Todos alguna vez fuimos “alumno en práctica”. Sea que terminábamos una carrera o queríamos aprender a conducir un auto, muchos tuvimos que intentar hacer compatibles la teoría con la realidad. Y costó harto esfuerzo, mucho empeño y capaz que hasta alguna lágrima. Porque la porfiada realidad se empecinaba en diferir con lo dicho en los libros y sus modelos teóricos. Años más tarde, muchos estuvimos al “otro lado del mesón” y debimos tener a cargo algunos practicantes. También fue difícil. Costaba entender cómo, algunos, creían saberlo todo y, pese a ello, no lograban avanzar. Y así como los había escasos en estrategias y faltos de creatividad, otros sobraban en porfías y abundaban en audacias. Y, a veces, en chambonadas.
Sin embargo, con todas sus luces y penumbras, la práctica es una etapa necesaria. Prepara para la vida real, nos habitúa a enfrentar dificultades y enseña aquello que nunca nos dijeron en las clases. Y, por sobre todo, en la etapa de práctica los errores y traspiés se justifican y comprenden como una instancia más de aprendizaje. Probablemente es por todo lo anterior que al alumno en práctica no se le confía las tareas más complejas. El estudiante de pedagogía no hace su práctica como Director de la escuela, ni al que hace el curso de conducción se le entrega un bus con pasajeros. Ni a quien nunca ha ejercido un cargo de gobierno se le nombra Ministro del Interior. La idea es ir de a poco porque, se sabe, la prudencia es una virtud que evita cometer chambonadas.
Por eso, me ha sorprendido que el recién asumido gobierno no haya considerado esto y, al momento de las designaciones, los listados se pueblen con personas de muchas ganas, pero de escasa experiencia. Esa mezcla, los ímpetus irrefrenables acompañados de escasas vivencias prácticas es, por decir lo menos, arriesgada. Esa es una plausible explicación para el promedio de desaciertos por semana que, hasta ahora, exhibe la Ministra del Interior, por ejemplo. La cantidad de resbalones puede ser demasiado elevada como para justificarla o enmendarla con una simple disculpa. No estoy diciendo que la inexperiencia en sí misma sea pecado, pero si se la combina con ignorancia, que podría serlo, y le agregamos más encima soberbia, que sin duda lo es, dará siempre un resultado negativo. Nefasto, más bien. Habría que recordar que la juventud no es meritoria en sí misma. Y que, también, el simple transcurso de los años no agrega, indefectiblemente, sabiduría. Podrá haber jóvenes muy sabios y viejos bastante insulsos, pero, promediando, tendremos que admitir que aprendemos mucho de la experiencia. Sea en el plano personal o el profesional, o sea en el ejercicio de potestades públicas. Y es, precisamente, en el ámbito público donde la experiencia, acompañada de prudencia y, ojalá, sabiduría, es más deseable. Una torpeza en privado podrá inferirle molestias y daños a unos cuantos, pero un desatino cometido en la esfera de lo público podría ser tremendamente pernicioso para toda la comunidad.
Tras el episodio protagonizado por la Ministra Siches en la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados, habría que recordar que se trata de la segunda autoridad del Poder Ejecutivo y que, además, es la encargada de la Seguridad Pública del país, lo cual eleva notablemente los estándares que le son exigibles. Quien ocupa tal cargo debiera ser, indudablemente, una persona dotada de cualidades superiores de prudencia, reflexión y discreción. Las responsabilidades asignadas a quien, algunas veces, corresponde asumir la vicepresidencia del país, exigen tales cualidades. No quisiéramos pensar que la Ministra, cual practicante, cometa errores, deslices y tropiezos en el análisis y la evaluación de los delicados temas que dependen de su cartera. Cuando usaba, con pertinacia, un concepto (wallmapu) que podría generar roces y suspicacias territoriales en el país vecino; cuando se apresuró a calificar de «gravísimo» el supuesto disparo que había recibido un estudiante por un carabinero en medio de una marcha estudiantil o, esta vez, cuando imputa al gobierno anterior haber ocultado que un vuelo de expulsión de inmigrantes ilegales regresó a Chile con todos ellos, lo que la Ministra está exhibiendo es, precisamente, esa falta de prudencia, cautela y discreción que, a un alumno en práctica podrían serle excusados porque recién está intentando equilibrar su aprendizaje teórico con las vivencias del mundo real. Pero, el Lector estará de acuerdo conmigo, ni el gobierno es un centro de prácticas, ni la ciudadanía merece ser servida por practicantes, ni Chile está para chambonadas.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho