Como los publicistas chilenos descubrieron que, si ponen las cosas en inglés, llaman más la atención de la gente, titulo esta Columna en ese idioma. Y si Ud. es de los que se niegan a la moda, le comento que se trata de una alusión a una de las mejores películas de comienzos de los años ’80. “La decisión de Sofía” se llamó en castellano. Y trataba de lo dramático que puede ser tomar algunas decisiones, y las secuelas que de ello se derivan.
Ocurre que Gabriel Boric se verá enfrentado, más temprano que tarde, a una disyuntiva que le obligará a tomar una decisión que, para él, será difícil: seguir apoyando el proyecto de nueva Constitución que elabora la Convención e insistir en que votará “Apruebo” el 4 de septiembre o, por el contrario, desmarcarse de ese apoyo, adoptar una postura más “de Estado”, señalar que la decisión es de la ciudadanía y que él no tratará de influir en ella.
Si persiste en el apoyo a lo que se está redactando, arriesga vincular su gobierno al resultado del Plebiscito. O sea, transformar esa consulta en una suerte de pronunciamiento respecto de qué opinan los chilenos de esta administración. Y en esa eventual instancia evaluativa, tal parece que no le iría muy bien al gobierno, considerando que la opción “Rechazo” está tomando una fuerza no imaginada por el oficialismo. Si, por el contrario, el Mandatario decidiera desvincularse del proyecto en elaboración, podría soslayar una temprana evaluación desfavorable, pero seguramente enfrentaría variadas acusaciones de apostasía y deslealtad del oficialismo más extremo, que ha apostado todo a la aprobación de su Carta refundacional.
Nunca es fácil adoptar decisiones importantes. Y es más difícil cuando la opción escogida no se aviene con nuestro ser más profundo. Decidir a contrapelo del fuero interno provoca contradicciones que tensionan y perturban la marcha. Por eso, estimo complejo el escenario que habrá de enfrentar el Presidente. Un gobierno que se compromete y se juega por una determinada opción y esta resulta fracasada en las urnas, sufre una reducción en su respaldo y en la representatividad necesaria para impulsar su programa. Y, si esa eventual merma de apoyo ocurriera apenas a meses de iniciado el mandato, dejaría a aquel gobierno en una posición severamente debilitada. Pero, por otro lado, no apoyar decididamente una opción a la cual antes se respaldó con vehemencia, proyecta una imagen de inconsecuencia o deslealtad que podría generar tanta o más desafección, en las filas del oficialismo. Así las cosas, el Mandatario tendrá que pensar muy bien la actitud que adopte a contar del 4 de julio, cuando se abra oficialmente la intensa campaña con que se buscará la aprobación o rechazo al proyecto constitucional. Se podría decir que la suerte de su gobierno depende, en gran medida, del resultado de septiembre.
No obstante, lo anterior no es el único asunto que exigirá del Presidente una toma de postura notablemente compleja. Las acciones de violencia extrema, de terrorismo más bien, que ocurren casi a diario en La Araucanía (que algunos insisten en llamar wallmapu) le demandarán dejar de lado las consignas que tantas veces repitió y comprometerse en una política que, realmente, enfrente estas acciones sin complejos, sin ambigüedades y sin temor a que le caigan mal a más de alguno. Pero, hasta hoy, observamos maniobras dilatorias y llamados al diálogo, que nadie escucha. Igual cosa respecto de la penosa marcha de la economía, que insiste en presagiar tribulaciones y pesares, pese a lo cual el Mandatario continúa aplicando recetas estatistas, de un asistencialismo fracasado hace décadas, sin decidirse a implementar las medidas que, seguramente, sugiere el Ministro de Hacienda, sin duda más versado y conocedor de lo que se debe hacer con urgencia. Mientras esperamos que el Presidente decida dejar de lado esas recetas fracasadas por doquier, el deterioro macroeconómico avanza al mismo vertiginoso ritmo en que se incrementa la inflación.
Ojalá Boric no tarde demasiado en darse cuenta que la constancia y la firmeza no son lo mismo que la pertinacia y la obstinación. Y que, a veces, es más meritorio cambiar un rumbo, por sentido que sea, si así lo exige el bien de la comunidad, que él se comprometió a cuidar y guiar.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho