Desde hace algún tiempo se viene instalando – a nivel político cultural – la necesidad de revalorización de lo ancestral, que se refiere a los diversos elementos y procesos que dieron origen a la sociedad que somos, importante para que cada uno de nosotros podamos ser reconocidos en nuestro más amplio origen y diversidad. Ello no se refiere solo al asunto “originario”, que tanta atención mediática tuvo por la convención constitucional; sino ampliando la mirada a esos “otros” que, en Chile hasta fines del siglo XX, constituíamos la normalidad.
Para un adecuado y confiable análisis de la situación, considerando que las tendencias historiográficas van por la “vida cotidiana y la alteridad”; los interesados en la historia debemos -necesariamente – adentrarnos en la documentación de cada época, conservación que la política de Estado limitó a la emitida por organismos públicos; dejando de lado -por razones hoy no relevantes de comentar– a aquella que da cuenta de la vida intima de las personas desde los momentos fundacionales hasta la dictación de la Ley de Registro Civil en 1884, los denominados “registros vitales”; que ha sido “celosamente custodiados” por sus propietarios: la Iglesia Católica, con escasos medios técnicos y humanos dedicados a esa tarea, y el consiguiente deterioro que produce el paso inexorable del tiempo. La situación es comprensible, ya que su fin ultimo no es la conservación de papeles con fines históricos, aunque debiese tener una actitud más proactiva, considerando su larga historia institucional; abriéndose a la posibilidad de intervención especializada que amplie una aproximación científica a problemáticas del hoy y, quizás, del mañana.
De allí la invitación al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, a ocuparse de esta cuestión, ya que siendo muy válida la inversión en festivales de rock, ferias artesanales y otras expresiones alternativas, de seguir así la pérdida de información ancestral, en poco tiempo solo escucharemos el mismo argumento explicativo una y otra vez, porque no tendremos como reinterpretar las “verdades oficiales” a que somos tan proclives.
Para muestra un ejemplo de lo que esta documentación nos puede proveer: El acceso a medio millar de partidas de bautismo de la Iglesia parroquial San Luis Gonzaga de Sauzal de fines del siglo XVIII, declarada Monumento Nacional, nos permite una aproximación a la dinámica social de una comunidad ubicada a 35 kilómetros al norte de Cauquenes; cuyo origen se asocia al disperso asentamiento que hicieron colonos españoles en esa zona del secano costero, los que “dejaron el tránsito por los senderos polvorientos y las huellas de penetración entre las ciudades de Talca y Concepción, para instalarse definitivamente en la zona desde fines del siglo XVII”.
El referido trazado es lo que hoy conocemos como Ruta de los Conquistadores “(…) designación genérica para una calzada, a veces sendero y otras veces una simple huella (…) que unía ya a inicios del siglo XVIII al centro de Chile ya pacificado, con el belicoso Chile al sur del Biobío, permitiendo el desplanto mas o menos rápido y relativamente seguro de viajeros y contingentes diversos”, zona de estudio ocupada ancestralmente por pueblos originarios conocidos genéricamente como Picunches (gente del norte), quienes habían experimentado la irregular dominación e influencia del Inca; pero que se autoidentificaban por los lugares donde habitaban , a saber: Cauquenes, Putaganes, Loncomillas, Nirivilos, Unihues, Pilenes, etc., espacio que con la conquista terminó en propiedad de “beneméritos de Indias” de menor relevancia social y aporte a la empresa, en fin de “españoles pobres”.
Con ellos llegó el principal agente culturizador del tiempo, la Iglesia Católica, que tiene presencia en el Maule desde el obispado de Fay Diego de Medellín (1576-1592), cuyos registros vitales (bautismo, matrimonio y defunción) constituyen un valioso insumo para conocer la cotidianeidad de la vida social y tratar de comprender su dinámica.
Las citadas 466 partidas de bautismo (s.e.u.o), que daban el ingreso al mundo social; están fechadas entre el 02 de enero de 1767 y el 24 de octubre de 1790; validadas por el vice párroco José de Urrutia permiten poner en evidencia y conocimiento asuntos estructurales de la composición racial, origen y sobrevivencia de troncos familiares, y explicar asuntos propios de la época, hoy ya solo un curioso recuerdo. Lo mas probable es que este clérigo haya tenido su asiento en la iglesia de Santa Bárbara de Cuyuname, ya en sus esporádicas visitas registra una infinidad de bautismos, muchos de los cuales fueron efectuados con anterioridad por laicos en la calidad de provisorio, “en dicho día baptice sub conditione, puse oleo y chrisma a Pedro Joseph Loyola, español, de edad de dos años, natural de esta doctrina; hijo legítimo de Baleriano Loyola y de Pascuala Mena”.
La información que se deriva de las partidas nos muestra una sociedad rural enclavada en el secano costero fuertemente españolizada, ya que 445 sujetos (95.5%) son identificados como “españoles”, asunto que mas que reconocer homogeneidad racial persigue un estatus que da el color de la piel, ya que escasas veces el cura tacha a alguien de “mestizo” como en el caso de “Ana Muñoz, hija legitima de Mateo Muñoz y Josefa Ancabilo”, dado que su madre tiene apellido originario, aunque en realidad es altamente probable que haya muchos más de dicha condición que estén invisibilizados por la incapacidad del oficiante para distinguirlos, debido a la predominancia del blanco en su tez.
