La pandemia que vive el mundo por el coronavirus, además de los impactos sanitarios, según las cifras oficiales de OMS con más de 180 millones de contagiados y poco menos de 4 millones de víctimas, ha generado una crisis económica por la detención de la actividad producto de las medidas sanitarias que se han debido tomar para resguardar la salud de la población.
Según cifras de la CEPAL, se estima un crecimiento del -5,2% a nivel mundial, -7,0% en las economías desarrolladas y de -1,6% en las economías emergentes y en desarrollo. El 90% de los países disminuirá el crecimiento económico. América Latina y el Caribe tendrán la peor contracción de los últimos 100 años.
Pero ¿cómo esto afecta los niveles de inversión en Chile? Dado que el país ha construido una Estrategia de Fomento de la Inversión Extranjera (InvestChile), que define sectores priorizados (minería, industria alimentaria, servicios tecnológicos exportables, financiamiento e innovación, energía, infraestructura y turismo), desde los que se observa un valor o una ventaja competitiva atractivos para inversión, se prevé una recuperación de la inversión extrajera, así como de las otras variables que determinan el crecimiento, que, sin duda, generarán desarrollo económico y empleo.
El Banco Mundial, a través del presidente del Grupo Banco Mundial, David Malpass afirmó: “Para superar los impactos de la pandemia y contrarrestar los factores adversos que afectan las inversiones, es necesario dar un gran impulso a la mejora del entorno empresarial, aumentar la flexibilidad del mercado laboral y de productos, y reforzar la transparencia y la gobernanza”.
Chile presenta algunos aspectos que generan una ventaja comparativa respecto de Latinoamérica: un menor nivel de deuda, un nivel del riesgo país más bajo y un menor desequilibrio en la cuenta corriente, pero, sin duda, a política fiscal será vital, especialmente en el apoyo a las personas y empresas que deberán recuperar su capacidad de producción ya deteriorada (1.800 empresas y 5.000 personas se acogieron al procedimiento de quiebra en el año 2020).
En la medida en que no logremos controlar la pandemia y se mantenga el distanciamiento físico, así como los posibles rebrotes, se estima que un 10% de las empresas no se podrán recuperar.
Este escenario de cauto optimismo, con buen componente de incertidumbre, supondrá nuevos desafíos para la economía: desarrollo sostenible, desarrollo del capital humano, emprendimiento y digitalización.
En este punto la academia tiene un rol preponderante. A mi juicio, nos hemos concentrado en la formación de competencias disciplinares, que si bien es cierto los planes de estudios y programas contienen la formación de competencias transversales, estas requieren de una inserción dentro de las asignaturas disciplinares, para el desarrollo integral.
Las competencias transversales que serán más demandadas por las empresas serán: capacidad de adaptación y resiliencia, inteligencia emocional, creatividad e innovación para solucionar problemas, capacidad de aprender continuamente, capacidad de colaboración y trabajo en equipo, y proactividad.
Estamos en un punto vital de cambio hacia una economía sustentable, que genere valor agregado, para lo cual se requiere innovación y alto desarrollo de las habilidades transversales.