Cuando estamos próximos a cumplir 5 años del mal llamado “estallido social”, una infinidad de políticos, sociólogos y analistas semejantes intentan esbozar variadas interpretaciones relativas al origen de aquella masiva movilización social. Y, si bien se aporta datos y se respalda en evidencia más o menos comprobable, esos análisis siguen siendo, por definición, subjetivos y aventurados. Su objeto de estudio, la realidad chilena de hace 5 años, está demasiado cerca para lograr la necesaria perspectiva. El humo aún no se disipa y los muros todavía muestran mucho de aquellos días. Pero, pese a lo dicho, hay algunas interpretaciones más fundadas que otras, que sólo huelen a panfleto y barricada.
Entre las que poseen mayor respaldo teórico y solidez académica está aquella que señala que mucho de lo que nos ocurrió (y sigue sucediéndonos) se debe a lo que los cientistas sociales llaman “La trampa de los ingresos medios”, un fenómeno económico que afecta a muchas naciones en desarrollo y que se refiere a la situación en la que un país, tras alcanzar un nivel de ingresos medios, encuentra dificultades para progresar hacia un nivel de ingresos altos. Esta suerte de “agotamiento del modelo” puede durar décadas y tiene implicaciones significativas en el desarrollo económico y social de estos países, que han logrado situar su PIB per cápita entre los 1.200 y los 13.000 dólares. Estos países, que consiguieron salir de la categoría de ingresos bajos gracias a ventajas competitivas iniciales, como mano de obra barata y exportación de manufacturas simples, una vez alcanzado ese umbral de ingresos, pierden muchas de esas ventajas, se ralentiza su crecimiento y su población se desencanta.
¿Qué lleva a estos países a aminorar su crecimiento económico? ¿Qué les hace perder el dinamismo que alguna vez les caracterizó y convirtió en ejemplos admirados?
Las explicaciones son numerosas. Van desde la pérdida de competitividad por el aumento de los salarios y el estancamiento de su productividad, hasta el progresivo reemplazo de sus exportaciones manufactureras de bajo costo. Por otra parte, el intento de transitar hacia una economía basada en la alta productividad y la innovación se les hace difícil, dado los requerimientos de inversión significativa en educación, tecnología e infraestructura. Tampoco debe dejarse de lado factores estructurales tales como la corrupción endémica de algunos, la ineficiencia gubernamental de otros y la carencia de una institucionalidad económica seria y responsable, inmune a los dos factores anteriores. Por último, la desigualdad económica y la exagerada concentración de los ingresos en sólo ciertos sectores de esas sociedades puede limitar el crecimiento al reducir la demanda interna y, especialmente, la cohesión social.
Muchos países, Brasil, México y Argentina, por ejemplo, han experimentado este fenómeno de los ingresos medios durante décadas, sin lograr dar el salto hacia los ingresos altos. Las excepciones son pocas. Siempre se cita el caso de Corea del Sur, por ejemplo, que logró superar esta “trampa de los ingresos medios” mediante una estrategia múltiple, basada en la diversificación económica, enfocándose en agregar valor a su producción, mejorando la calidad de su educación y fomentando la capacitación continua para desarrollar una fuerza laboral altamente calificada, así como estimulando fuertemente la innovación mediante el apoyo a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías. Todo eso, sin olvidar las reformas estructurales que crearon una gobernanza estable, que hizo posible un entorno favorable al crecimiento económico, y una institucionalidad democrática inmune a los avatares de los cambios ideológicos.
Entonces, si interpretamos lo ocurrido en nuestro país hace 5 años como la expresión del malestar producido por el estancamiento que la sociedad percibía, la mejor forma de salir de esa situación es dejar de asignar eternamente las culpas y debatir perpetuamente los caminos por seguir, abocándonos a implementar las estrategias exitosas con que, algunos, han logrado escapar de esa “trampa de los ingresos medios”.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho