constitucionalista. Por ello, en un momento aceptó el cargo de ministro del Interior y ser parte de un gabinete cívico-militar pensando en que ayudaría a dar tranquilidad en un momento de tremendas divisiones en el país”.
¿Por qué su padre tenía tanta confianza en Augusto Pinochet?
“Pinochet era el segundo en mando en el Ejercito, por tanto, compartía con mi padre el mismo pensamiento, confiaba en él. Mantener al margen al Ejército al no intervenir ante la elección hecha por el pueblo, era el rol que debían cumplir”.
Hay una carta engañosa que Pinochet le escribe a Prats cuando renuncia…
“Cuando mi padre renuncia Pinochet le manifiesta su total adhesión a su postura constitucionalista”.
¿Se sorprendió su padre al saber que Pinochet era uno de los líderes del golpe militar?
“Muy sorprendido, se afectó mucho. Lo consideró un desleal ante el cambio que tuvo al adherirse al golpe de estado”.
¿Por qué su padre era un peligro para Pinochet?
“Solo tenemos algunas opiniones y algunas versiones recogidas de los juicios. Pinochet debe haber considerado que la figura de mi padre era muy respetada y su opinión muy válida a nivel internacional. Esto podría haber sido negativa para su gobierno dictatorial. Y además se concluye que le molestaba el nivel intelectual de mi padre respecto a él. El general Prats siempre se destacó durante toda su carrera militar por obtener los primeros puestos y muchos reconocimientos a su desempeño y a su nivel intelectual”.
Cecilia, ¿cómo se entera del atentado contra sus padres?
“Tenía 19 años, mis padres en Argentina y yo viviendo en casa de mi hermana Angelica ya que estudiaba en la universidad. Un llamado telefónico de mi hermana Sofia nos cuenta del hecho. A ella le habían informado a las dos de la mañana, pero como había toque de queda y no podíamos juntarnos optó por avisarnos a las 6 de la mañana. Fue impactante y doloroso al saber cómo habían ocurrido los hechos y que habían muerto los dos”.
Tras años de investigación quedó en claro que Augusto Pinochet dio la orden de asesinarlos. ¿Qué otras situaciones fundamentales quedaron en claro?
“En el juicio en Argentina se estableció la participación de Enrique Arancibia Clavel, chileno, miembro de la DINA que estaba en Buenos Aires y fue el que organizó y se conectó con argentinos para facilitar a Townley que instalara y detonara la bomba. En Chile pudimos establecer cuáles fueron los miembros de la Dina que participaron en la organización del hecho, muchos de ellos del Ejército de Chile y quien dio la orden para que se realizara el atentado”.
Su padre sabía de las amenazas en su contra. ¿Nada se pudo hacer para evadirlas?
“Sufrió durante varios meses amenazas telefónicas, seguimientos, etcétera, pero a nosotras nunca nos contó. Con mi madre trataron de obtener sus pasaportes para salir de Argentina a España donde le habían ofrecido una catedra en una Universidad. El consulado se demoró y no respondió nunca a la solicitud. Después supimos que los negaron para mantenerlos en Buenos Aires para cometer el atentado”.
Usted en los Estados Unidos tuvo un encuentro con Michael Townley en los tribunales. ¿Qué sentimientos tuvo?
“Mis hermanas viajaron a Estados Unidos para el juicio de Townley. Fue impactante para ellas estar frente al asesino, el que colocó y detonó la bomba en el auto de mis padres. Y además escuchar de él cómo lo hizo, quién lo ordenó, etcétera”.
Escribe: «El país está en deuda con las personas que han sufrido la tortura y con los familiares de las personas desaparecidas y muertas en dictadura». ¿Cómo cerrar esta herida que tiene el país?
“Como Estado y todos los chilenos tenemos el deber de procurar poder aclarar los crímenes cometidos por la dictadura. No se puede detener la búsqueda de las victimas desaparecidas. Creemos que la búsqueda de nuestra verdad ha servido como justicia para muchos ya que conseguimos que estén presos miembros de la Dina que participaron en los horrores cometidos en el país”.
¿Han podido perdonar ustedes, como hijas?
“No estoy en condiciones de perdonar a quienes no han reconocido su culpa ni han pedido perdón. Es impresionante ver cómo todos ellos ya en la cárcel se sienten víctimas y sienten que cumplieron con su deber al ser parte de un aparato represor”.
¿En qué momento de la vida se encuentran?
“Estamos tranquilas de haber logrado justicia para nuestros padres, dar a conocer el legado de mi padre y mantener su memoria y reconocimiento de su postura constitucionalista. Reconocemos que nuestra madre fue fundamental en ese año en que estuvieron en Buenos Aires debido a su fortaleza y determinación de acompañar a mi padre”.
¿En qué momento su padre escribe sus memorias?
“Mi padre siempre quiso escribir sus Memorias, por ello apuntaba diariamente sus reuniones, actividades, etcétera. Cuando se fue a Argentina no llevaba sus pertenencias, por tanto, durante nuestros viajes a verlos le llevábamos sus libretas, libros y documentos. Tuvo que renunciar al libro que tenía pensado escribir anteriormente en que abarcaba más periodos de la Historia de Chile, porque se dio cuenta de que no había tiempo para dejar su testimonio; las amenazas, el no poder salir de Argentina lo hizo reflexionar y acotó su libro terminándolo días antes del atentado”.
Entiendo que las termina poco antes del atentado. ¿Cómo pudieron resguardarlas?
“Llegamos ese día 30 de septiembre a Buenos Aires y de las primeras diligencias que queríamos hacer era llegar al departamento a rescatar las Memorias. Habían entrado y registrado el departamento, por tanto, estábamos muy preocupadas. Por suerte los manuscritos estaban en la caja fuerte de su escritorio. Los tomamos sacamos fotocopias y el original lo guardamos en una caja fuerte de un banco trayéndonos las fotocopias a Chile. Sabíamos que era un gran legado y debíamos resguardarlos y cumplir con publicarlas”.
Una versión plagiada de estas memorias circuló. ¿Se aclaró su origen?
“Fue muy impactante cuando nos enteramos que habían publicado unas memorias apócrifas en México, por tanto, nos comunicamos con la editorial para informarles del hecho. Un escritor chileno residente en Moscú, años después vino a Chile a aclararnos y explicarnos por qué lo había hecho. Para nosotras no nos sirvió la explicación. Además, el libro no tiene la calidad de las Memorias de mi padre y está teñido políticamente”.