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ENTREVISTA: “Es momento de dar espacio al diálogo y la comunicación”

En Contingencia y crisis, los autores muestran que, pese a la fragilidad de la vida humana, la comunicación “será central para la construcción de un país más inclusivo y participativo”. Rodrigo Álvarez Valdés, experto en temas de relaciones internacioneles, asegura que en el actual escenario “la violencia no tiene cabida y debe ser condenada” (por Mario Rodríguez Órdenes / Fotografía: Patricia Ibáñez Medrano)

La explosión nuclear en Hiroshima, ese aciago 6 de agosto de 1945 dejó muerte y desolación, nunca antes vista. Días después, la muerte y desolación cayó nuevamente en Nagasaki. Tan radical acontecimiento marca un antes y un después en la historia de la humanidad. Hoy día la capacidad de destrucción nuclear es infinitamente superior.

Esa fragilidad de la vida es la que percibimos en Contingencia y crisis (RIL Ediciones, 2022) en que el doctor Rodrigo Álvarez Valdés y la doctora María José Labrador, coordinan un esfuerzo multidisciplinario de Felipe Meléndez, abogado; Francisco Mas, Verónica Rodríguez y Susana Horno, periodistas; Patricio Abarca, profesor de lenguaje; Héctor Velázquez, profesor de filosofía y una psicóloga, Mónica Bulnes, por comprender esta inquietante realidad. La publicación tuvo el respaldo de la Universidad Mayor.

Rodrigo Alfonso Álvarez Valdés (Santiago, 1968) es doctor en Estudios Latinoamericanos, especialidad Relaciones Internacionales por la Universidad de Santiago, Master of Arts International Political Economy por la Universidad de Tsukuba (Japón) y profesor asociado de la Escuela de Periodismo de la Universidad Mayor.

Rodrigo, Contingencia y Crisis, en definitiva, da cuenta de la inquietud de las humanidades por los tiempos que corren. ¿Qué responsabilidades tienen los intelectuales y las universidades para encararlas?

“Es necesario es establecer que hoy, a diferencia de las ideas que se han tratado de establecer en que las ciencias duras conducirán el futuro, las humanidades son y serán un aspecto central también en la confirmación de las sociedades. Precisamente, en la lógica de la multidisciplinariedad, el entendimiento y organización de las sociedades, así como de los procesos culturales que en ellas se desarrollan, las humanidades seguirán siendo uno de los pilares. Otro ejemplo interesante para considerar desde la perspectiva chilena, ha sido el de la convención constituyente. En este caso, más del 50% de los convencionales vienen o están relacionados con las humanidades. Desde esta perspectiva, la pregunta ya no es solo sobre la responsabilidad de intelectuales y de las universidades, sino que reflexionar que la respuesta apunta a que se debe trabajar en un equilibrio, donde intelectuales y universidades deben seguir trabajando de forma multidisciplinaria, y en el que las humanidades seguirán siendo importantes para la reflexión del ser humano”.

¿De qué manera la profunda crisis que vive Chile se agudiza por la incapacidad que tenemos para comunicarnos?

Mira, la comunicación, basada en la idea de hacer partícipe a un tercero, en todo momento implica algún grado de tensión entre las partes involucradas. De este modo, no podemos evitar tener tres cuestiones presentes. Primero, la comunicación es un enigma de significados, donde la alteridad es uno de los grandes desafíos. Segundo, este escenario, lleva a que el arte de comunicar no solo tiene como único final el éxito de lo que se quiere transmitir, sino que también puede incrementar las diferencias entre los participantes. Tercero, hay que considerar el tema cultural, donde incluso perteneciendo a una misma cosmovisión (política, económica y social), podemos coincidir poco o nada en el sentido y contenido del mensaje. En esencia, la comunicación es, como lo sostiene Miquel Rodrigo, ‘una construcción de sentido’”.

¿Qué esfuerzos requiere establecer una comunicación?

El ejercicio de la comunicación es en sí una ciencia, razón de la existencia de la Ciencia de la Comunicación. Esto implica dar sentido a lo que quizás es la articulación más compleja del ejercicio de la comunicación: ‘el signo, el significado y el significante’. La cuestión, aquí, es el valor que cada una de estas categorías tienen en la ecuación de la comunicación; donde, el peso relativo del ‘significante’ genera la mayor tensión en el ejercicio de mantener un balance en la comunicación. Podemos estar de acuerdo en el ‘signo’, incluso en lo que ‘significa’, pero no necesariamente, lo cual es el problema, en el ‘significante’ de estos dos”.

