Diarios y libros digitales, noticias On Line, selección de información relevante, textos de voz, sofisticadas grabadoras y cámaras fotográficas, monitores de última generación, modernos beeper, video llamadas instantáneas, escrutadores radiotelescopios y armas aniquiladoras, son parte del arsenal de posibilidades y artilugios con que la tecnología actual asombra, encanta… y esclaviza
Es indudable que la tecnología actual es de mucho mayor alcance que la existente hace tan sólo dos décadas, y que el progreso, a la par de brindar mayor bienestar a la especie humana, también tiende a deshumanizarla, desconcertarla y atemorizarla. Especialmente hoy, cuando la tecnología ha invadido su vida, sus hogares y cambiado sus hábitos. Al respecto, algunos autores y eruditos contemporáneos han revelado con escepticismo y criticidad reflexiva algunos efectos del avasallador avance de la ciencia y la tecnología, ésa que ya en la segunda mitad del siglo pasado Alvin Toffler, con visión verneana, reflejaba el sentir de muchos en sus libros El Shock del Futuro y La Tercera Ola, en los que evidenció el advenimiento de una sociedad radicalmente diferente a la existente en ese entonces…lo que la realidad excedió con creces.
Pero, ¿qué es la técnica? Originariamente era entendida como la capacidad del hombre de producir instrumentos y bienes de consumo. Como capacidad, es un tipo de saber. Así, desde esa perspectiva, la técnica se establece en el mundo como un saber práctico, una habilidad que sigue metódicamente ciertas reglas y cuyo saber está en el ser humano. Otro sentido de la técnica se da en relación con instrumentos artificiales, en oposición a los naturales: es lo transformado por el hombre, el saber objetivado, la racionalidad colectivizada. Está en la cosa, no en la persona. Un buen ejemplo son las redes sociales… En su universo conceptual y como actividad sensitiva del género humano, la técnica es un modo de abrirse al mundo, de traspasar sus propios límites. Está ligada al mundo del trabajo, pues a través de ella el hombre se sirve del entorno para su beneficio: las personas se realizan transformando el mundo.
De ese modo, en cualquier campo del quehacer humano la técnica facilita las actividades cotidianas, pues el objetivo tecnológico ha sido aprehendido a través del trabajo. La técnica como instrumento es un intermediario entre el sujeto y objeto de trabajo. Perfecciona, acelera y multiplica el trabajo. La técnica ha producido todo un mundo de segunda mano: las fábricas, la ciudad industrial, supermercados, la cibernética, inteligencia artificial, etc. Y es en ese mundo que el humano ha erigido, en el cual se deben enfatizar los fundamentos trascendentes de una filosofía humanista y una visión crítica que comprometa juicios de valor acerca de los alcances y limitaciones, ventajas y desventajas que poseen la ciencia y la tecnología; pues por una parte el facilitar el trabajo lo aleja de la realidad, lo desvía de la naturaleza, creando una mentalidad artificial, porque no se trata directamente con las cosas. En ese sentido, tan trascendental para el Homo Sapiens, la técnica aparece como un posible adversario capaz de alienar y de anular la libertad humana (algo similar al libro 1984 de George Orwell). Porque un mundo tecnificado es el reino del hombre autónomo, ya que si bien la técnica está en la base de la difusión de la libertad, puede hacer libre o contribuir a una dependencia somnolienta.
Es por ese carácter ambiguo que la técnica puede ser, en ocasiones, contraproducente, lo que constituye un desafío más para los medios de comunicación escritos como, asimismo, para los pensadores y la sociedad en general, porque el futuro ya está aquí y se debe evitar que, por su carácter ambivalente, despersonalice, haciendo creer que ya no es necesaria la creatividad, y que el hombre es sólo una pieza más de la gran máquina: es reducido.
MÁXIMO RENDIMIENTO
Concebida de esa manera la técnica, se puede inferir que es un elemento neutro: no es buena ni mala, depende de cómo se utilice en la interacción evolutiva humana, ya que es indudable que puede volverse contra el hombre esclavizándolo (tal cual la trama de 2001 Odisea del Espacio), reduciéndolo, hasta hacerlo pensar de manera habitual, mecánica y pragmática; induciéndole a ver todo transformado en “función de…” (al ver una cascada, se imagina una central eléctrica).
En esa dimensión, es fundamental detenerse brevemente para analizar algunos principios de la sociedad tecnológica según Erich Fromm (destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen judío alemán). En la década del setenta del siglo pasado -entre otros aspectos-, dimensionó dos principios básicos de la sociedad tecnológica. Primero: algo debe hacerse porque resulta técnicamente posible hacerlo. Lo que debe hacerse no es lo bueno, sino lo que puede hacerse. Es decir: todo lo que el hombre pueda realizar, ¡que lo realice!
Segundo: el principio de máxima eficiencia y máximo rendimiento. Es unívoco que es más eficiente quien menos personalidad tiene; mínima individual. Principio que podría resumirse en la frase: “Sea una pieza de la máquina”, similar a la trama de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Todo a favor de la eficiencia. En el ahora de la realidad social, es económicamente eficiente quien use la menor cantidad posible de recursos para obtener el máximo rendimiento. Por tanto, lo eficaz es obligatorio. Los efectos que tiene ese principio es la infrahumanización del ser humano en nombre de la eficiencia y la eficacia.
En su análisis a lo negativo de la técnica, Erich Fromm exhibe perfiles sobre algunos tipos de personas que existirán en la sociedad: no serán creativas, sino rutinarias y burocráticas; existirá un mayor conjunto de enfermedades psicosomáticas, por la tensión generada, que no favorecerá el sistema social. Además, resaltó que la sociedad tecnificada se guía por el eslogan “cuanto más se produzca lo que sea que produzcamos, tanto mejor”, que implica que lo que vale es la cantidad. Esa mentalidad reduce al hombre a un simple número. Si el principio es producir más y más, el consumidor debe prepararse para consumir más (los supermercados, grandes tiendas, que conduce a la depauperación de la naturaleza). Es el eterno succionador; surgen nuevas modas, nuevos estilos, volviendo anticuado incluso lo que sirve. Y la sociedad con su batería de recursos (TV, Medios de comunicación) prepara a las personas para eso. Se debe incrementar la producción, se crean necesidades artificiales y se manipula la mente.
Con los sofisticados dispositivos tecnológicos actuales, como iPhone, celulares, tablet, TV, computadores, etc., se tiene una paradoja antropológica: personas de muy bajo nivel cultural, intelectual y espiritual -que ni siquiera podrían reparar la rueda de una bicicleta-, manipulan tecnología de punta, sin discernir disquisiciones éticas ni principio alguno, invadiendo el espacio de los demás. “La pantalla es pura superficie internalizada: nosotros estamos en la pantalla”, como señalaba Jean Baudrillard, filósofo francés, en tanto Nietzsche aseveró: “El amor a lo lejano es muchas veces una transformación del odio a los vecinos más próximos”.
Hoy, prima una tautología en permanente tránsfuga, al igual que una despersonalización de los otros que genera violencia y desprecio por la vida (los realities e índices de delincuencia son ejemplos de ello). Nada causa asombro, todo es “virtual”; todo parece flotar en un imaginario universo cuántico y ya nada es bueno ni malo… las nuevas generaciones se postran ante lo artificial y le adoran. Está desapareciendo el contacto humano al poner de por medio a la técnica, se prefiere lo artificial a lo natural; se estimula y desarrolla la indolencia, el conformismo, reduce al ser humano a un apéndice de la máquina; se actúa mecánicamente y no por convencimiento. Ojalá no se continúen agregando cultos a lo técnico, porque la ciencia no es una vaca sagrada.