Esta semana daré un (in)merecido descanso a los políticos porque me siento magnánimo. Mal que bien, no todos los días se gana una medalla de plata y, por estos días, he recibido una de esas. Compartida, eso sí. Pero eso no le resta mérito a mi logro. Massú y González lo hicieron en 2004. Streisand y Hepburn en 1969. Y yo con mi mujer hace unos días, cuando cumplimos nuestros primeros 25 años de matrimonio.
Porque corría marzo de 1997 cuando compartí con Uds., en un espacio semejante a este, mi decisión de contraerlo (todavía me pregunto por qué el matrimonio se contrae, como las paperas o un rotavirus). No es que a Uds. les interesara, pero la Columna que escribí era una suerte de reafirmación. O petición de apoyo. Siempre he ido por la vida dudando o postergando decisiones. Como que lo pienso mucho. Pero, debo decir en mi favor que, aunque me demoro harto, yerro poco. Y la decisión aquella resultó, a todas luces, acertada. Pese a los augurios y los males de ojo.
Me preguntaba yo hace 25 años: ¿por qué se casa la gente? Algunos lo hacen por necesidades de la empresa, otros, a petición del respetable público. Pero también hay muchos que lo hacen por amor. ¿Siempre ha sido así? No me consta. Imagino que en épocas primitivas las noches eran frías y las fieras eran muy grandes para enfrentarlas solo. Y por eso inventaron el matrimonio. Pero hoy todo ha cambiado. Las noches son más cálidas y las fieras más chiquitas. Pero pese a todo, los humanos insistimos en buscar pareja y apostar a compartir la vida con ella. Debe ser por eso el eufemismo cursi de “compañera de vida” que alguien dijo. En mi caso (disculpen la autorreferencia, pero mi vida es la que mejor me sé), me casé por amor y porque estaba seguro que no se me pasaría. Y así ha sido. Pese a alguna ventisca y una que otra nubosidad dispersa, aquello de “para toda la vida” lo estoy tomando en serio.
Tantas cosas han pasado en estos primeros 25 años. Tantas han cambiado. Hasta el Artículo 102, que el Oficial Civil nos leyó con voz engolada y ligeramente petulante, cambió. La iglesia donde nos casamos ya no funciona, el sacerdote ya no está y muchísima gente que fue testigo presencial de los hechos, también se marchó para siempre. Pero, y esta es una de las maravillas de la creación, aquella gente fue reemplazada por otra. Yo mismo he contribuido a eso, siendo coautor de cuatro de esas maravillosas gentes nuevas.
Otro cambio que advierto es que cada vez menos gente se casa. Me refiero a la formalidad legal, porque parejas unidas por su amor siguen formándose. No entiendo esto. Antes, cuando no existía divorcio y había que inventar una triquiñuela legal para deshacerlo, eran más explicables las reticencias de algunos. Pero hoy, cuando acabar con el vínculo legal cuesta menos que deshacer otros acuerdos, no hay razón para negarse. Siempre he sostenido, hemos sostenido en realidad, que las cosas hay que hacerlas bien. Y no “a la chilena”, esa mala costumbre de generar alternativas que se parecen, pero que no son lo mismo. Prefiera Ud. lo original y no se conforme con sucedáneos. Si el Lector está pensando en compartir su vida con alguien, hágalo sin reparos, sin fintas ni simulacros. Haga las cosas bien y, le aseguro, se sentirá más pleno y satisfecho. Y si persiste, hasta le dan medallas. Y capaz que un bono, si la pareja y la vida le alcanza.
Como se estila decir cuando se recibe un estímulo como este, creo que es un premio al esfuerzo, a la constancia y al arduo entrenamiento. Esfuerzo, porque nada grande se logra sin ponerle energía y empeño. Constancia, porque cada tanto se pone a prueba aquello de “en la prosperidad y en la adversidad”. Y entrenamiento duro, porque cuesta superar egoísmos y acostumbrarse a pensar en plural. Y también se usa decir que, desde ahora mismo, se está preparando para la siguiente etapa. Porque esto no termina. Si ya obtuvimos la de plata, ¿qué nos impide pensar en la medalla de oro? Mientras tanto, seguiremos cantando “Con los años que me quedan / Yo viviré por darte amor / Con besos llenos de pasión / Como te amé por vez primera”.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho