El 11 de septiembre se cumplieron 48 años del golpe de Estado cívico militar, uno de los hechos más aciagos en la historia de nuestro país. Este día que enluta nuestras páginas nos exige hacer una reflexión profunda en torno al papel que jugaron las elites dominantes y sus aliados, impulsados por las políticas de dominación del imperialismo norteamericano, quienes tuvieron un rol protagónico desde el primer día que asumió el presidente Allende para impedir que su gobierno se desarrollara, fraguando el sueño de construir una patria bajo los anhelos de una soberanía popular, con un pueblo empoderado en la política y con la firme convicción que nuestro país requería de cambios profundos en el plano económico, social y cultural.
El triunfo del presidente Allende fue impulsado por dos motivos primordiales. Primero existía una gran desazón social por todos los proyectos sin concluir de gobiernos anterior, encabezados por Jorge Alessandri y Eduardo Frei, quienes tuvieron insipientes avances en el área social, los cuales no lograron profundizar las tremendas desigualdades expresadas en el pueblo de Chile. En el segundo motivo observamos cómo la Unidad Popular encauzó las expectativas de un sector no menor de la población que deseaba cambios más radicales al sistema. Esto fue motivado especialmente por las luchas que se llevaban a cabo en otras latitudes de América Latina. Hay que señalar que el ideal que abrazó Salvador Allende fue llegar al socialismo por la vía pacífica, cuestión que defendió hasta el final de sus días.
Este sueño colectivo se gestó muchas décadas antes, desde las luchas de los obreros por reivindicar sus derechos, la necesidad de propiciar una democracia más participativa, como también el desarrollo de las causas feministas, entre otras, las que fueron articulando un proyecto país distinto, donde las fuerzas populares estaban al centro de las políticas públicas, con toda su inmensa gama de derechos, muy poco valorados por la clase política que había conducido los destinos de la patria hasta ese momento.
Nuestra reflexión también debiera estar enfocada en el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las persona, como también, valorar la vida, éstos son principios universales que debieran ser los pilares de toda democracia. Conservar la memoria histórica, como un fenómeno humano y social que trasciendo lo individual, son procesos colectivos que nos trasladan al conocimiento de la esencia de las cosas y que nos acercan innegablemente a la verdad de los hechos.
Los atropellos a los derechos humanos en la dictadura de Pinochet fue la plataforma para la implementación de políticas económicas. Los Chicago Boys, economistas chilenos que se formaron en la escuela neoclásica o neoliberal en esa ciudad estadounidense, bajo las políticas económicas propiciadas por Milton Fridman; éstas sirvieron en Chile de escuela para el desarrollo del sistema capitalista salvaje que hasta nuestros días ha profundizado un modelo desigual y antidemocrático.
Hoy en Chile vuelven a surgir los anhelos por construir una sociedad más equitativa, más justa y solidaria, siendo éste el motor que llevó a miles de compatriotas a expresarse en octubre del 2019, movidos, principalmente, por devolver la esperanza a un pueblo que anhela transformaciones más profundas. Siendo éste, sin duda, el gran legado de Salvador Allende.