La lectura de “La Vida Simplemente” de Óscar Castro ha marcado generaciones. “Leer este libro en la adolescencia me mostró que la literatura no es inocua, genera reacciones, molestias, defensas. Como la que generó en mi curso, no solamente entre los estudiantes sino también entre algunos padres y apoderados que consideraban inapropiados los contenidos”, enfatiza el académico Cristián Donoso (por Mario Rodríguez Órdenes)
Óscar Castro murió de tuberculosis el 1 de noviembre de 1947 y sus restos fueron enterrados en el cementerio de Rancagua donde puede visitarse su tumba. “La vida no es simple, bien lo supo Óscar Castro, cuya existencia fue un arquetipo de escritor romántico. Vivió una infancia dura, atravesada por la pobreza y el abandono del padre, y durante su corta vida conoció la precariedad familiar y personal. Y a pesar de los avatares de su existencia, tituló La vida simplemente a una de sus novelas más entrañables y de reconocido contenido autobiográfico”, precisa Cristián Donoso Galdames.
Óscar Castro nació en Rancagua el 25 de marzo de 1910, y falleció en Santiago el 1 de noviembre de 1947. En su breve vida tuvo una obra fructífera tanto en poesía como en narrativa. Una de sus cumbres literarias es “La Vida Simplemente”, que acaba de reeditar Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado. La cuidada edición tiene un prólogo de Cristián Donoso Galdames, doctor en educación, de la PUC, que muestra la plena vigencia de la obra para los lectores de hoy.
Cristián, pese a las carencias Oscar Castro tuvo en Rancagua una intensa vida cultural. Fundó el equipo literario Los Inútiles. ¿Cómo fueron esos años de formación?
“Tienen que haber sido muy intensos y con una conciencia fundacional. En los años 30’ surgió entre los letrados de Rancagua la necesidad de organizarse colectivamente en torno a acciones culturales. Tenían como referente lo que pasaba en Santiago, y comprendieron que la ciudad tenía una pobre organización cultural. Inicialmente, se formó el Círculo de Periodistas de la ciudad, en el que también participó un veinteañero Óscar Castro. Después de su término por problemas económicos, en 1934, como una forma de darle continuidad a la primera organización fallida, Castro funda junto a otros escritores, entre ellos Nicomedes Guzmán, el grupo Los inútiles, que juntaba a las personas de letras de la ciudad. Para Óscar Castro tiene que haber sido absolutamente trascendente, a sus veinticuatro años, darle un sentido colectivo a su oficio de escritor. Aún no publicaba ninguno de sus libros, que empezaron a aparecer justo en los siguientes años”.
¿Cómo fue la lucha de Oscar Castro contra su enfermedad?
“El escritor enfermó de tuberculosis algunos años antes de su muerte, pero inicialmente solo se le presentó como una bronquitis soportable, que le obligó a guardar reposo por algunas temporadas. La gravedad coincidió con su traslado laboral a Santiago, cuando asumió un puesto de profesor en el recientemente creado liceo Juan Antonio Ríos en la calle Mapocho. Fue internado en una pequeña habitación del Hospital Salvador durante un par de meses. Ahí esperó por una medicina que podría haberlo mejorado de haberla tomado a tiempo, pero que era muy escasa y costosa. Cuando finalmente se la pudieron administrar, la enfermedad estaba tan avanzada que fue imposible revertir sus efectos y murió solo el 1 de noviembre de 1947, a los 37 años de edad”.
Una de sus novelas, “La vida simplemente”, tiene un fuerte sello autobiográfico. ¿Cómo fue recibida por la crítica de entonces?
“La obra de Óscar Castro tuvo una aceptación unánime por parte de la crítica y de los escritores de su tiempo. En su corta vida, tuvo la admiración de intelectuales y escritores tanto de Santiago como de Rancagua, donde era una figura pública. Conocido es el respeto y admiración que sentía por él uno de los principales escritores de su tiempo, Augusto D’halmar. Castro logró fama de escritor en muy poco tiempo. En vida, publicó sus libros durante una década, desde la publicación del primer libro de poemas, en 1937, hasta su muerte, en 1947. Luego, fueron publicadas varias obras póstumas los años siguientes, que alcanzó a terminar en su lecho de enfermo. ‘La vida simplemente’ está entre esas obras publicadas póstumamente, en 1951. Para Gonzalo Drago es su mejor novela, y Alone escribió un prólogo elogioso en el que invita a los lectores a apreciarla en clave biográfica. Desde el punto de vista de la crítica historiográfica, se ha visto en esta y otras novelas de la generación del 38 un paso desde la literatura criollista de principios del siglo XX, a una literatura neorrealista o neocriollista que se pliega a los conflictos sociales en las ciudades, y que destaca la subjetividad y tránsito experiencial de sus personajes, adquiriendo en muchos casos un carácter autobiográfico”.
¿Cómo surge esta nueva publicación?
“La Editorial Alberto Hurtado permanentemente edita literatura chilena en distintas colecciones. Esta edición de ‘La vida simplemente’ en la colección Narrativa busca entregar la novela en un formato más de bolsillo, que favorezca la adquisición y distribución sobre todo en las escuelas. En conjunto, la idea de estas colecciones es poner en circulación textos que rescaten nuestro patrimonio cultural e intelectual, y las diferentes colecciones permiten satisfacer las necesidades de distintos tipos de lectores”.
Cristián, la novela presenta dos despertares de Roberto Lagos, el protagonista. El sexual en el espacio de un prostíbulo y el intelectual en la biblioteca y luego en el colegio. Roberto, en el primero, aprecia un mundo crudo, violento y patriarcal. ¿Cómo lo marcó?
“Las circunstancias que vive Roberto son las de un niño inserto en un mundo de adultos curtidos por la pobreza, el trabajo alienante y la violencia. Hay que pensar que el entorno de Roberto giraba en torno a una actividad económica primaria como la extracción de mineral. El espacio novelesco se enmarca en las consecuencias de esa actividad: el tren que conecta la ciudad con el mineral, los mineros que bajan a la ciudad, el prostíbulo, las relaciones humanas que se dan en esas condiciones materiales y emocionales. En ese contexto, la primera aproximación experiencial de Roberto con el mundo tiene las características de la violencia, de la ley del más fuerte, con roles de género muy marcados y circunscritos a un orden patriarcal, con personajes bien inolvidables como el Diente de Oro, estereotipo de todo ese orden social, o la prostituta Rosa Hortensia. En ese ambiente y bajo esas reglas el protagonista tiene su primer encuentro sexual, una experiencia trascendente, marcadora, y muy propia de una novela de formación como esta. Afortunadamente, la novela presentará una salida a ese condicionamiento en el que están todos los personajes de la primera parte”.
El segundo despertar de Roberto, el intelectual, fue para él una epifanía… ¿Qué significó para él la lectura?
“El segundo despertar, en efecto, es el que gradualmente se da con los libros y la lectura, y que tiene su coronación cuando va a la biblioteca. Así, se muestra el impacto profundo y transformador que puede tener la educación y específicamente la lectura en la vida de un niño marginal. Esto, por lo demás, calzaba plenamente con la ideología progresista de la época, que incubó y consolidó en los años treinta y cuarenta un ideal de desarrollo de las clases medias y bajas a partir de la instrucción pública, y cuyo hito central es el triunfo de Pedro Aguirre Cerda y el frente Popular el año 1938, por el cual Óscar Castro hizo un fuerte trabajo político en terreno”.
¿Como eran sus hábitos de lector?
“Siguiendo con lo anterior, Óscar Castro vivió durante una época de gran desarrollo de la industria editorial y de nacimiento de las bibliotecas públicas en Chile. Las editoriales Zig Zag o Nascimento publicaban títulos de literatura chilena y extranjera, y nacieron las revistas infantiles, como el Peneca, en 1908. La lectura se vuelve una forma de entretención para distintas edades y clases sociales. En las bibliotecas se pueden solicitar libros sin tener que comprarlos. Así, pese a la marginalidad y a las duras circunstancias de vida, Óscar Castro encontró políticas culturales favorables para desarrollarse como lector. Todo esto se muestra en la novela, encarnado en el personaje de Roberto. Primero escuchando cuentos, luego aprendiendo a leer de manera autodidacta, juntando las letras de manera intuitiva. Luego, ya lector, devorando literatura juvenil en las bibliotecas y encarnando a los héroes de las historias preferidas en la relación con sus pares. Las referencias a novelas y héroes específicos solo nos pueden hacer pensar que, a través de Roberto, el autor nos está entregando su propio repertorio y que, en suma, esta novela muestra la formación inicial del propio Castro como lector autodidacta”.
“La vida simplemente” refleja cómo crece un niño en el periodo de cuarenta años de la cuestión social (1880 – 1920), de grandes desigualdades en el país. La lectura, ¿cómo permitió a niños como Roberto, dar un cambio en sus vidas?
