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La máquina del tiempo: ¡Esos años de pantalones patas de elefante!

Sabemos que ningún tiempo pasado ha sido “mejor” ni “peor” que otros, sino diferente, ya que todas la épocas han tenido sus encantos e insipideces, por lo cual aquellas invocaciones sobre alguna de ellas, buenas o malas, cada quien las ha almacenado e interpretado en su mente y espíritu para transmitirlas o desdeñarlas (por Jorge Valderrama Gutiérrez)

Arte Psicodélico. Publicación de revista Ritmo.

Recuerdo que en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado, el Festival de Viña del Mar inundaba los hogares chilenos a través de la denominada Cajita Idiota, así como la cobertura de emisoras radiales y medios escritos. Gracias a la TV podíamos disfrutar las actuaciones de intérpretes, cantautores, conjuntos y humoristas nacionales e internacionales, tales como Firulete, Manolo González, Coco Legrand, Bigote Arrocet, Palta Meléndez, Tormenta, Luisín Landáez, Roberto Carlos, Paul Anka, Doménico Modugno, Raphael, Adamo, Sandro, Luis Grillo, Joan Manuel Serrat, Leonardo Favio, Gloria Benavides, Ginette Acevedo, Luz Eliana, Los Iracundos, Los Ángeles Negros, Los Golpes, The Ramblers, y casi todos los que protagonizaron la Nueva Ola Chilena: Marisa, Fresia Soto, Cecilia, Luis Dimas, Peter Rock, Carlos Alegría, Los Red Junios, Lucho Zapata, etc., varios de ellos ya desaparecidos (y mencionados en anteriores capítulos).

MARCAS DE CIGARRILLOS

Entonces, los vicios sociales más aceptados eran el alcohol, el tabaco y el menoscabo a las mujeres. Estas últimas “no trabajaban”, sino que eran Dueñas de Casa, eufemismo cínico que no reconocía por parte de los hombres la labor gigantesca, quijotesca a veces, de la mujer de todos los estratos sociales para construir hogares. En la escuela, lo primero que se preguntaba era la profesión u oficio del padre… y la mamá: ¿no trabaja? -¡No! es dueña de casa, era la escueta respuesta. Así también, se fumaba en todas partes: al interior de salas de clase de todos los niveles, en cines y teatros, en el entretiempo de un partido de fútbol, reuniones, en recintos cerrados y existía una “atractiva” y multifacética oferta de marcas y “bondades” del cigarrillo que se promocionaba: Particular Ambré, Kent, Lark, Monza, Hilton, Derby, Nevada, Lucky Strike, Viceroy, y decenas más. Echar e inhalar humo no era considerado tóxico ni un riesgo para la salud, sino un placer, una moda in, una oportunidad para presumir del encendedor que se tenía, incluso una “terapia” para calmar los nervios. El alcohol era profusamente publicitado por los medios de comunicación, como: símbolo de virilidad, amistad, felicidad, atractivo sexual, de una postura frente a la vida, y una serie de clichés verborreicos y paranoicos que, prácticamente, no ha cambiado en nada.

COLORIDA Y CREATIVA MODA

A inicios de los setenta, después del fracaso de la filosofía hippie inspirada en el horror de Vietnam, advino otra era plena de rebeldía y simbolismo impuesta por los conjuntos de rock en boga -fundamentalmente británicos, como The Beatles, Bee Gees, The Queen-, el cine, las radios, las revistas y todo el arsenal publicitario disponible hasta hacer emerger una moda bisexual y colorida nunca igualada, llevando al hombre a usar audaces tenidas y tonos aún hoy considerados propios de la mujer.

Estrambóticas motos -conducidas por místicos barbones- causaban furor y en los dormitorios adolescentes resaltaban posters implícitos de insurrección. Entonces, chillonas camisas con surrealistas tonalidades ornaban siluetas e iluminaban noches de holganza. Las había de todos los materiales imaginables al alcance de la tecnología: hawaianas que se usaban fuera del pantalón, gasa, seda, raso, tocuyo, escocesas, terciopelo, lino o simples paños; exultantes colores: azulino, amarillo, bermellón, violeta, índigo, verde, cian, magenta, ámbar, tornasoles, etcétera; y diseños: con presillas, carteras, estampados psicodélicos, ralas, llenas de lunares, topacios, escenas eróticas. Sus anchos cuellos exigían corbatas dilatadas que en ocasiones eran reemplazadas por corbatines del tipo texano o europeo, que consistían en dos hebras tinteadas y encordadas que terminaban en dos piezas metálicas que al chocar entre sí producían un característico tintineo; una efigie de águila u otra de forma triangular cumplía las veces de “nudo”.

Muñequeras en ambos brazos, anchas hebillas de cuero o plástico en los relojes; cadenas de oro, plata o simples cordones para zapatos con un crucifico de madera bamboleando en el cuello y cintillo; zapatos con plataformas o zuecos. Los pantalones patas de elefante seguían la misma tendencia: colores a granel y libre albedrío en sus diseños: los había blancos, celestes, rosados, rojos, amarillos y otros más extravagantes aún: rayados, empalmados con figuras, carteras cuadradas, redondas, triangulares, con tapas o botones.

Ceñidos Pecos Bill y «jardineras» -como todo en ese entonces- hicieron moda el que las patas de elefante cayeran deshilachadas sobre los mocasines o zapatillas. Otra cosa eran los cinturones. Éstos eran extremadamente anchos, con grandes y brillantes hebillas, y también estaban los de gamuzas que se anudaban cual corbatas en la cintura para ir a caer, desflecados, al nivel de la rodilla. Asimismo, fue la era de las poleras artesanales, ésas que diseñábamos con ingenio -y esfuerzo- primero y audacia después para exhibirlas. Dicho proceso poseía su técnica: se compraban una polera blanca y una lata de anilina del color deseado, luego se creaba el diseño atándole piedras en diferentes partes para sumirla en una olla que contenía la anilina hasta que hirviera. Se revolvía, sacaba, se le retiraban hilos y piedras, se dejaba sacar y: ¡Resultado fantástico!

Primaban los chalecos con cierre y todo tipo de estampados: lineales, ondulados, geométricos, figurativos, letreados, los que lucían cuellos en V o cerrados, tipo “Beatle“ o abotonados. Podían ser de lana, plush, alpaca, hilo o sintéticos. También los calcetines preeminenciaban colores estridentes (rosado, violeta o celeste) y los ternos eran estilo Mao: cuello subido, ajustados al cuerpo, chaqueta larga llena de botones forrados con la misma tela y colores celeste, azul, verde, entre otros.

MUJERES E HISTORIETAS

Todo lo anterior, inserto en un universo de caricaturas. En ese tenor, un interesante artículo de Mauricio García, creador del Museo de la Historieta de Chile, da a conocer algunas relaciones entre mujeres y caricaturas, las que comenzaron un lejano 1922, cuando asumió la dirección de revista El Peneca Elvira Santa Cruz, conocida como Roxane, quien estuvo 30 años a la cabeza de esa revista infantil. En pocos años elevó de 9 mil a 200 mil los ejemplares editados semanalmente, logrando un tiraje récord de 240 mil ejemplares.

Además, en la década del sesenta del siglo pasado la novelista Elisa Pérez Walker, también conocida como Elisa Pérez de Serrano o Elisa Serrano -autora de Chilena, Casada, sin Profesión– logró conseguir los derechos para editar en Latinoamérica revistas de la Walt Disney Productions, tales como Disneylandia, Tribilín, Zorro, Aventuras de Walt Disney, Tío Rico y muchas más. Madre de la novelista Marcela Serrano, formó un auténtico departamento de profesionales de la historieta, muchos de los cuales crearían grandes revistas en los años siguientes. Y en Rocket, primera publicación de ciencia-ficción dirigida por Themo Lobos, sobresalieron los guiones y dibujos de Isabel de Hagel, quien, según Máximo Carvajal, fue “una mujer bella e inteligente”, que se radicó en Venezuela.

