Pese a que, tras de diez meses ya debiéramos estar acostumbrados, aún nos siguen sorprendiendo los inusitados cambios, giros y volteos con que el Presidente de la República matiza el devenir político. En campaña (especialmente en primera vuelta), Boric parecía dispuesto a “cambiarlo todo”, como resumía una señora esperanzada. Prometió refundar Carabineros, acabar con los “pitutos”, rebajar los sueldos de altas autoridades y elevar los ingresos de los más vulnerables, entre otras tantas promesas. Ya en La Moneda, pareciera que la realidad se le impuso y comenzó a decir que apoyaría con fuerza la modernización de las Fuerzas de Orden, en vez de refundarlas, mantuvo inalterado el sueldo de las altas autoridades, nombró numerosos funcionarios estrechamente vinculados con aquellas autoridades y, vía inflación, los ingresos de todos los chilenos se han visto seriamente disminuidos, hecho económico que se agravará todavía más este año. ¿Cómo se conjugan aquellas promesas, con lo obrado posteriormente?
Dijo también el Mandatario que su gobierno devendría en unos verdaderos perros en la persecución de la delincuencia, respetando, apoyando y reforzando los sistemas que se enfrentan a la delincuencia y buscan brindar mayor seguridad y tranquilidad ciudadana, anhelos fervientes de la inmensa mayoría de los chilenos. En los últimos días de 2022, sin embargo, nos ha sorprendido indultando a más de una docena de delincuentes, algunos con un prontuario tremendo y otro ya indultado con anterioridad. ¿Cómo se condice la declaración de un actuar severísimo contra la delincuencia y el indulto que deja en libertad a trece personas procesadas y condenadas por los Tribunales de Justicia?
La facultad de conceder indultos es, sin duda, una atribución exclusiva del Presidente de la República y se origina en una antiquísima prerrogativa monárquica que, en nuestra institucionalidad, está plasmada en la actual Constitución. Eso no lo discute nadie. No obstante, lo que sí ha sido motivo de intensa polémica es la justificación dada por el Primer Mandatario a su acción, basándola en supuestas irregularidades de los procesos judiciales seguidos a los delincuentes indultados. La abierta intromisión en las facultades exclusivas de otro Poder del Estado es lo sorprendente. Tanto, como la posterior declaración en que señala que respeta la separación de los poderes y esas atribuciones exclusivas. Por eso, una vez más ¿cómo armonizamos la acción de inmiscuirse en las facultades del Poder Judicial, con la declaración en que afirma reconocerlas y respetarlas?
Este error presidencial, el último del año pasado o el primero de este nuevo año, ilustra la permanente inconsistencia, inestabilidad o incoherencia del actuar presidencial. Pero esa veleidad, un capricho que podría exhibir cualquier simple ciudadano, cuando es manifestado por una alta autoridad, y Boric es la más elevada, se convierte en un problema político grave.
La democracia representativa descansa en la confianza que la ciudadanía confiere a las autoridades electas. Y esa confianza se renueva diariamente cuando aquella autoridad se comporta de manera consistente con sus propios dichos. Lo que para un simple ciudadano podría ser una virtud, corregirse, rectificar, enmendar, cuando es realizado recurrentemente por aquel que recibió el mandato de guiar, deja de ser virtuoso y deviene en un defecto que daña la esencia del sistema democrático representativo. Por eso, cuando observamos en el Primer Mandatario estas discordancias entre su decir y su actuar, legítimamente podemos abrigar aprensiones y reparos del rumbo que llevamos y el destino hacia el que nos conduce. ¿Hacia dónde nos lleva el Presidente Boric? ¿Hacia una sociedad refundada por el “octubrismo” que asoló el país hace 3 años? ¿Hacia una social democracia basada en el clientelismo de decenas de bonos para algunos? ¿Hacia un destino incierto, cuyo rumbo dependa del voluble actuar del Presidente, que un día dice que perseguirá con furia a los delincuentes y al día siguiente los deja libres?
¿Hacia dónde va Boric? ¿Hacia dónde nos lleva? ¿Todavía queremos seguirle?
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho