¿Chile fue colonia? He aquí uno de los errores más enraizados en nuestra memoria colectiva: nuestro territorio fue reconocido, nominal y oficialmente como “REINO”. Las casas de corredores, las tejas y los pilares que aún vemos en diversas localidades del Maule, son de “estilo español” y no colonial. Y el lector puede verlas en Córdova, Granada de España, y en los alrededores de Madrid, como en Villa Alegre, San Clemente o Pencahue. Una autoridad comunal del lugar donde vivo cambió el lema de “Viñedos y Naranjos” que ostentaba esa localidad, por la de “huaso y colonial”. Un error conceptual que analizamos ahora
Jaime González Colville. Academia Chilena de la Historia
El uso habitual de un término o un nombre, para calificar o denominar un país o un pueblo, suele convertirse en “verdad revelada” y a menudo se dan por hechas algunas situaciones sin que nos detengamos a pensar si es exacta la definición utilizada. Estamos en el “Mes de la Patria” (sobre esto, ¿la patria no existe en el resto del año?), pero hay un hecho más significativo sobre el cual no nos hemos detenido a pensar por estos días: en ceremonias, discursos y alocuciones, se dirá que en 1810 Chile “dejó de ser colonia de España para independizarse”. Pero un examen en profundidad de lo descrito, nos permite esclarecer lo siguiente: Chile nunca llamado “Colonia”, sino que su denominación, durante dos siglos y medio fue la de “Reino de Chile”.
Desde la llegada de Valdivia a nuestro territorio y hasta 1810, no se encuentra en publicación alguna, de carácter oficial o privado, el que se denomine a este territorio como “colonia”. Pedro de Valdivia, quien escribió doce cartas, dirigidas al Emperador Carlos V, al Consejo de Indias y a Pizarro, no utiliza la palabra “colonia”, pero sí pondera “la benignidad del clima”, entre otras observaciones sobre las bondades de estas tierras.
Ahora bien, en el siglo XVII, las denominaciones que se dieron a los que después serían los diversos países de América, fueron el de Virreinatos: en esta calidad estaban México y Perú, Argentina, hasta la creación del virreinato, se llamó “provincias del Río de la Plata”. Solo Chile fue “Reino”.
Vicuña Mackenna, al escribir la introducción a la “Historia General del Reino de Chile”, del Padre Diego de Rosales, en 1877, anota: “Chile se llamó siempre Reino de Chile, a diferencia del Perú y del Río de la Plata que siendo comarcas mucho más vastas, nunca tuvieron sino el nombre oficial de ‘virreinato’”.
En un recorrido por las obras publicadas desde 1550 y hasta nuestro conocido Abate Molina, ningún cronista habla, menciona, cita o define, ni tan siquiera referencialmente, a Chile como “colonia”.
En 1550, el capitán Pedro Mariño de Lobera, el más antiguo y primer autor que describe las nuevas tierras y sus acciones bélicas, titula su obra “Crónica del Reino de Chile”, la cual está dedicada al Gobernador García Hurtado de Mendoza, segundo gobernador de Chile en 1557 y, quien, años más tarde, siendo Virrey del Perú hizo recoger y guardar este manuscrito, publicado sólo en 1865.
Pero sigamos revisando: en 1600 llega a Chile el militar español Alonso González de Nájera a combatir en la guerra de Arauco. No muy contento de su desempeño y penurias que pasó en estas tierras, publica en 1614 su “Desengaño y Reparo de las Guerras del Reino de Chile”.
En 1625, Tribaldos de Toledo, literato español de oscura memoria, fue designado cronista de Indias por el Rey Felipe IV, donde narró la famosa “guerra defensiva” que impulsaba el Padre Luis de Valdivia, su obra lleva un largo título: “Vista General de las Continuadas Guerras y Difícil Conquista del Gran Reino de Chile”, la cual sólo vino editarse en el siglo XIX al cuidado de Barros Arana.
Hasta ahora, a casi un siglo de la llegada de los hispanos a estas comarcas, no aparece la ya comentada denominación de “colonia”.
Entre 1626 y 1674, vivió en Chile el sacerdote jesuita Diego de Rosales, considerado el más erudito de los antiguos cronistas. Fue misionero, pero ello no le impidió ser además soldado.
Basándose en las crónicas que hemos mencionado, más documentación que pudo reunir en nuestro país, escribió, de su puño y letra, más de dos mil páginas de su “Historia General del Reino de Chile”, cuyo manuscrito tuvo pérdidas y apariciones durante un siglo, hasta ser publicado en Valparaíso en 1877, con prólogo y anotaciones de Vicuña Mackenna. Se le considera uno de los primeros historiadores serios de Chile.
