La inteligencia artificial se instala en ciertos círculos comunicacionales como una contraparte a la inteligencia humana. Sin embargo, esta idea parece no estar dentro de los efectivos resultados de lo que poseemos en la actualidad, (aunque nada quita que esta contraposición “competitiva” de inteligencias pueda darse en el futuro). En términos muy básicos, no de experto, podemos decir que hoy contamos con una inteligencia artificial cuyo principal logro es automatizar y agilizar labores cuya ejecución es tediosa y trabajosa para los seres humanos. Es decir, los límites de lo que llamamos inteligencia artificial, hoy por hoy, está determinado por lo que se conoce como “inteligencia artificial estrecha”, que funciona a través de sistemas complejos de algoritmos orientados a objetivos específicos: motores de búsqueda en internet, traducciones, marketing, reconocimientos faciales, manejo automatizado de atención al cliente, operación de máquinas industriales, entre otras aplicaciones.
Con todo, lo que convoca más atención y expectativas son las otras posibilidades que podrían abrirse si la tecnología en este campo sigue progresando como lo está haciendo. Si bien no podemos saber qué será de estas tecnologías en 50 años, los esfuerzos parecen estar destinados a desarrollar un camino que va dirigido a lograr lo que se llama una “inteligencia artificial general”, caracterizada por poseer una capacidad de desarrollar con eficiencia cualquier tarea basada en retener aprendizajes obtenidos a través de la experiencia. Y si todo va bien, se podría llegar incluso a una “superinteligencia artificial” que lograría contar con autoconciencia, pudiendo entender a cabalidad los comportamientos humanos para responder a ellos y suplantarlos totalmente.
Y ya que estamos en esos límites futuristas, jugando al juego libre de la imaginación, preguntémonos ¿será que esa superinteligencia artificial será finalmente un reemplazo definitivo de la inteligencia humana? Seguro es tema de debate. Por mi parte quisiera decir una idea que siembra dudas sobre esta posibilidad de sustitución de la inteligencia humana por las máquinas.
Mi punto se basa en el “depende” de lo que entendamos por inteligencia humana. Si la concebimos como fenómeno lógico-matemático, las máquinas ya nos dejan atrás por varios palmos. Sin embargo, en filosofía, la inteligencia suele comprenderse como algo más complejo que la mera resolución de problemas lógicos. Por ejemplo, en la fenomenología y la hermenéutica se cuenta con el fenómeno primordial de la inteligencia humana definido por su experiencia corporal. Bajo este enfoque no hay ciencia sin cuerpo, porque no existe una perspectiva pura de la racionalidad que pueda contar como un tercero objetivo, aislado de la subjetividad. Pues no se puede abandonar los caminos de la intimidad dentro de los límites que el cuerpo brinda. La objetivad, bajo este enfoque, sería una mera ilusión dentro de un paréntesis que pretende suspender la corriente inagotable de la vivencia del sujeto en su acto de inteligir, sentir, comprender, amar. ¿Qué quiere decir esto? Que si llegase a existir una superinteligencia artificial tendría que ser capaz de vivir una urdimbre de experiencias subjetivas y significativas que las vivencie siempre e inevitablemente como “suyas” o como “propias”. Es decir, la inteligencia artificial en este punto culmen futurista, no debería valorarse por ser capaz de mostrar externamente el producto inteligente de su existencia, sino por ser capaz de mantenerse unida a “su” único y particular punto de vista sentiente. En este último escenario, los seres humanos tenemos la ventaja y el triunfo inteligente inapelable frente a las máquinas.
Dr. Cristhian Almonacid Díaz
Director Magister en Ética y Formación Ciudadana
Universidad Católica del Maule