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FUTURO DE LA CLASE POLÍTICA por Franco Caballero Vásquez

La guerra está desatada. Comienza un nuevo periodo de propaganda política, y nosotros aquí mirándonos las caras. Ahora comienza la simpatía, la sonrisa espontánea de la alegría que se proyecta en los candidatos. Algunos entran otros salen a esta clase diferente que va más allá de la clase alta o la clase baja. En esta clase la guerra es permanente, así como en el norte donde todavía no termina la guerra fría, alias guerra solapada e indirecta para utilizar a otras naciones como carne de cañón y así combatir los intereses sin ensuciarse las manos. Estados Unidos siendo el mayor de sus hermanos se cruzó con un vecino de su porte pero que tenía un hermano mayor que vivía en el barrio de atrás. Pero seamos justos, las elecciones municipales de este año donde se elige gobernador, consejero regional, concejales y alcaldes del 27 de octubre del presente, no tienen la sangre derramada de la batalla entre rojos y azules, aun cuando sus retazos estratégicos se consumen a la orden del día. Las elecciones municipales, más apacibles que las presidenciales, riñen en el clima regional y están más alejadas de los tanques ideológicos de los partidos políticos, pero no dejan de recibir los retazos del juego sucio y maquinaciones de la batalla política nacional que creo que nosotros que pertenecemos a las otras clases no politizadas, es decir a la sociedad común, miramos ya con hastío.

Las guerras frías, transocultas en un asado o barbacoa en la terraza del alto circuito del poder político mundial, regional, nacional, juegan ajedrez. Las guerras mantienen la democracia dicen algunos. Pero retomemos lo de las clases, en la “social” por ejemplo, nos separan nociones socio-económicas a diferencia de la clase “política”, que en ese sentido funciona más bien como un liceo republicano, donde todas las clases sociales interactúan entre sí. Es pertinente establecer pues que la referencia a “clase” corresponde en este caso a las características comunes de un grupo. La “clase política” es más bien una manera de distinguir este estrato que tiene orgánica de carrera profesional sin importar el nivel de educación que se posea para ingresar en él.

El ingreso a la clase “política”, de hecho, es un aspecto digno de destacar cuando recordamos que esta clase segmentada y casi fragmentada de la sociedad correspondía a un grupo reducido y muy difícil de abrir. Mucho se hablaba de los doce apellidos que se repetían en el congreso o de los clanes políticos que se formaban producto de esta especie de claustro que hoy pareciese haber flexibilizado. Es difícil marcar un comienzo de esa “nueva era de la clase política”, podría ser cuando los personajes televisivos comenzaron a entrar en las alcaldías y concejalías o también a raíz del estallido social. La carrera política comenzó a interesar a la clase “común” y la juventud también demostró su interés al pasar del ya oxidado “no estoy ni ahí” de los 90´s a engrosar partidos, alianzas y hasta gobernar en la actualidad.

La juventud y los nuevos elementos de apellidos más comunes que la clase “política” anterior, tienen el desafío de apaciguar la tensión de las políticas actuales, muy bien reflejadas en los dos intentos constitucionales, que expresaron la tensión entre el sujeto particular e individual y lo común y colectivo. Entre el individuo y lo social se desatan las guerras sin armas entre una posición y otra; Foucault lo decía “la política es la continuación de la guerra”, pero la política también tiene códigos que ven fructíferos efectos cuando la representación de sus representados es digna y justa. La calidad representativa debiese ser el mayor cuidado de una política saludable.

La democracia recién tiene 200 añitos, no es ni una quinta parte del imperio romano. Los analistas políticos ya han evidenciado las crisis institucionales y la pérdida de creencia en esta clase tan causante, por tanto, tolerar sus actitudes bélicas, malas prácticas y vicios de antaño, me parecen a estas alturas un disparo en los propios zapatos.

Franco Caballero Vásquez

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