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EL BARCO DE TESEO: IDENTIDAD PERSONAL por Franco Caballero Vásquez

Estos últimos dos años he perdido dos órganos, uno por año. Tengo dos operaciones, una de apendicitis y otra de vesícula. Me siento un soldado de guerra, tengo ocho hoyos en la barriga. El primer episodio bélico fue en el ámbito privado y el segundo en el público. Las grandes similitudes salvo por los detalles de atención y burocracia, me instan subjetivamente a sentirme en un país que ha equilibrado bastante los asuntos de salud, casi que un sentimiento primermundista se apropiara de mis afectos. Pero no quiero llevar hacia allá este relato libre, sino más bien por la ligera brisa de la experiencia.

El cuerpo se me hizo presente, se anunció ante mi como cuando se rebela tu casa con alguna gotera y debes repararla. La salud es importante, se le toma respeto cuando se te aparece en frente con alguna enfermedad o pesar. El año pasado tuve la primera operación ya de adulto, como un re debut en ellas; la experiencia fue agradable en general, que me colocaran pinchazos, tener el brazo conectado a la intra venosa y donde a cada momento te cambian las bolsitas de suero por distintos remedios que te van inyectando a gotitas no parecía algo incómodo, al contrario. Ahora, en esta segunda ocasión, sabiendo bien lo que era, entré con cierto miedo, el medir la experiencia requirió un coraje interno diferente. Sin embargo, en momentos de vulnerabilidad se valoran hasta los más mínimos gestos y me confirma la inclinación por quienes creemos que las personas son buenas por naturaleza.

Sentencias se asoman tras el alta médica en un hospital: los guardias tienen una función esencial en la atención al público, su noble diligencia contribuye no solo a la seguridad del lugar, sino también a la ayuda necesaria para disolver las espesas capas de la estructura institucional. Por otro lado, presenciar el dolor ajeno es como tener una vesícula aparte.

Salgo del recinto con una inquietud ¿sigo siendo el mismo? Siento mi cuerpo como el barco de Teseo y el dilema filosófico de la identidad, que analiza si acaso el barco al perder sus partes y reemplazarlas por otras nuevas sigue siendo el mismo barco o va transformándose paulatinamente en otro. Algo así como Los Jaivas, siguen siendo la misma banda aunque reemplace sus elementos o es otra, a pesar de mantener el nombre. ¿Será acaso la identidad el nombre? Yo sé que soy y sigo siendo, independiente de los órganos que me quiten, aun cuando pierda una pierna y me coloquen una de palo, tenga un parche en el ojo y los dientes de oro, o me constituyan las prótesis, más allá del cuerpo anatómico, tras las experiencias vividas de seguro ahora puedo suponer que soy un poco más distinto. Las experiencias me determinarían más que las piezas que amueblan el cuerpo. Incluso si el cambio fuese radical en cuanto a la dieta alimenticia, es decir, en cuanto a lo que consumo, podría afirmarlo efectivamente, ahora ya no soy el que era.

Claramente no somos tal como el barco de Teseo, ya que no reemplazamos un órgano por otro tan prácticamente, aunque no es de extrañar que a futuro este ejercicio se convierta en un asunto normal, viviendo en cuerpos reconstruidos tal como la nave de Teseo, viajando como un ser indefinido de tiempo.

Prefiero pensar más en la arquitectura interna, ya sea mental o emocional. Por ejemplo, puedo perder comunicación con alguna persona y eso también me cambia, me convierte en otro, cuando cala en emociones profundas que me constituyen. Claro que habría que entrar a mencionar cuales serían los elementos que materialicen la idea de arquitectura interna, para no decirlo alegóricamente, de esa forma podríamos hablar del sistema nervioso con mayor holgura, aun en tiempos del ser como sujeto emocional, que ya dirá la historia si estamos en un lapsus de abordaje integral del ser o recién en los albores.

Lo que importa lo afirma Orwell —autor de relevancia para el cuestionamiento de la democracia contemporánea— dice el británico, según las frases sueltas de internet: «Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano».

Franco Caballero Vásquez

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