Quizás cuantas veces hemos escuchado, o usado, aquel dicho que dice algo así como “cada quien cosecha lo que siembra”. Generalmente lo usamos para dar cuenta de que lo que le ocurre a alguien, positivo o negativo, es consecuencia de sus acciones previas al respecto. Dada esta lógica, y la intención misma del dicho, siempre centramos nuestra atención en lo cosechado (que es lo que realmente nos motiva a usar un dicho como este).
Sin embargo, hace unos días atrás me cuestioné lo siguiente: es cierto que cada quien cosecha lo que siembra, pero ¿tenemos todas las mismas posibilidades de sembrar?, ¿se nos entrega a todos semillas de la misma calidad, para que nuestras cosechas sean (relativamente) equitativas?
Es una pregunta sin duda interesante, pero la misma no viene sólo de mi dispersa mente, sino más bien nace de un dato que llegó a mis oídos. Entre los 100 establecimientos educacionales con mejores resultados en la Prueba de Transición 2021 (PDT), hay 95 colegios privados, 4 particulares subvencionados y sólo 1 colegio público (el Liceo Augusto D’halmar de Ñuñoa. Mis felicitaciones a ellos).
Este (triste) dato, que fue consecuencia de la entrega de resultados de la PDT 2021 el pasado martes 11 de enero, fue el que me hizo levantar tal cuestionamiento. De los 100 establecimientos con mejores resultados en la PDT, 95 son privados (léase con tono alarmante). Entonces, si la cosecha son los resultados en la PDT, ¿tienen todos las mismas posibilidades al momento de sembrar? ¿será que hay establecimientos donde la semilla entregada es mejor, y por consecuencia, genera una mejor cosecha?
Cualquiera podría decir que no hay novedad en lo que planteo, pues, para algunos estas diferencias en la educación son una realidad (casi asumida). Pero otra cosa es con la evidencia, la cual es clara, y por ende desprende una necesidad urgente. Se debe potenciar la educación pública. No sólo porque es una deuda histórica, no sólo porque la educación es el gran motor del desarrollo, no sólo porque como nación necesitamos de personas cada vez más capacitadas, sino porque si Chile quiere ser realmente más justo, tiene que entregar a todas y todos las mismas semillas, y no podemos aceptar, que esas buenas semillas sólo se entreguen en ciertas partes, y (más desolador aún) sólo a algunos.
Dentro de este panorama qué relato, sería injusto de mi parte no indicar que, al menos, hubo una disminución de la brecha entre establecimientos científicos humanistas y técnicos profesionales. Algún lector incisivo por ahí podría cuestionar esta última frase, diciendo que esto es consecuencia de los cambios que han llevado a la PSU a convertirse en PDT, y no a una mejoría en la educación. Yo estaría totalmente de acuerdo con él, pero debemos reconocer que estos cambios en las políticas educacionales son, sin duda, un inicio necesario, y que dan cuenta de una intención clara de generar cambios importantes y reales en la educación (o al menos sacarnos de la inercia inicial). En estos cambios, y en los que vendrán, dejo una cuota de esperanza, en cuanto a que algún día, y ojalá en el más corto de los plazos, en Chile podemos sembrar todas y todos por igual.
Héctor Rojas Castro
Director de Escuela
Pedagogía en Matemática y Computación
Universidad Católica del Maule