Aristóteles dijo, casi 25 siglos antes de nosotros, que gobernar es un arte. Y, como todo arte, este no se da naturalmente en todos. Sin embargo, pese a que no todos somos artistas, podemos apreciar las cualidades artísticas de quienes lo son o quieren serlo. O creen que lo son. Si el político es quien gobierna o aspirara a hacerlo, habría que definir qué cualidades componen un buen gobierno y, de allí, concluir qué cualidades debiera tener un buen político. Gobierna bien aquel que tiene las habilidades para organizar, para conducir y para concluir un buen gobierno. Aquel que logra conformar buenos equipos de apoyo y de soporte, aquel que posee la inteligencia para construir y mantener el poder mediante alianzas, aquel que ostenta habilidades para captar necesidades y preferencias ciudadanas, manejándolas en su provecho. Gobierna bien aquel que es firme en sus convicciones y dúctil en sus estrategias.
¿Tenemos, hoy, un buen gobernante? ¿Es, el actual, un buen gobierno? ¿Ha tenido Gabriel Boric la habilidad para organizar un buen gobierno, para conformar equipos sólidos, para trenzar buenas alianzas y para percibir las preferencias ciudadanas?
De los equipos que el Presidente conformó tras su llegada a La Moneda, poco es lo que queda. La inexperiencia, impericia y tozudez de Izkia Siches, la primera baja de su equipo, no ha sido la única. Con posterioridad el Mandatario ha debido, con pocas ganas, hacer numerosos ajustes a su Gabinete y demás asesores de confianza. Los cambios en Interior, Justicia, Salud, Relaciones Exteriores, Segpres, Minería, Energía, Cultura y Ciencias, en algunos casos 2 veces, hablan de improvisación o de carencia de las cualidades necesarias. Más aún. Los cambios continuos en su equipo más próximo generan, invariablemente, periodos de ajustes y rodajes de las nuevas autoridades, especialmente, cuando los recién nombrados no cuentan con la experiencia administrativa que requieren cargos como los señalados. Y el costo de esos acomodos y aprendizajes los asume la comunidad, que no recibe lo que merece, un buen servicio público.
Por otra parte, ¿ha logrado el Presidente Boric afianzar, fidelizar y estrechar una sólida comunión con alguna agrupación política? Toda administración requiere de una colectividad que le provea de sustento político y, sobre todo, legislativo. Este gobierno tiene dos. Y son dos coaliciones, para más abundamiento: Apruebo Dignidad, conformada por el Partido Comunista, el Frente Amplio (que, a su vez, es una federación de tiendas políticas) y otras agrupaciones menores, a los que se suma otra coalición: el denominado Socialismo Democrático, integrado por los Partidos Socialista, PPD, Radical y Liberal. O sea, si atendemos a número de socios, el apoyo oficialista es sustantivo. Sin embargo, la fría realidad cualitativa dice otra cosa. Los roces, los celos, las pasadas de cuenta y, estas últimas semanas las recriminaciones, han provocado que, más que apoyo y sustento, las dos coaliciones han devenido en un insostenible lastre para el Primer Mandatario, que tiene que invertir parte importante de su tiempo en recomponer equilibrios y contrapesos al interior del oficialismo.
Por último, ¿percibe el gobierno, adecuadamente, el sentir ciudadano? ¿Lo conduce, lo guía, lo adopta como insumo para la toma de decisiones? Claramente no. El voluntarismo que traspasa todas las determinaciones de esta administración demuestra que ese sentir ciudadano no inspira sus políticas. Sea en el tema previsional, en el que la inmensa mayoría preferiría incrementar sus cuentas individuales con el 6% adicional, y no contribuir con él al reparto. O en salud, tema en el que aquella misma mayoría preferiría que los esfuerzos gubernamentales se destinaran a mejorar el sistema público, antes que desarmar el privado.
En síntesis, desde la Grecia clásica hasta hoy, la calidad de los gobiernos y de quienes los encabezan, se mide en su capacidad de armar equipos, generar apoyos y escuchar a la gente. Y, tal parece, la actual administración queda debiendo en cada una de aquellas dimensiones. Por eso, si gobernar es un arte, no todos son artistas, por mucho que se lo crean.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho