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Entrevista: “No creo demasiado en las fronteras, esas líneas imaginarias que supuestamente nos dividen”

Yuri Soria, escritor boliviano, ha consolidado su carrera en Chile. Acaba de publicar “Bahía Tenóforo”. “Nuestros países tienen apenas 200 años y cerca de donde vivo hay un alerce que tiene más de 5.000 años”, remarca (por Mario Rodríguez Órdenes)

El 2017 Yuri Soria ganó el Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral con la novela “El perseguidor de la luz”.

Yuri Soria – Galvarro nació en Cochabamba, Bolivia, en 1968. Es licenciado en Biología Marina y magister en creación literaria, además de buzo profesional, fotógrafo y músico. Entre sus libros destacamos “Cuentos del Pacífico Sur” (2015), “El perseguidor de la luz” (2019) y “El cóndor en el agua” (2021).

Entre sus premios, el año 2010 ganó el concurso literario Fernando Santiván con el libro “Sur en poesía”. Posteriormente el año 2017 ganó el Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral con la novela “El perseguidor de la luz”. Actualmente reside en Puerto Montt.

Yuri, siendo muy niño llegó a Chile. ¿Cómo fueron sus años de formación?

“Estudié en Chile desde tercero básico, he vivido la mayor parte de mi vida en este país. Mi esposa y mis hijos son chilenos. Creo que ya soy medio chileno”.

¿Logró guardar su memoria anterior de cuando vivía en Cochabamba?

“Sí, queda mucho en la memoria. Las avenidas donde paseábamos, la heladería en la calle España, el Prado, la Laguna Antaki, etcétera. Lamentablemente, y es el síndrome del inmigrante, el país que recuerdo, en gran medida ya no existe”.

¿Qué lazos tiene con ese pasado?

“Siempre están ceñidos a la familia. Los abuelos, los padres, los primos. Los lazos son una especie de corolario de la memoria. Sin embargo, la memoria es en el fondo un tipo de imaginación, un constructo sesgado por la subjetividad y las turbulencias de sentido, porque un hecho puntual será recordado de formas distintas en cada persona.  Pero creo que los afectos son el hilo que hilvana a la memoria”.

¿Cómo ha manejado esa condición de ser, en el fondo, boliviano y chileno?

“No creo demasiado en las fronteras, esas líneas imaginarias que supuestamente nos dividen. Nuestros países tienen apenas 200 años y cerca de donde vivo hay un alerce que tiene más de 5.000 años. Estoy 50 años viviendo en Chile, mi familia cercana y amigos son chilenos. Quiero mucho a este país que me ha tratado muy bien, a su gente. Pero no me olvido de la frase de Parra ‘Creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje’”.

¿Comparte que Chile y Bolivia tienen mucho en común?

“Somos hermanos y tenemos un pasado y un destino común. Igual ambos somos países bananeros, por nuestra historia política, aunque al chileno le cuesta reconocerlo”.

La Guerra del Pacífico que alguna vez sostuvo Bolivia, Perú y Chile en el siglo XIX fue una gran tragedia. ¿Qué lecciones nos dejó?

“La guerra es la continuación de la política por otros medios y la política es en el fondo una expresión de los intereses económicos. O sea, todas las conflagraciones son producto de intereses económicos antagónicos. El problema es que las guerras no son una especie de contienda deportiva, son la peor expresión del alma humana y siempre pagan el precio con sangre y dolor los más humildes. Ojalá podamos hacer carne lo que te indicaba, que somos hermanos con un pasado y un futuro común”.

¿Cómo afianzar los lazos entre nuestros países? 

“Conociéndonos más. Estrechando lazos económicos y políticos, y también los culturales”.

¿Qué circunstancias hacen que se radique en Puerto Montt?

“Mi padre era médico, hizo su especialidad en Chile, por problemas políticos no era fácil volver a Bolivia, le ofrecieron trabajo en Puerto Montt y nos vinimos todos”.

¿Le fue difícil acostumbrarse a la cotidianeidad chilena?

“El clima fue difícil al principio, vivíamos en una población lejos del centro, muchas veces no conseguía llegar al colegio y me volvía por el frío. Hoy no podría vivir sin el viento y la lluvia”.

Usted se ha desarrollado como buzo profesional, fotógrafo, músico y escritor. ¿Cómo fue construyendo ese mundo?

“La vida es larga y se puede tener muchos oficios. Son distintas etapas en las que abordé diferentes cosas, en el fondo creo que era una búsqueda. Me veo en el oficio de fotógrafo de naturaleza por muchos años más, mientras pueda seguir moviéndome. Y como escritor hasta que pueda seguir escribiendo, por lo menos hasta antes de que empiece ser un viejo gaga y ojalá llegado el caso alguien me guarde”.

En esos años de formación como escritor, ¿qué relevancia tuvo Francisco Coloane?

“Francisco Coloane es como Jack London pero escribe cosas de acá, que yo he podido conocer. Cuando lo leí fue como si me hubiese mordido un vampiro. También fue fundamental Luis Sepúlveda, Poli Délano y Pablo Azócar, con quienes además cultive una amistad”.

 Años después, ¿qué importancia tuvo haber obtenido un máster en literatura en España?

“Yo ya había teorizado y leído mucho, también ya publicaba libros antes del master, pero estudiar lo que uno le gusta siempre ayuda a ordenar y rellenar vacíos”.

¿Qué sentimientos tiene cuando vuelve a Cochabamba?

“Que alguien me debe la vida que no viví, pero al poco tiempo de estar allá ya extraño Puerto Montt”.

Juan Carlos Onetti decía que publicar libros era  también una especie de repartija de pérdidas. ¿Cómo ha sido en su caso?

“En alguna medida es así, se lee poco y se venden pocos libros.  Muchos escritores tienen otros oficios y profesiones que le generan el sustento, los que viven de la literatura, en gran medida sobreviven de talleres o clases, más que de la venta de libros.

Yo no tengo ninguna expectativa en la venta o el ‘éxito’ que pueda tener un libro, y por eso todo lo que llega es bienvenido. Actualmente me publica Ficticia en México, Nuevo Milenio en Bolivia y Simplemente Editores en Chile, por lo menos algunos libros venden porque ya llevo varios libros publicados con ellos”.

¿Cómo surge la reciente publicación Bahía Tenóforo?

“Hace como 15 años gané el concurso Fernando Santiván con un poemario, nunca publiqué ese trabajo, con el tiempo ha ido mutando y ahora se publica como Bahía Tenóforo bajo el sello de Editorial Aparte”.

Otro libro anterior, “El cóndor en el agua”, es muy cercano a lo que se llama novela marítima. ¿Piensa continuar en ese registro?

“Toda mi vida profesional como biólogo marino, buzo y asesor ha implicado viajes por los canales australes, he interactuado con navegantes y buzos. El mar es un espacio vital que se cuela en todo lo que escribo en forma natural, además soy boliviano y tú sabes que los bolivianos estamos obsesionados con el mar”.

Usted que ha vivido la experiencia de grandes temporales en mar abierto. ¿Cómo los calificaría?

“He navegado en los canales australes y algunas veces en mar abierto. Un par de veces he lidiado con temporales sacados del apocalipsis. Después de pasada la experiencia te sientes pequeño y condicional, te preguntas qué diablos hacías allí y no mejor leyendo un libro al lado de la chimenea. Pero en el momento mismo, solo piensas en llegar a puerto, en asegurar las cosas y en tener bien puesto el traje de sobrevivencia o el chaleco salvavidas”.

Ha escrito: «La poesía puede ser un refugio frente a la desazón de la vida cotidiana». ¿De qué manera puede serlo en estos tiempos de incertidumbre?

“¿Yo dije eso? No siempre estoy de acuerdo con todo lo que digo”.

Yuri, la vida pasa inexorablemente. ¿Piensa radicarse definitivamente en Chile?

“Vivo 50 años en Puerto Montt, he viajado mucho, pero siempre vuelvo. He pensado en establecerme en algún lugar con más sol durante los inviernos, quizás Cochabamba”.

¿En qué proyectos literarios trabaja ahora?

“Tengo un libro de cuentos y una novela más o menos listos. Dos nuevas ediciones, en México y Bolivia, de Bestiario de Suralia, libro ilustrado que hicimos sobre el imaginario de mi amigo el pintor Marcelo Paredes, y también un nuevo Bestiario. Poesía creo que no publicaré nunca más, salvo que lo haga”.

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