Ya en la década de los setenta, la guionista María Cristina Jorquera creó la serie Hombres en la Jungla, de revista Jungla; a la vez, la guionista Elena de Wistuba creó la serie semidocumental Ovni, publicada en revista Doctor Mortis (editoriales Quimantú y Pinsel), con dibujos de Santiago Peñailillo. La guionista probablemente era la mujer del pintor Hardy Wistuba, matrimonio que apadrinó a Mario Igor cuando se fue a la capital. Y al interior de la revista El Jinete Fantasma, Peggy -de quien se desconocen mayores antecedentes- fue autora de la serie Perico Ñeque. Obviamente, fueron muchas las creadoras femeninas que, con su talento, contribuyeron al desarrollo del comic book en Chile, y que razones de espacio impiden mencionarlas.

EPÍLOGO 

Se fue aquella época en que estaba en boga recorrer el país “a dedo”, los poster collage, los rankings radiales, armar las “pichangas” en casa de un amigo/a (fiestas de fin de semana), llenar los pantalones blancos con leyendas y dedicatorias (corazones y Love Free), compartir un jarro de ponche, un combinado de grapa y Cola (el pisco era un lujo) y los populares bailes de barrio. El Che Guevara ya era una leyenda -más que Fidel-, y su característica efigie con boina negra figuraba en poleras, camisas, boinas, posters, muñequeras, bototos, y en todo lo que sirviera a quienes lucraban con su figura. Vulgares meditaciones sobre un escenario de la vida que volatizó la ventisca del tiempo.

AÑOS SICODÉLICOS 

Junto con la aparición de las drogas alucinógenas -como el peyote y LSD- surgió el Arte Psicodélico, también denominado Arte Lisérgico. A través de ellas se genera una alteración de la psique, una variación de la sensibilidad que se manifiesta en euforia y alucinaciones. Por tanto, lo psicodélico era una conexión con un estado alterado de la mente, a veces inspirado en una filosofía mística o en pintores y escritores, como Aldous Huxley, quien sentenciaba: “Mientras más poderosa y original sea una mente, más se inclinará hacia la religión de la soledad”. En alguna medida, los dibujos psicodélicos retorcidos, serpenteantes, distorsionados, de colores chillones y “perturbadores” los reproducen con bastante similitud algunos actuales grafitis. Existía -como hoy- una pugna entre quienes destacaban las bondades de la marihuana y otras drogas, y quienes la confrontaban con antecedentes científicos. Existía un gran interés por las religiones orientales, en especial el Budismo, que -entre otros aspectos de su esencia-  afirma que la mente es tierra frágil, y nuestros pensamientos, son las semillas; que todo el sufrimiento se origina en la mente; que lo que proyectemos en ella nos hará esclavos o libres: seremos autores de nuestro propio guión. El dolor es real; el sufrimiento es mental.

GALERÍA DE FOTOS

Variadas marcas de cigarrillos que se promocionaba en la segunda mitad del siglo pasado. Colección Centro Domine.
Retrato de Elvira Santa Cruz Ossa -Roxane- (1886-1960), directora durante 30 de revista El Peneca y autora de tres obras dramáticas y de la novela infantil norteamericana Takunga. Archivo del autor.

La novelista Elisa Serrano obtuvo los derechos para editar en Latinoamérica revistas de la Walt Disney Productions, como Disneylandia. Archivo del autor.
En la década del sesenta, Isabel de Hagel se convirtió en la primera mujer guionista de la revista de ciencia-ficción Rocket, ilustrando también sus historietas. Propiedad del autor.
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