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UN AÑO MÁS EN EL PAÍS DE LOS VOTANTES por Juan Carlos Pérez de La Maza

Percibo cierto cansancio en mucha gente. Pero no se trata de las compras, el calor o la escasez de vacaciones. Es otro cansancio, que podríamos llamar cívico. ¿Sabe Ud. cuántas elecciones y plebiscitos llevamos en los últimos 4 años? Nada menos  que 19 procesos electorales, si consideramos primarias, elecciones y plebiscitos. En efecto, en 19 ocasiones se nos ha convocado, a veces de manera voluntaria y otras obligatoria, a emitir nuestro sufragio. Y no es que uno no quiera que le pregunten.  Pero, a veces, cansa que le anden preguntando a cada rato. Más todavía si, como ha ocurrido, después de las respuestas que hemos marcado, las cosas siguen donde mismo estaban. ¿No le parece?

Estimo que ese es el motivo real, y profundo, de lo que he señalado como “cansancio cívico”. Los chilenos estamos cansados de que, tras preguntar nuestra opinión, todo siga más o menos igual y el “establishment” no capte cuáles son nuestros verdaderos anhelos, necesidades o preferencias. Y esta situación es extremadamente peligrosa, si se considera las nefastas consecuencias para la democracia que podrían derivarse de esta desazón ciudadana.

Todo empezó cuando, tras las masivas movilizaciones ciudadanas de 2019, (las legítimas, no la violencia delictual), la clase política, prácticamente de manera unánime, concluyó que la gente quería un cambio constitucional. Y se nos embarcó en una retahíla de convocatorias a tres plebiscitos y dos elecciones de constituyentes en menos de 4 años. Y, al final, seguimos con la misma Carta Magna que teníamos en 2019. Sólo que refrendada democráticamente por la ciudadanía, porque la conclusión que podría extraerse de todo este proceso es que, si bien los chilenos deseábamos cambiar la Constitución, no nos daba lo mismo cual la sustituya. Y que, por lo tanto, era mentira aquello de que “cualquiera es mejor”.

Por otra parte, además de las 5 convocatorias constituyentes, fuimos citados otras 14 veces (en primarias, elecciones de primera o de segunda vuelta) a emitir el sufragio que nos distingue como ciudadanos. Y votamos. Esperanzados, elegimos a quienes otorgamos un mandato bastante claro. Ocuparse de lo que a nosotros, los mandantes, nos interesa. Incluso alguien, esperanzada y con voz destemplada, decía que “él va a cambiarlo todo”. Pero no ha sido así.  Al contrario, estos últimos tiempos, particularmente este año, hemos visto cómo se agudizan aquellas conductas que desilusionan, indignan y hacen a muchos dudar de un sistema político y legal que tolera, y hasta ampara, dichas prácticas.

Por todo lo antes dicho, y si partimos de la premisa de que el tiempo es un buen maestro y que los años algo enseñan, estos últimos días del año y los primeros del que sigue, debiéramos dedicarnos a extraer las conclusiones y enseñanzas que nos ha dejado este 2023 y sus inmediatos antecesores. Aunque sea para demostrar que de los yerros también se aprende.

Primero, tendríamos que aprender a pensar dos veces antes de embarcarnos en aventuras refundacionales. Entender que nada que carezca de prudencia y reflexión, por romántico que parezca, acaba bien. Saber que Chile no necesita empezar de cero ni despreciar su pasado, como tampoco necesitamos a hipotéticos propietarios exclusivos de la verdad. Este año también nos ha enseñado que la juventud y la inexperiencia no son, en sí mismas, una virtud. Y que no garantizan honradez ni probidad. 2023 también ha permitido comprobar que, en política, la osadía y la insolencia son malas consejeras a la hora de hacer declaraciones, tanto como la soberbia y la arrogancia lo son con las promesas. Porque, lo hemos visto, más temprano que tarde todas ellas obligan a desdecirse, a admitir que no se quiso decir lo que se dijo o no se pudo cumplir lo que se prometió. Por último, este 2023 nos ha demostrado, una vez más, que somos el país de las brechas. Sean educacionales, salariales, culturales o de género, todas segregaciones lamentables. Porque hemos comprobado la distancia gigantesca que separa el mundo real, aquel que habitan los chilenos simples y comunes, con el otro Chile, ese poblado de candidatos que sueñan con la próxima elección, esa a la que, por vigésima vez, nos convocarán dentro de poco.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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