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La difícil cohabitación.

El “te lo dije” nunca es bien recibido, pero a veces no hay otra forma de recordar a alguien que nuestras advertencias, presunciones o simples presentimientos, se han hecho realidad. Y los próximos meses me darán la razón en una de aquellas conjeturas. Ocurre que el miércoles recién pasado, en breves pero significativas ceremonias, asumieron sus funciones los Gobernadores Regionales recientemente electos. La ocasión fue, sin duda, de enorme relevancia por lo que significa que estas unidades territoriales hayan elegido su máxima autoridad. Un objetivo y un anhelo muy sentido por todos los regionalistas que, durante años, veían en esta posibilidad un paso cierto en la descentralización. Sin embargo, como tantas cosas cuando cambian, este trascendental paso no estará libre de dificultades y complicaciones. Una principal, entre muchas otras más bien accesorias, dice relación con lo que en ciencia política se llamó “cohabitación”, cuyo más relevante ejemplo estuvo en Francia, donde un Presidente de izquierda (Mitterrand) debió gobernar con un Primer Ministro de derecha (Chirac) entre 1986 y 1988.

La “cohabitación”, en su dimensión política, ocurre cuando una alta autoridad pertenece a un partido o es cercano a una ideología diferente a la de otra autoridad, con la cual debe relacionarse, complementarse y coordinar tareas. Así ocurrió en México entre 1997 y 2018, donde el Presidente de la República pertenecía a un partido político opuesto al del Gobernador del Distrito Federal (ciudad de México) y ha ocurrido frecuentemente en Argentina, donde el Presidente muchas veces ha pertenecido a una coalición política distinta a la del Gobernador de Buenos Aires. Y ocurrirá en Chile a contar del miércoles recién pasado, cuando de los 16 Gobernadores Regionales que asuman, 15 son ideológicamente opositores al actual Gobierno.

El problema no es la legitimidad democrática de las autoridades involucradas, todas elegidas en procesos impecables (pese a la alta abstención). Tampoco lo es la estructura legal en que sustentan sus atribuciones los nuevos cargos (pese a las numerosas situaciones aún pendientes). La complejidad de esta cohabitación nuestra radicará, al igual que en los ejemplos señalados, en cuestiones políticas y económicas. Es evidente que, en lo que resta del actual gobierno, la relación entre la administración nacional y la regional será tensa. Nadie espera una relación estrecha y colaborativa, más allá de lo meramente formal. Más aún si estamos hablando de un gobierno saliente y a la baja, frente a Gobernadores recién electos y con ansias de posicionarse. Y si a lo anterior agregamos que los próximos meses serán de enorme intensidad electoral, las críticas, las denuncias y las exigencias serán cosa de todos los días. Pero las colisiones no serán sólo políticas. También las habrá en ámbitos como el administrativo, el de orden público y el económico. El Presupuesto y la distribución de los recursos será una arista principal. Porque, dejando a un lado los discursos, una auténtica descentralización y empoderamiento regional pasa, necesariamente, por mayores capacidades presupuestarias. Y sería del todo sorprendente que una autoridad central quisiera desprenderse completamente de dicho manejo. 

Cuando se introduce nuevas estructuras administrativas, como la comentada, ha de tenerse en consideración no sólo intereses o anhelos locales. También debe evaluarse las dinámicas políticas que se pueden iniciar. Nuestro país no necesita agregar otro foco de conflicto más, a los numerosos que ya tenemos. Más aún si pensamos que la Convención Constitucional podría cambiar completamente esta estructura, estableciendo, por ejemplo, un federalismo atenuado o una estructura autonómica similar a la española. La eterna polémica entre quienes prefieren un enfoque macro o nacional versus quienes defienden la mejor definición de la mirada regional o local se presentará una vez más. De ocurrir una reforma estructural tan profunda como la señalada, provocaría complicaciones bastante más intensas y complejas que la incipiente cohabitación que iniciamos esta semana que termina. 

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