Luego de una primera vuelta en la que salió segundo, tras el candidato de la ultraderecha, en el balotaje Boric logró imponerse holgadamente, sin atenuantes. Esto se logró no obstante las debilidades que se le imputaban, entre ellas su extrema juventud, tener menos de 40 años, y las noticias falsas que cual bombas de racimo sus oponentes se encargaron de distribuir a diestra y siniestra vía redes sociales.
El triunfo de Boric fue alcanzado en virtud de un esfuerzo por convocar a quienes habitualmente no votan, logrando con ello reducir la tradicional abstención que se ha instalado desde que rige el sistema de voto voluntario. Abstención que expresa el escepticismo que despierta la democracia que se ha instalado desde los 90 y el creciente malestar que, cual volcán que entra en erupción, se manifestó en octubre del 2019 en lo que se ha llamado explosión o estallido social. Boric logró transmitir muy claramente que se trataba de una candidatura cuyo propósito es iniciar un proceso de transformaciones en el orden social imperante que ya no admite dilaciones. Junto con el objetivo, entre la primera y segunda vuelta, se clarificó la vía para alcanzarlo: gradualmente, paso a paso, en paz, en un clima de entendimiento, con todos, sin exclusiones.
Triunfo logrado a pesar de las dudas sembradas por sus oponentes respecto de la capacidad y experiencia de Boric para gestionar, dirigir y liderar el país. Las mismas dudas que legítimamente pueden tener moros y cristianos, incluso sus propios partidarios. Su extrema juventud da pie para ello. Sin embargo, con el correr de los días, desde el momento que resultó electo las observaciones respecto de su capacidad, tanto entre sus adherentes como sus oponentes, están en descenso, y las dudas se han concentrado en torno a la capacidad de su coalición conformada por el Frente Amplio (FA) y el partido comunista (PC) para responder al desafío de acompañarlo. Acompañamiento que tendrá que ser leal y eficiente para generar la cohesión social que el país demanda y que nos permita mirarnos a la cara de igual a igual, no de arriba abajo o viceversa según el estrato socioeconómico en que estemos.
La madre del cordero reside en la capacidad de la coalición que lo respalda (FA y PC) para asumir el gobierno con la responsabilidad que los tiempos actuales demandan. A lo largo de estos meses poselectorales Boric ha mostrado la madurez para comprender el trance en que está, y de la necesidad de iniciar un profundo proceso de transformaciones. Al mismo tiempo, tiene claridad que ello requiere de una mayoría en el parlamento de la que no dispone. En tal sentido, tiene presente la experiencia de Allende, cuya vocación y voluntad transformadora se vió frustrada por carecer de las mayorías requeridas. De allí la necesidad de una política de transformaciones paso a paso, buscando incesantemente sumar y sumar por la vía de un diálogo hasta que las velas no ardan.
Todos los presidentes electos desde los años 90, antes de asumir, con quienes primero se han reunido ha sido con los grandes empresarios. Ahora también se reunió con ellos, pero primero se reunió con los dirigentes de los trabajadores y de la pequeña y mediana empresa. Todo un signo de nuevos tiempos, de nuevas relaciones de poder que parecen emerger, de nuevas prioridades. Ya en plena campaña Boric había dado a entender la relevancia que asignaba a las peqieñas y medianas empresas, por sobre las grandes empresas o corporaciones.
Otro punto que no deja de llamar la atención ha sido el repliegue de Boric en términos de exposición mediática. A diferencia de muchos de sus predecesores, cuyas sombras opacaban a sus colaboradores, al menos en este período, Boric ha dado una suerte de paso al costado, en una suerte de desinterés por estar en la cresta de la ola, no aspirando a ser la vedette de estos nuevos tiempos.
Quienes están asumiendo el protagonismo son sus colaboradores inmediatos, entre ellos, Iskia Siches, Giorgio Jackson y Camila Vallejo. Tanto Giorgio como Camila encabezaron la FECH y la FEUC en tiempos de la lucha estudiantil del 2011. A lo largo de estos meses no hemos visto que a Gabriel se le hayan subido los humos a la cabeza, sino que, todo lo contrario. Esto no deja de ser encomiable en una persona con la más alta votación alcanzada por candidato presidencial en toda la historia de Chile, y que está encabezando el gobierno con tan solo 36 años recién cumplidos.
Por el bien de Chile solo me resta desearle lo mejor, tanto a él y a su equipo de gobierno en los duros desafíos que se vienen.
Rodolfo Schmal S.