Uno de sus compañeros de armas y sacerdote, el jesuita Juan Pastor, escribe en 1658, una obra que permite al padre Pedro Lozano publicar en Madrid en 1755 su “Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús”, donde llama “reino” a Chile y “provincia” a Paraguay.
Recordada y varias veces editada, es la obra del Padre Alonso de Ovalle, “Histórica Relación del Reino de Chile”, aparecida en Roma en 1640 y donde hace una atrayente y cariñosa relación de la belleza de estas tierras para atraer adeptos de su orden religiosa que quieran radicarse en estos lados. Se le considera una de las joyas de la literatura de esa época.
El Maestre de Campo, don Jerónimo de Quiroga, quien combatió en Arauco en 1643, dejó una crónica de gran valor titulada, “Compendio Histórico de los Sucesos de la Conquista del Reino de Chile Hasta el Año 1655”.
Unos diez años antes, Melchor Jofré del Águila, capitán en las guerras de Chile, publicó en Lima un poema narrativo, no muy conocido en nuestros días, titulado “Compendio Histórico del Descubrimiento, Conquista y Guerras del Reino de Chile”.
Existieron también cronistas que los historiadores del siglo XX llamaron “particulares”, por cuanto su obra circuló entre un escaso grupo de personas. De ellos mencionaremos a Fray Juan de Jesús María, quien publicó “Memorias del Reino de Chile y de don Francisco de Meneses”, donde hace un recuento de la desacertada gestión de este Gobernador entre 1665 a 1668. Solo fue editada a mediados del siglo XIX.
Ya cercano al término de las guerras de Arauco, el jesuita chileno Miguel de Olivares, oriundo de Chillán, escribió en su ciudad natal una “Historia Militar, Civil y Sagrada de lo Acaecido en la Conquista y Pacificación del Reino de Chile”, iniciada en 1758 y concluida cinco años más tarde. Debió salir de la patria, expulsado por la corona junto a otros miembros de su orden en 1767. Su libro se editó en Chile en 1864.
Conocido nuestro, el Abate Juan Ignacio Molina, mientras vivía en el exilio de Italia, publicó su famoso “Compendio de la Historia Geográfica, Natural y Civil del Reino de Chile”, sin el nombre de su autor, en italiano y traducida luego al castellano.
Sin embargo, esto que pudiese ser una costumbre arraigada por el uso de un término, en el caso de nuestro país, quedó estipulado en el más poderoso compendio legislativo de España: las “Leyes de Indias”, recopilación de todas las normas que rigieron los territorios americanos.
Sobre este punto hay varias alusivas a Chile: la tercera de estas normas, promulgada por el Rey Felipe III en Valladolid el 9 de enero de 1604 y ratificada varias veces, la Ley 22, título 4, libro 3, folio 26 (excúsenos el lector estas precisiones que tal vez puedan servir a algún estudioso), dice: “Las Licencias, que se pidieren para salir del “REYNO DE CHILE”, soldado, o persona militar”, etc., etc. Es éste, indudablemente, un reconocimiento legal y formal de categoría que se daba a nuestro país.
Pero ello no es todo: El Rey Felipe IV, estando en Madrid el 19 de octubre de 1627, en la Ley 28, tít. 10, libro 3, folio 47, refiere textualmente: “Mandamos que en la parte del REYNO DE CHILE, donde pareciere más conveniente al virrey del Perú…”. Etc.
Para no agobiar al lector con estas citas que refrendan este tema, digamos que el ultimo gobernador realista de Chile, don Francisco Casimiro Marcó del Pont al anunciar su llega a Chile, a través de la Gaceta de Gobierno, dice, tras referir su larga lista de títulos, que se hace cargo “de este reino de Chile”.
Aún mas, para quienes han leído el acta de Constitución de la Primera Junta Nacional, el 18 de septiembre de 1810, al dar las razones de su decisión, manifiestan que su texto debe enviarse a “todas las ciudades y villas del “reino”, además todas las notas, oficios y las modificaciones de aquella Junta, llevaron el encabezamiento de “Junta Gubernativa del Reino”.
Solamente en agosto de 1811, con la irrupción de José Miguel Carrera en la escena pública del momento, desapareció la designación de “reino”.
Entonces, ¿por qué razón después de 1810 los historiadores rebajaron la condición de “reino” de nuestro país, al de simple colonia, si jamás ostentó ni se le reconoció esa calidad?
Y queda otra situación que merece respuesta: ¿Por qué llamar “estilo colonial” a la casa de corredores, a los postes o pilares de esquina que aún quedan en distintos rincones de Chile si ello corresponde al “estilo español”?
Quien visite cualquier ciudad de España, en especial del interior, encontrará innumerables casas con estas características, y no se les denomina “coloniales”, sino que, de “estilo español”.
Un tema para revisar.
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