 ¿Cómo debe favorecer este clima de diálogo y comunicación la nueva Constitución que se está escribiendo?

El movimiento-revuelta social del 19 de octubre 2019 y con ello el proceso constituyente ha generado un proceso que permitirá transparentar los tres aspectos antes señalados. Donde, lo central es que estamos legalizando (constitucionalizando) la idea de las diferencias culturales de múltiples cosmovisiones, lo que -inicialmente- debe generar un alto nivel de ruido en la comunicación, pero que en el mediano y largo plazo será central para la construcción de un país más inclusivo y participativo. Del mismo modo, el proceso de la nueva Constitución, si logra llegar a puerto, debería ser una forma (en la lógica de la sociedad de los chilenos mestizos-huincas) de permitir una comunicación más horizontal entre los grupos sociales y con esto intentar tener un diálogo más fluido y armónico. Sin embargo, si gana el plebiscito de salida de la nueva Constitución, esto no va a resultar si los extremos se imponen en el proceso de transición del cambio. Esto no es una cuestión de uno u otro grupo, es un trabajo de construir un nuevo diálogo”.

 ¿Le preocupa el contrapunto que se ve en las calles de Chile, donde la violencia supera a la palabra?

“Sin duda. Aquí hay un punto de inflexión, el 18 de octubre de 2019, donde el diálogo de sordo terminó por no permitir ser escuchados. La comunicación, la cual a su vez había entrado en una crisis profunda de los significantes, dio paso a la violencia. Esta situación, la violencia, para unos fue central en el éxito de las demandas, para otros fue la expresión de la destrucción y la incapacidad de la negociación. Ya sea uno o el otro, parte de las demandas fueron canalizadas y la expresión máxima de esto fue el proceso constituyente. Hoy tenemos un borrador que debe ser votado y aprobado o rechazado. Desde esta perspectiva, creo que es momento de dar espacio al diálogo y la comunicación, donde la violencia no tiene cabida y debe ser condenada”.

En el mundo también se aprecia una falta de comunicación inquietante. ¿A qué nos expone?

“Tenemos que entender que el sistema internacional es una extrapolación de los procesos internos de los países; es decir, no debemos olvidar que la arquitectura del sistema y sociedad internacional ha sido construida por hombres y mujeres. De esta forma, comunicarse es tan difícil como sucede en el proceso de cada uno de los países. Dicho esto, lo que sucede hoy ha sucedido desde que los hombres y las mujeres interactúan. Antes sin la definición de lo que hoy entendemos como fronteras, así como lo que hoy definimos como tal. No cabe dudas, entonces, que el actual momento (lo que ya hemos vivido antes) nos expone a un diálogo no-diálogo. Lo que quiero decir es que existen mensajes, pero estos no permiten a los actores involucrados realmente comunicarse. Creo que nos exponemos a una dualidad de carácter “diálogo/no-diálogo”.

Algunos líderes mundiales incluso muestran su poderío nuclear. ¿Son amenazas que pueden ir creciendo? y ¿qué pasa en esta materia en la Península de Corea?

“En este sentido, aunque sea contradictorio y complejo de entender, las armas nucleares es un tipo de comunicación entre los actores globales poseedores de ellas. Es cierto, es un diálogo de la alta política, pero permite a quienes la poseen transmitir su capacidad de ‘deterrance’; es decir, de disuasión (si me atacas, te ataco). Sin embargo, la existencia de ellas es un serio problema para la estabilidad y paz mundial. Hoy se calcula que existen alrededor de 13,500 ojivas nucleares, donde los estudios científicos demuestran que con la utilización de solo 100 de ellas se desestabilizaría el sistema internacional por décadas”.

¿Qué pasa en esta materia en la Península de Corea?

Desde esta perspectiva, el que Corea del Norte se transformara en el noveno actor con capacidad nuclear militar sin duda representa una nueva presión al sistema y la sociedad internacional en esta materia, donde lo más complejo es lo que se conoce como ‘proliferación en cascada’. Es decir, que producto que Corea del Norte consolide este acceso a la tecnología nuclear militar podría generar que otros países en Asia quisieran también poseer armas nucleares. La contradicción es que, si bien el número existente de ojivas nucleares ha disminuido desde la década de los 80s, su capacidad de destrucción ha ido aumentando. Lo preocupante es, por ejemplo, que ocurra un error humano y ello genere utilización del armamento nuclear no deseado”.

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