De especial relevancia, considerando la fuerte mestización a que es sometido el natural; es la existencia de 23 sujetos (4.9%) tipificados como “indios”, pertenecientes a las familias Antiñán, Llancanao, Millamán, Ancabilo y Llibiu, asunto que requiere algunas consideraciones, ya que solo uno tiene filiación por ambos padres, “María Juliana Ancabilo, dos años, legítima, hija de Antonio Ancabilo y María Antiñán”; mientras que uno la tiene solo por padre “Inosencio Llancanao, seis años, legítimo, hijo de Mathias Llancanao”, y nueve solo por madre en su condición de hijo (a) natural: “María Florencia Llancanao, un año tres meses, hija de Carmela Llancanao; Micaela Llancanao, hija de Petrona Llancanao; Mercedes Llancanao, tres años, hija de María Llancanao; Juan de la Cruz Llancanao, hijo de María de la Cruz Llancanao; Florencia Llancanao, dos años, hija de Bernarda Llancanao; Mercedes Llancanao, tres años, hija de María del Carmen Llancanao; Pedro Llancanao, seis meses, hijo de María del Carmen Llancanao; Dominga Millamán, seis meses, hija de Isabel Millamán; y María Josepha Llibiu, un año, hija de María del Carmen Llibiu”.
El caso de Petrona Llancanao es particular, debido a que es la única a la que se le reconoce como “india de doctrina”, denominación particular para designar a aquellos nativos que tenían residencia en un “pueblo de indios”, un idílico constructo muy al estilo de lo expuesto por Roland Joffé en la película “La Misión”, pero de poco impacto en nuestra zona.
De este universo de “indios”, nueve son en rigor mestizos, a saber: “Inocencia Antiñán quien es hija de Francisco Antiñán y Mersedes Acebedo (española o mestiza); María Mercedes Llancanao, hija de Miguel Llancanao y María Cordero (española o mestiza); Concepción Narbaes, hija de Francisco Narbaes (español o mestizo) y María Ancabilo; Cornelio Ancabilo, hijo de Thomas Ancabilo y Petrona Brito (española o mestiza); Joseph María Millaman, hijo de Bartolo Millaman y Juana Amigo (española o mestiza); y María Llibiú, hija de Pedro Llibiu y Josefa Pinto (española o mestiza)”.
Se registran 4 casos sobre los cuáles es difícil opinar, ya que “Felis, tres años y Josepha, de 10 meses” se apellidan Gutiérrez ya que su madre es María Gutiérrez, sin embargo, aparecen registrados como “indios”; algo similar ocurre con “Juan Manuel, tres años, e Isidro, hijos de Josepha Serrano”. En esto casos en particular, ¿habrá manejado el cura información que no fue registrada? Los otros “diferentes”, sin denominación de etnia son 4 huérfanos: Pedro, María Rosa, María Josefa y María de las Nieves Pinochet, de la cual se desconoce el origen del apellido; y 2 mulatos: Petrona Rodrigues, hija de Lusia Rodrigues, y Lucas Albear, hijo de Viviana Albear y padre no conocido, los que – seguramente- conservaban rasgos de un ascendiente esclavo negro de los escasos que hubo en el Maule.
Respecto de la condición legal de los sujetos, 300 (64.3%) son hijos legítimos, que implica nacidos en matrimonio consagrado; 117 (25.1 %) son categorizados como naturales, siendo reconocidos y llevando el apellido esencialmente de su madre; 20 (4.3%) son identificados como “huérfanos” y de 29 (6,2%) se carece de información, sea por omisión del oficiante o ilegibilidad de la fuente.
La información nos permite dar cuenta, también, de troncos familiares de la zona de antigua data, a saber: Dias, de la Vega, Bega, Albear, Carrasco, Loyola, Gutiérrez, Manríquez, Garrido, Jaque, Muñoz, Contreras, Cansino, Enrriquez, Lopes, Orellana, Brabo, Aguilera, Chaves, Urra, Serrano, Añasco, Sifuentes, Rodrigues, Gabilan, Briceño, Opaso, Acebedo, Montesinos, Jeldres, Espinosa, Retamal, Duarte, Yañes, Mesa, Hernandes, Brito, Medina, Balensuela, Carrasco, Gomes, Quero, Rojas, Morales, Garrido, Martines, Caseres, Alegría, Lagos, Amaya, San Martín, Basualto, Aravena, Baldes, Valdés, Parra, Alfaro, Campos, Carte, Mena, Salas, Ramos, Medel, Gonsales, Basques, Pereira, Mallorga, Riquelme, Labraña, Araya, Salasar, Sanches, Lara, Aurto, Arangues, Sepulbeda, Jauri, Holabe, Abarsua, Garrido, Revillar, Pinochet, Luna, Moreno, Cansinos, Fuentes, Pereyra, Figueroa, Arabena, Quiros, Geldres, Quebedo, Bera, Hobregón, Obregón, Astudillo, Bueno, Lepe, Echeverría, Canales, Portales, Lotelier, San Martín, Narbaes, Miranda, Quebedo, Parra, Yrribarra, Andaur, Briseño, Leyba, Bergara, Ynojosa y Sapata.
Si el panorama anterior es deducible de la mas básica de las fichas, ¿Qué valiosa información podríamos poner en evidencia a partir de documentos de defunción, matrimonio, dispensas matrimoniales, visitas de los obispos, etc., para el real conocimiento de nuestros ancestros?: UNA PROPUESTA, A LO MENOS, DIGNA DE CONSIDERAR.
Bibliografía:
Libro de bautismos Parroquia San Luis de Gonzaga, Sauzal
Consejo de Monumentos Nacionales región del Maule. Expediente técnico para ldeclaración de monumento nacional de la parroquia San Luis de Gonzaga. Sauzal
Dr. Raúl E. Sánchez Andaur
Pedagogía en Historia, Geografía y Cs. Sociales
Universidad Autónoma de Chile