“Sí. La novela también se puede leer del siguiente modo: la cuestión social se refleja en la primera parte, en La casa del farol azul, reflejando el determinismo social del prostíbulo y el conventillo. En la segunda parte, en cambio, se habla del Chile que viene. En este tiempo nacieron los ideales del liceo y de la educación pública, y se construyó una noción de progreso en torno a la formación en humanidades que fue una respuesta a los cuarenta años de la cuestión social. A través de la instrucción y del liceo, se podía combatir esa desigualdad y llegar a las clases media y baja. Paréntesis: el significado profundo y simbólico de esta institución está muy bien tratado y documentado en el libro ‘El liceo’ de Sol Serrano, y creo que puede dialogar con la segunda parte de este libro”.
Cristián, usted es de la generación que leyó a Óscar Castro en el colegio. ¿Cómo lo marcó en lo personal?
“Fue un libro que tengo entre los inolvidables. Lo leí el año 1989. En ese tiempo – hoy también, aunque algo menos – estaba muy marcado el cambio de repertorio entre lo que se leía hasta 6º básico, y luego desde 7º en adelante. Por lo tanto, fue uno de los primeros libros de realismo social que leí, donde se plasmaba la precariedad, la injusticia y el crecimiento en condiciones adversas. También, no había leído un libro que se ambientara en un prostíbulo, lo que tenía un interés en sí mismo. Esta novela fue el inicio de lecturas posteriores, como ‘Llampo de Sangre’ del mismo Castro, o ‘Los hombres oscuros’ y ‘La Sangre y la esperanza’ de Nicomedes Guzmán. Desde otro ángulo, fue tal vez una de las primeras novelas de formación que leí, donde uno puede ver una evolución que no está exenta de conflictos. El final no es feliz, pero es abierto. Uno concluye que más allá de los éxitos y fracasos del protagonista, para él la vida está empezando, y la mudanza física del último capítulo se ve como un comienzo. Por último, leer este libro en la adolescencia me mostró que la literatura no es inocua, genera reacciones, molestias, defensas. Como la que generó en mi curso, no solamente entre los estudiantes sino también entre algunos padres y apoderados que consideraban inapropiados los contenidos. Más allá de que considero que ojalá este libro pueda ser leído por el mayor número de escolares, el problema es muy repetido, inherente al hecho -que nos sigue pareciendo muy natural- de incluir literatura en la escuela. Mientras sigamos creyendo que es bueno –yo lo creo-, siempre se va a levantar en la escuela esa pregunta tan difícil de responder: ¿entonces qué libros vamos a elegir?”.
En las vivencias de esos niños se conocía también la práctica del bulliyng. ¿Cómo se combatía entonces?
“El concepto de bullying vino a poner un nombre y definición concretos para abordar un problema escolar muy grave y frecuente, y que ha existido siempre. Esto se da en un momento de la infancia y sobre todo de la adolescencia en que todavía no tenemos bien incorporadas normas de convivencia ni hemos desarrollado el sentido de la empatía. Esta novela refleja ese problema en distintos momentos, cuando los amigos acosan a Roberto por tratar con Berta, a quien despreciaban, o cuando empieza por medio de la lectura y la introspección a apartarse de sus antiguos compañeros de juegos. En diferentes momentos, el problema es el mismo: se acosa al que es diferente y se lo maltrata física y psicológicamente. Afortunadamente hoy el sistema escolar tiene alertas y mecanismos para tratar este problema, y lo positivo de la palabra bullying es que nos permite reconocer claramente su presencia, y no solo a profesores, padres y apoderados, sino a los propios adolescentes. La lectura de un libro como este nos permite ver que el problema no es nuevo, nos invita a conversar sobre la violencia entre pares, juzgar los distintos episodios donde se aprecia maltrato en la novela, y preguntarnos cuánto hemos avanzado al día de hoy en prevenir, detectar y remediar estos problemas. También nos permite reflexionar en los peligros que hay actualmente y a los que Roberto no estaba expuesto: en la novela hay acoso físico y verbal, pero no virtual, por ejemplo”.
Se considera “La Vida Simplemente” de Óscar Castro como un clásico en la literatura chilena. ¿Qué debates puede promover en la educación chilena actual?
“Creo que todo lo que hemos hablado hasta ahora da cuenta de un libro multifacético, posible de leer desde los contextos y coyunturas históricas que exhibe, pero también desde la actualidad de sus temas. Las novelas de formación, independientemente de cuándo han sido escritas, nos hacen preguntarnos siempre cómo nos formamos, cómo crecimos, qué conflictos enfrentamos, qué nos hizo ser lo que somos. Eso ya puede generar múltiples debates, no solo externos o públicos, sino también íntimos y privados, con nosotros mismos”.